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Resistencia y entrenamiento. Mariano García-Verdugo Delmas
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Figura 1.23. Efecto del tapering durante los días previos a una competición, con bajada de entrenamiento de acuerdo con las directrices acerca de la evolución de los componentes del entrenamiento (volumen, densidad e intensidad). La densidad y el volumen descienden, mientras que la intensidad se mantiene.
Reducción progresiva y sistemática del entrenamiento.
Disminución drástica del volumen de entrenamiento.
Reducción drástica de la frecuencia de entrenamiento.
Mantenimiento de la intensidad del entrenamiento.
Períodos de tapering con una duración de 5-21 días, en los cuales prevalece la intensidad en detrimento del volumen, originan mejoras del rendimiento en deportistas de resistencia.
Estos datos sugieren que se pueden producir mejoras importantes del rendimiento del atleta aplicando un período de tapering apropiado.
Sin embargo, hay que considerar que hay un límite de tiempo a partir del cual los beneficios del tapering comienzan a desaparecer y a ser sustituidos por el desentrenamiento.
Hay que tener en cuenta que la aplicación del tapering debe ser individualizada. Algunos deportistas en los días previos, gracias a la presión psicológica y a la ansiedad, pueden y de hecho aumentan el elevado estrés al que se ven sometidos. Gorostiaga (2000) sugiere que el incremento de la producción de cortisol debido al estrés psicológico se suma al generado durante la competición y los entrenamientos muy exigentes. Merced a este acúmulo de cortisol provocado por todas las causas, aumenta considerablemente el catabolismo proteico, desfavoreciendo al tiempo la velocidad de los procesos regenerativos y supercompensatorios. Por todo ello es recomendable para deportistas que se estresan psicológicamente antes de la competición una aplicación del tapering más prolongada. Desafortunadamente este efecto tan tangible suele resultar poco considerado en la práctica.
Como conclusión, y resumiendo todo lo expuesto, se puede decir que “para correr muy deprisa hay que saber parar previamente”.
La fatiga: factor determinante de la adaptación del entrenamiento de resistencia
Al producirse un esfuerzo, si éste reúne unas características de exigencia determinadas, inmediatamente aparecen unos síntomas que reflejan una disminución de funcionalidad. Este efecto es conocido con el nombre de “fatiga”.
La fatiga supone un proceso de movilización de los recursos funcionales y, en consecuencia, un poderoso factor determinante de la adaptación (Platonov, 1991). Para poner en funcionamiento el efecto, el entrenamiento se basa en el binomio trabajo-recuperación de forma selectiva. Para ello los sistemas se cargan frecuentemente hasta el límite del desgaste funcional. Dentro de este proceso desempeña un papel protagonista la fatiga.
La fatiga supone un estado particular, físico y psíquico como resultado de unas cargas y se refleja en una descoordinación de las funciones del organismo que acarrea una disminución temporal del rendimiento. Este estado hasta cierto nivel es transitorio y reversible (Martin, Carl y Lehnertz, 2001).
Aunque profundizar en el conocimiento de la fatiga no es el objetivo de este libro, conviene tratar algunos de sus aspectos, ya que resulta uno de los factores que limitan el esfuerzo y, por consiguiente, que influyen en las adaptaciones de resistencia.
Al mantener un ejercicio de cierta intensidad durante un tiempo deter-minado aparecen alteraciones que pueden tener pocas manifestaciones en común entre sí, a excepción del efecto limitante del esfuerzo, que proviene de la fatiga.
La fatiga comprende una extensa gama de situaciones que pueden pasar desde el agotamiento de una zona muy concreta hasta un agotamiento general de todo el organismo y de la mente del atleta. El agotamiento puede llevar a la pérdida de funcionalidad y/o motivación para proseguir o reiniciar el esfuerzo.
En general la fatiga constituye un estado de alarma o de defensa que manifiesta el organismo ante esfuerzos intensos y/o prolongados y que produce la inhibición de los mismos. Este fenómeno causa limitaciones en el rendimiento del corredor. Hablando de forma genérica, es una de las fases del proceso de adaptación que provoca los procesos regenerativos y produce sobrecargas u otros procesos que podrían desembocar en lesiones de diversa índole, llegando incluso al deterioro de la propia salud. Sea cual sea la forma en la que se manifiesta ha de nacer como consecuencia de la falta adecuada de proporción entre el binomio trabajo-reposo (Fernández, 1994).
La fatiga ha sido definida por diversos autores desde distintos puntos de vista, por lo que aparecen definiciones un tanto dispares. A modo de ejemplo, se exponen algunas:
Para Fernández y Terrados (1994) la fatiga es “la imposibilidad de generar una fuerza requerida o esperada, producida o no por un ejercicio precedente”.
Chauchard (1971) define la fatiga como “una disminución del poder funcional de los órganos, provocada por un exceso de trabajo y acompañada de una sensación característica de malestar”.
Según Guillet (1975) la fatiga es “la consecuencia de excesos desordenados o de la insuficiencia de las secreciones hormonales, tal como sucede en las situaciones de estrés y en las fases de alarma o de agotamiento, con las alteraciones metabólicas consiguientes”.
Barbany (1990) define la fatiga refiriéndola a numerosos aspectos, como “un estado funcional de significación protectora, transitorio y reversible, expresión de una respuesta de índole homeostática, a través de la cual se impone de manera ineludible la necesidad de cesar o, cuando menos, reducir la magnitud del esfuerzo o la potencia del trabajo que se está efectuando”.
Son muchas las definiciones que aparecen en la bibliografía pero, en general, refiriéndola al deporte y reduciendo el campo a las actividades de resistencia, García Manso, Navarro y Ruiz (1996) la definen como la “disminución de la capacidad de rendimiento como reacción a las cargas de entrenamiento”.
Si se centra el concepto de fatiga en el contexto del entrenamiento de resistencia, se puede decir que se trata de un proceso mediante el cual se ve disminuido el rendimiento del atleta a nivel general o de forma específica.
El fenómeno de la fatiga tiene como esencia tres funciones fundamentales interrelacionadas (García-Verdugo y Leibar, 1997):
Protectora o preventiva. Como mecanismo de alarma, con efecto inhibidor del esfuerzo, que se puede manifestar exterior-mente con la aparición de una serie de síntomas (dolor, falta de motivación, alteraciones del carácter, falta de apetito o de sueño, etc.).
Efectiva o favorecedora. Disminución del rendimiento físico en cualquiera de sus aspectos (afectando a la falta de posibilidades de aplicación de fuerza, disminución de la intensidad del ejercicio, errores técnicos por pérdida de concentración, errores de apreciación, etc.) pero a niveles que provocan la supercompensación tras el descanso.
Degeneradora y destructora. Si la fatiga sobrepasa ciertos límites, se pueden producir procesos degenerativos con destrucción parcial de órganos, músculos o cualquier parte del organismo. Llegado este caso, ya no es suficiente un proceso de recuperación