Introducción al Nuevo Testamento. Mark Allan Powell
una conversión completa y los habría hecho «judíos»). Con el tiempo, estos temerosos de Dios llegaron a ser candidatos de primera clase para la conversión al cristianismo (véase Hch. 10:1-2).
temerosos de Dios: gentiles que simpatizaban con la teología y moral judía.
Los efectos del helenismo en el mundo del Nuevo Testamento
El «helenismo» se refiere ampliamente a la influencia de la cultura griega, que era prominente en el Imperio romano (o en lo que a veces se llama el mundo grecorromano). Durante el período del Nuevo Testamento, se decía que la gente judía en todo el mundo estaba «helenizada» porque habían sido influenciados en mayor o menor grado por la cultura de Grecia y Roma.
Las influencias helenistas incluían asuntos culturales sencillos. Por ejemplo, mucha gente judía de la época, incluso Jesús y sus discípulos, habían adoptado la práctica griega de reclinarse en una mesa para comer (es decir, comían recostados, sobre cojines en el suelo). Por supuesto, el grado de helenismo variaba; en algunos casos se había adoptado, en tanto que en otros casos se había rechazado. Josefo, el historiador judío romano, narra un ejemplo extremo de la influencia helenista que dice que, en algunas ciudades, los jóvenes judíos pagaban para que les hicieran operaciones quirúrgicas en sus penes, para que cuando los vieran desnudos haciendo ejercicios en el gimnasio, pareciera que eran incircuncisos; aparentemente, la circuncisión estaba pasada de moda, y los varones judíos no querían que los gentiles los ridiculizaran. En el otro extremo, algunos judíos rechazaban hostilmente cualquier cosa que pareciera venir del helenismo, buscaban aislarse del mundo secular y denunciaban prácticas sociales aparentemente inocentes como ejemplos de infección pagana.
paganos: gentiles no convertidos; los judíos y los cristianos frecuentemente los relacionaban con la idolatría, el politeísmo, las creencias religiosas erradas y un estilo de vida inmoral.
Las influencias helenistas eran evidentes en Palestina, pero eran más prominentes en la «diáspora». Este término (que significa «dispersión») se refiere a los judíos que vivían fuera de la tradicional tierra natal de Palestina. Algunos judíos de la diáspora eran descendientes de gente judía que no había vuelto del exilio babilonio. Muchos otros eran judíos que descubrieron que la Pax Romana les permitía emigrar y vivir libremente en otra parte. Lo hacían por una variedad de razones: oportunidades de negocios, educación o un simple deseo de ver más del mundo. Pero debido a que los judíos de la diáspora frecuentemente estaban lejos de Jerusalén (en efecto, muchos no vieron nunca la ciudad), el sistema del templo perdió un poco de su prominencia y significado para ellos. Los judíos de la diáspora tendían a acudir a las sinagogas en lugar del templo para sus necesidades religiosas, con el resultado de que, con el tiempo, los rabinos llegaron a ser más importantes que los sacerdotes, y la obediencia a la Torá era más prioritaria que ofrecer sacrificios (que se permitía solamente en Jerusalén).
rabinos: maestros judíos, muchos de los cuales tenían discípulos o seguidores; estrechamente asociados con los fariseos.
Los efectos del helenismo también se sintieron de otra manera muy práctica: el hebreo dejó de ser el idioma principal del pueblo judío. Fue casi olvidado en la diáspora y tendía a usarse solamente en los servicios religiosos en la misma Palestina. El idioma común para Jesús y otros judíos palestinos fue el arameo. De esa manera, en Palestina se usaban ampliamente las paráfrasis de las Escrituras llamadas «tárgumes». Fuera de Palestina, el idioma común de los judíos de la diáspora era el griego, el idioma en el que se escribirían todos los libros del Nuevo Testamento. En efecto, mucho antes del tiempo de Jesús, durante el siglo III a. e. c., las Escrituras judías se habían traducido al griego. Esta traducción griega de la Biblia Judía se llama la «Septuaginta» (la palabra significa «setenta», y la abreviatura común de la Septuaginta es «LXX», el número romano para setenta). ¿Por qué ese nombre? Según la leyenda, la traducción fue hecha por setenta (o setenta y dos) eruditos quienes, al trabajar independientemente, produjeron setenta (o setenta y dos) traducciones idénticas. La Septuaginta se usaba ampliamente en toda la diáspora y también parece que se usó en muchas partes de Palestina. Notablemente, la mayoría de los autores del Nuevo Testamento citan la Septuaginta en lugar de traducir de la Biblia hebrea cuando hacen referencia a algo que se dice en las Escrituras.
