La sensación más allá de los límites. Stephen Zepke
en los que se sostiene), no es tomada simplemente como el análogo artístico del proceso que llevó a Deleuze de su interés por el estructuralismo en los años sesenta al materialismo maquínico de su obra tardía con Guattari. Esta transformación artística sirve, además, para evaluar cómo las fuerzas que componen tanto la naturaleza como la producción social siempre retienen un gradiente intensivo de sensaciones, una potencia sublime implicada en una materialidad expresiva. Este rasgo de lo sublime puede ser aquello que sobrevive en el paso entre los dos momentos filosóficos, entre Diferencia y repetición y ¿Qué es la filosofía?
El siguiente texto, “Anita Fricek: la pintura contemporánea como mecanismo de crítica institucional”, revisa, a través de un análisis cuidadoso de parte de la obra pictórica de la artista austriaca, una posibilidad que parecía ser formalmente imposible: que la crítica institucional –que regularmente echa mano de los discursos artísticos conceptuales y posestéticos– sea íntegramente desplegada en el medio de la sensibilidad y en la superficie pictórica. En última instancia, se trata de afirmar la posibilidad de que la crítica de las instituciones, que Deleuze en ciertos momentos parece tomar como limitación lingüística o informática del arte, sea compuesta como una “lógica de la sensación”.
Una intuición similar lleva a Stephen Zepke a interesarse en la obra de la artista colombiana Rosario López. Consciente de la relación constante en varias de las obras de López entre formas de presentación del paisaje y elementos de instalación claramente definidos por el espacio de exposición, en “La cartografía artística de la sensación. Tres obras recientes de Rosario López”, Zepke explora el tipo de sensaciones inhumanas que se producen con este ejercicio de práctica artística expandida. En este mapa de fuerzas asubjetivas, ciertos elementos de la composición compelen a los conceptos filosóficos a responder de otra manera. Un ejemplo notorio es lo que Zepke llama “la fuerza escultórica” de las fotografías de Rosario López. El filósofo nos sugiere que estas estarían más allá del rechazo, frecuente en Deleuze, de las imágenes fotográficas.
La descripción del trabajo de Clemencia Echeverri –lírica y filosófica al mismo tiempo–, en “Las imágenes en movimiento de Clemencia Echeverri. Un arte de vida y muerte”, es quizás el momento de mayor libertad formal en este conjunto. Zepke sigue con mucho cuidado el juego de inmanencia entre el sacrificio y la supervivencia que constituye, a su juicio, el núcleo del trabajo de Clemencia Echeverri. Su interés es mostrar cómo la emergencia de una vida impersonal –atravesada por fuerzas y ritmos animales, por restos de naturaleza inorgánica o ruinas de formas culturales– solo es legible si el espectador-filósofo permanece a una distancia mínima de las obras, si les permite tocarlo con sus ritmos.
Este deseo de permanecer en la piel de los objetos y las obras que analiza, de seguir estrictamente la superficie de su exposición, marca también el último de los ensayos del libro: “Cuerpos permeables y los pasos (passages) del tiempo. Los video perfomances de Eulalia de Valdenebro”. Esta ética de exposición responde, además, a la estructura íntima de la obra de esta artista colombiana, quien trabaja continuamente con el límite entre el cuerpo humano y las fuerzas naturales. Con la obra de Valdenebro, a quien acerca práctica y teóricamente al arte povera italiano, Zepke retoma el problema deleuziano y guattariano de la naturaleza sublime como origen intensivo y diferencial de las formas artísticas, pero para resaltar que esas variaciones de ritmos y de tiempos constituyen también el tejido de nuestras negociaciones vitales, que en ese sentido resultan inmediatamente políticas.
