Resistencia y entrenamiento. Mariano García-Verdugo Delmas
rel="nofollow" href="#fb3_img_img_f93a2845-24cf-5ad8-a803-c0ac68958723.jpg" alt=""/> Después de intervalos de descanso excesivamente largos.
Tipos de adaptación de las capacidades relacionadas con la resistencia
La adaptación pasa dos fases: aguda y crónica. Martin, Carl y Klaus (2001) hablan de los efectos del entrenamiento actual y de los del entrenamiento acumulativo. En el primer caso se muestra un continuo aumento de los valores de forma puntual, mientras que el segundo se caracteriza por el efecto retardado del entrenamiento a largo plazo.
Las fases de la adaptación se relacionan con el entrenamiento de resistencia en función del tiempo y de la duración. Así pues, se puede hablar de: adaptación aguda o inmediata y adaptación a medio y largo plazo o crónica.
La “adaptación aguda o inmediata” se produce de forma rápida, pero a la vez poco duradera. La intensificación de la respiración, la sudoración, el aumento del lactato en la sangre, etc. son síntomas que originan una adaptación aguda. Esta fase, si no se hace repetitiva, desaparece igualmente de forma rápida y su utilidad para el entrenamiento de la capacidad resulta poco útil.
Este tipo de adaptación reúne una serie de características que la determinan (Mora et al., 1995; García Manso, Navarro y Ruiz, 1996; Platonov, 1991; Verkhoshansky, 2002):
1. Activación de los sistemas orgánicos.
2. Logro de una fase estable. Los sistemas activados en la fase 1 se mantienen durante un tiempo determinado en un nivel constante.
3. Desaparición progresiva del equilibrio ante las necesidades de actividad y su satisfacción.
Tabla 1.2. Reacciones del organismo de dos corredores de 18 a 20 años tras una carrera máxima de 400 m. El organismo del corredor entrenado reacciona con índices considerablemente más elevados que el del corredor no entrenado. Platonov (1999).
En cuanto a la adaptación a largo plazo o crónica, se considera una alternancia cíclica e ininterrumpida mediante sucesos relacionados con el agotamiento y la recuperación de las reservas funcionales del organismo (Mora et al. 1995). Está basada en la estimulación, de forma repetitiva, de adaptaciones inmediatas. Esta adaptación debe ser el objetivo del entrenamiento del deportista de resistencia.
Se caracteriza no sólo por las modificaciones estructurales de los órganos y sistemas afectados, sino también por el aumento de la eficacia de éstos y su coordinación (Platonov, 1999), lo que puede traducirse en una mayor eficacia y economía de tiempo y de energías e información (García Manso, 1999).
La adaptación crónica, aunque duradera, tarda más tiempo en aparecer y lo hace como consecuencia de una acción larga sobre el organismo o corta pero repetitiva. Está basada en la obtención repetitiva de adaptaciones agudas (Platonov, 1991).
Existe relación entre ambos tipos de adaptación: el paso de la adaptación aguda a la crónica supone el momento crucial del entrenamiento, ya que es la prueba de la eficacia del proceso. Para que se produzca dicho paso es preciso que se originen una serie de cambios estructurales y funcionales que conducen al desarrollo, a la consolidación y al incremento de la potencia de los sistemas, de acuerdo a las exigencias a las que se ven sometidos. Estos procesos, a su vez, vienen determinados por la información genética y la reserva de adaptación.
Hasta que aparece, la adaptación crónica pasa por tres etapas (Platonov, 1991):
1. Movilización sistemática de los recursos funcionales. Ocurre al llevar a cabo los programas de entrenamiento con objetivos determinados, sumando paulatinamente los efectos de adaptaciones agudas.
2. Incremento sistemático de las cargas de entrenamiento. Hace que se vayan produciendo cambios estructurales y funcionales en órganos y tejidos de los sistemas funcionales, sobre los que se incide mediante los estímulos. Esos efectos se caracterizan por una hipertrofia de órganos y una armonía de todas las partes y los mecanismos que faciliten la actividad funcional en unas nuevas condiciones más exigentes.
3. Adaptación crónica estable. Se traduce en una reserva que pueda proporcionar un nuevo nivel de funcionamiento de los sistemas implicados.
A estas etapas Mora et al. (1995) y García Manso, Navarro y Ruiz (1996) añaden una cuarta: cuando el entrenamiento está mal organizado, es excesivamente exigente o los procesos de recuperación no son los indicados, aparece el deterioro de los órganos y sistemas, con su correspondiente desgaste y bajada de la funcionalidad.
Acotando el terreno hacia las especialidades de resistencia, se puede afirmar que gracias a un entrenamiento correctamente diseñado se van produciendo adaptaciones crónicas en las que predominan las correspondientes a los sistemas más exigidos en entrenamiento y competición. Ateniéndose a las diferentes etapas, debería excluirse la cuarta (referente a la fase de deterioro) para que se pueda alcanzar el máximo rendimiento, y se eviten las posibles interrupciones.
Tanto la adaptación aguda como la crónica vienen determinadas por el tiempo y, a su vez, por la acumulación y sucesión de adaptaciones de diferentes sistemas y capacidades. Dichas adaptaciones (parciales) reúnen características diferentes (figura 1.16).
Figura 1.16. Ejemplo de diferentes tipos de adaptación en función del tiempo de aparición y su duración. Grosser (1989). Modificado.
Los tiempos de recuperación y regeneración de los diferentes sustratos son determinantes, especialmente en la adaptación aguda. En la figura 1.17 se puede apreciar un ejemplo de plazos estimativos de los distintos sustratos energéticos, que lógicamente oscilarán dependiendo de las características individuales del deportista.
El factor de posibilidad de adaptación es de carácter genético e individual. Se llama “entrenabilidad” y resulta muy importante su conocimiento por parte del entrenador. La entrenabilidad hace referencia a la capacidad para mejorar la forma física con un entrenamiento dado y para tolerar y asimilar entrenamientos muy intensos y frecuentes. Esto tiene suma importancia puesto que condiciona la individualización del entrenamiento del deportista. Dependiendo de esta capacidad, la dinámica de las cargas y las recuperaciones en el atleta de elite conlleva un ritmo mucho más intenso y acelerado que la de otros atletas de menor nivel y menos dotados genéticamente.