A cuadro: ocho ensayos en torno a la fotografía, de México y Cuba. Beatriz Bastarrica Mora

A cuadro: ocho ensayos en torno a la fotografía, de México y Cuba - Beatriz Bastarrica Mora


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a la construcción de su imagen pública en un Registro que ciertamente no se pensó con ese fin, pero que acabó por contener, seguramente, la mayor cantidad conocida de retratos realizados en su estudio. Trabajando desde lo más íntimo y para lo más público, como todo un fotógrafo moderno.

      Imagen 9. Autorretrato de Pedro Magallanes

      Fuente: Colección Particular de las hermanas Ana Rosa y Patricia Gutiérrez Castellanos.

      25 Burke, 2005: 32.

      Capítulo ll

      La fotografía de costumbres de José Luis Requena en el semanario ilustrado El Mundo (1896)

      Brenda Ledesma

      Universidad Nacional Autónoma de México

      La fotografía de costumbres (al igual que la pintura de género homónimo) era descriptiva de la gente, de sus prácticas, de los entornos y de los gestos, pero además podía tener el fin de emocionar, de conmover, de entretener, de ridiculizar, o incluso de dar una lección política o moral a sus espectadores. Este capítulo analiza el caso de José Luis Requena, un fotógrafo aficionado mexicano que practicó la fotografía costumbrista siguiendo convenciones pictóricas en la representación de escenas maternales e infantiles.

      En el cambio del siglo eran cada vez menos las operaciones y los instrumentos que se necesitaban para hacer fotografías. La salida al mercado de la cámara Kodak en 1888, que funcionaba con solo girar una manivela y presionar un botón, así como la creación de modelos de cámara de diversos fabricantes como la Poco o la Ray, facilitó el manejo de los dispositivos fotográficos a quienes no eran especialistas. El número de aficionados a la fotografía en el mundo se multiplicó, y México no fue la excepción.

      Nuevas apariencias de las cosas se hicieron visibles con la captura del movimiento. Las imágenes en secuencia del caballo “Sallie Gardner” que realizó el inglés Eadweard Muybridge (1830-1904) entre 1878 y 1879, y sus estudios posteriores sobre locomoción animal, se convirtieron en el antecedente paradigmático de la congelación del movimiento y enfilaron junto a otros factores la creación del kinetoscopio y el cinematógrafo, que, en contraposición, funcionarían para crear imágenes en movimiento a partir de cuadros fijos.

      Por otro lado, en 1874 Pierre Jules Janssen (1824-1907) registró el paso de Venus frente al Sol con un revólver fotográfico, y múltiples dispositivos que generaron imágenes sorprendentes fueron creados por el francés Étienne-Jules Marey: diseñó el fusil fotográfico, una cámara de disco giratorio, y una estación para estudios fisiológicos donde ideó el uso de ropa o marcas blancas para fotografiar el movimiento de sus modelos sobre fondo negro. Sus fases de movimiento se impresionaban hasta sesenta veces por segundo en el mismo soporte.

      En el ámbito científico, la sensibilidad de las emulsiones se aplicó a su máximo nivel. Las imágenes de Janssen, Muybridge, Marey y otros estudiosos se difundieron ampliamente, y no tardaron en llegar a México, donde circularon a través de la prensa y de libros instructivos sobre fotografía. Estos libros tradujeron a un lenguaje práctico y sencillo para los aficionados, los nuevos usos y aplicaciones de la fotografía, así como los más recientes dispositivos y soportes fotográficos (la placa seca, los obturadores y las cámaras portátiles).

      El francés Albert Londe (1858-1917), que se dedicó a divulgar la fotografía científica, y a promover la fotografía excursionista y la fotografía instantánea, escribió sobre el sentido del juego y el sentido artístico en relación con la captura del movimiento. Londe sugería a los aficionados realizar escenas de género, es decir, fotografía en exterior con modelos vivos, donde encontraba libertad, vida y originalidad, en lugar de practicar el retrato de estudio; sus publicaciones se difundieron en México en sus ediciones francesas y en castellano (Londe, 1886, 1888: 86, 1889). Por otro lado, el austriaco Josef María Eder (1855-1944), especialista en química fotográfica, presentó en su libro La photographie instantanée otro abanico de usos y aplicaciones de la fotografía. Eder promovió la práctica de la fotografía instantánea dentro y fuera del estudio fotográfico. Abordó los géneros tradicionales del retrato y el paisaje, y fue en relación con el segundo que señaló la posibilidad de hacer nuevos elementos: la presencia de personajes o seres animados; al resultado le llamó “paisaje de género”, es decir, paisaje costumbrista. Consideraba que este presentaba “más de movimiento y más de natural que las fotografías de antes” (a causa de la captura de fracciones de segundo) (Eder, 1888: 62), presentó como ejemplos fotografías de campesinos trabajando la tierra o simulando el fin de una jornada de trabajo, así como escenas al borde del río o del mar hechas por el fotógrafo pictorialista Henry Peach Robinson.

      La fotografía, que desde sus orígenes tuvo una relación estrecha con la pintura, obtuvo de ella modelos de representación. Entre esos modelos figuró la adaptación de los géneros pictóricos del retrato y el paisaje a las cualidades materiales y plásticas de la fotografía. Así como algunos pintores lamentaban la incapacidad de su propio medio para representar lo visible de manera detallada y fiel, como hacía la fotografía, los fotógrafos enfrentaban otros impedimentos. La precisión en los detalles y el “parecido” eran valorados en la fotografía, sin embargo, antes del desarrollo de la placa seca era muy difícil generar una imagen “fiel” de lo visible, a menos que los objetos y seres a fotografiar se mantuvieran inmóviles durante el tiempo en que el objetivo de la cámara estuviera abierto. De otro modo, las figuras aparecían borrosas o su imagen no se fijaba en la emulsión.

      Los fotógrafos podían representar cuadros detallados y precisos, siempre y cuando hubiera ausencia de movimiento. Esta limitación alcanzaba todo


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