La Septuaginta contenía quince libros adicionales, escritos en griego en los años después de que se escribieran las Escrituras hebreas (lo que los cristianos generalmente llaman el «Antiguo Testamento»). A estos libros adicionales, los cristianos protestantes frecuentemente los llaman «apócrifos», aunque once de ellos los católicos los clasifican como «escritos deuterocanónicos». Su condición como Escrituras fue disputada entre los judíos en la época de Jesús, así como ocurre hoy día entre los cristianos. En el Nuevo Testamento, los apócrifos nunca se citan como Escrituras, pero Pablo y otros autores parece que sí habían leído algunos de estos libros y los consideraban favorablemente en sus enseñanzas.
El helenismo también aportó un aumento generalizado de sincretismo religioso. A medida que las poblaciones se mezclaban, las ideas religiosas se iban intercambiando. Por ejemplo, algunas personas judías llegaron a creer en la inmortalidad del alma, la idea de la filosofía griega de que cada persona tiene un alma que sigue viviendo después de que su cuerpo muera. Hay material en las Escrituras judías que podría interpretarse como apoyo a esa opinión, aunque no se había entendido de esa forma previamente.
sincretismo: la combinación o fusión de distintas creencias, y perspectivas religiosas o culturales.
Otras tendencias de la religión judía se amplificaron y modificaron a través del sincretismo judío. Aquí damos un breve vistazo a tres.
La teología de la sabiduría
La teología de la sabiduría llegó a ser más popular que antes. La tradición de la sabiduría de Israel se enfocaba menos en la verdad revelada divinamente (los profetas declaraban palabra del Señor que frecuentemente iba en contra del pensamiento humano) y más en el sentido común (la verdad que se obtiene a través del conocimiento general de la vida y la condición humana). Hay una buena cantidad de material de sabiduría en las Escrituras judías (en libros como Proverbios, Job y Eclesiastés), y los judíos helenistas quizá encontraron una teología basándose en este material que estuviera en consonancia con la vida en un mundo secular, orientado más en la filosofía. En el Nuevo Testamento, la influencia de la teología de la sabiduría es evidente en las enseñanzas de Jesús (véase Mt. 5-7) y en los escritos de algunos de sus seguidores (véase especialmente la Carta de Santiago).
El dualismo
El dualismo pasó a primera plana como un aspecto más prominente de la perspectiva religiosa. El dualismo refleja la tendencia a separar los fenómenos en categorías pronunciadamente opuestas, con poco espacio para algo intermedio. Por ejemplo, una perspectiva dualista tiende a materializar el «bien» y el «mal» como realidades dentro de la naturaleza. La religión judía originalmente se había resistido al dualismo extremo, haciendo énfasis en que toda la gente y las naciones tienen tendencias tanto buenas como malas. Sin embargo, en el mundo del Nuevo Testamento encontramos que ha llegado a ser común pensar que hay «gente buena» y «gente mala» en el mundo (cf. Mt. 5:45; 13:38), y que también hay espíritus buenos (ángeles) y espíritus malos (demonios). Además, la religión judía tradicional le había atribuido prácticamente todo el poder a lo que era bueno, a lo que se derivó del Dios todopoderoso y justo que gobernaba sobre todos. El impulso dualista le concedía mucho más poder a Satanás. De esa manera, en el Nuevo Testamento descubrimos que los cristianos influenciados por el judaísmo helenista han llegado a ser tan dualistas que en realidad se refieren a Satanás como «el dios de este mundo» (2 Co. 4:4; cf. Lc. 4:6; Jn. 14:30; 1 Jn. 5:19).
Figura 2.3. Torá. La cultura helenista valoraba la belleza, el