Todo este complejo material que conforma La sensación más allá de los límites. Ensayos sobre arte y política nos invita a pensar nuevas formas de resistencia al empobrecimiento de la sensación en el capitalismo contemporáneo. También es una ocasión para volver a plantear el problema de la transversalidad de las posiciones críticas y de los registros de análisis de nuestros procesos de producción. En este sentido podemos preguntarnos junto con y frente a la obra de Stephen Zepke, si para pensar más allá de los límites del arte y de la política basta con la “abstracción” del diagrama, con las conexiones virtuales de la máquina abstracta filosófica que no cesa de descubrir conexiones entre lo estético y lo político. Para hacer visibles las relaciones reales de las formas de resistencia que evocan los textos de Zepke –los devenires menores de lo femenino y de lo animal; la lucha contra las formas institucionalizadas de la guerra; la preocupación por la degradación global de las condiciones ecológicas, etcétera–quizás no baste con definir el conjunto de condiciones ontológicas que explicarían su posibilidad conjunta. Quizás una tarea más urgente exige que se piensen seriamente sus formas de desencuentro. ¿Cómo afecta, no la universalización de la información y la comunicación, sino su flujo desigual entre los territorios a la producción de nuevas formas de vida, de nuevos conocimientos y de nuevas capacidades políticas?, ¿hasta qué punto son articulables las distintas demandas de la crítica contemporánea?, ¿pueden aún las formas o los procedimientos artísticos evocados en el libro –land art, arte povera, arte procesual, etcétera– hacerse cargo de la “enunciación colectiva” que resulta necesaria para afirmar su potencia política?
Una de las virtudes del trabajo de Stephen es la de permitir precisamente que estas preguntas sean planteadas. Y nosotros no podemos más que alegrarnos por su paciente trabajo y agradecer la oportunidad de haberlo acompañado en alguna de sus etapas.
—Nicolás Alvarado Castillo y Gustavo Chirolla Ospina
Profesores asistentes
Pontificia Universidad Javeriana
Hacia una biopolítica del futuro. Nietzsche contra el presente
Texto publicado originalmente como “Hacia una biopolítica del futuro: Nietzsche contra el presente”, Nómadas 37 (2012): 13-27. Traducido por Santiago Restrepo y revisado por Mónica Zuleta Pardo.
Va pareciéndome cada vez más que el filósofo, en cuanto es un hombre necesario del mañana y del pasado mañana, se ha encontrado y ha tenido que encontrarse siempre en contradicción con su hoy:
su enemigo ha sido siempre el ideal de hoy.
— Friedrich Nietzsche
¿Tenemos hoy oídos para Nietzsche?1 ¿Aún es posible oír al superhombre del pasado mañana, en medio de la cacofonía de nuestro presente? ¿Todavía tiene alguna relevancia la estridente “crítica de la modernidad” de Nietzsche? Si Nietzsche va a ser oído hoy, estas preguntas deberían plantearse en relación con nuestros mecanismos contemporáneos de control biopolítico que se han apoderado de los procesos vitales de la vida biológica. Quiero argumentar acá que el concepto de Nietzsche de un futuro intempestivo es todavía actual y nos convoca a “filosofar con un martillo”, siempre y cuando dirijamos los golpes hacia los grandes ídolos de nuestro tiempo: nuestras prótesis digitales. Para Nietzsche, el futuro solamente puede surgir de una crítica del presente que consiga escapar de sus condiciones contemporáneas para reafirmar el horizonte inhumano e invariable del devenir de la vida. Para que esto ocurra, la ontología trascendental nietzscheana del devenir –o la voluntad de poder, como él la llamaba– debe afirmarse una vez más, pero no abstractamente como un ejercicio académico de erudición o, peor, como una expresión cuasimística de la fe. Si el destino del futuro, o el destino del devenir en sí, radica en su encarnación, nuestro desafío, entonces, no es tanto pensar el futuro, sino más bien producirlo, producir sensaciones intempestivas que escapen a nuestro tiempo, pero que al hacerlo rompan su continuidad y hagan explotar su autoevidencia. Nietzsche lo expresó de forma dramática: ¿cómo podemos dejar de ser humanos y convertirnos en dinamita? (Nietzsche 1997b; ver también 2005). Este futuro de dinamita es un exterior interno que confronta nuestro tiempo con su alteridad, con su otredad, para producir una ruptura a través de la cual pueda fluir “la inexhausta y fecunda voluntad de vida” (Nietzsche 1996, 175). La “crítica de la modernidad”