Introducción al Nuevo Testamento. Mark Allan Powell

Introducción al Nuevo Testamento - Mark Allan Powell


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profesionales de negocios no se reunirían cada semana para leerlo en los desayunos de oración y los adolescentes no memorizarían pasajes de él en los campamentos de verano. Sin duda se le consideraría un clásico de la literatura epistolar antigua (como las cartas de Cicerón), y tal vez se citaría de vez en cuando, pero probablemente no hubiese inspirado cientos de pinturas, miles de himnos y millones de sermones. El impacto y la importancia de todos los escritos del Nuevo Testamento se deben en gran parte a su inclusión en el canon cristiano.

      La palabra canon significa literalmente «regla» o «estándar», pero los grupos religiosos la usan para referirse a un listado de libros que oficialmente son aceptados como Escrituras. En los primeros años, los cristianos simplemente reunían escritos que les parecían útiles y los compartían entre sí. Pablo animó a las iglesias a las que les escribió a intercambiar esas cartas entre sí, para que ellos pudieran leer lo que él había escrito a otras congregaciones, así como a su propia comunidad (véase Col. 4:16). De igual manera, estamos razonablemente seguros de que múltiples copias del Evangelio de Marcos se produjeron y distribuyeron a diferentes partes del Imperio romano unos cuantos años después de que fue escrito (parece que tanto Mateo como Lucas habían tenido copias). Ya que no había imprentas en ese tiempo, la producción de manuscritos era un proceso costoso y requería de mucho tiempo; sin embargo, los cristianos en todo el mundo querían copias de estos documentos y parecía que habían hecho un trabajo extraordinario al hacer y compartir copias unos con otros.

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      Figura 3.1. Conservación de los manuscritos. No poseemos ninguna copia original de los documentos del Nuevo Testamento tal como sus autores los produjeron. Durante siglos, los monasterios y otras instituciones copiaron los manuscritos a mano. En algunos casos, el trabajo se hizo apresuradamente y produjeron copias llenas de errores. Pero la reproducción de las Escrituras también podría considerarse como un llamado supremo, que se llevó a cabo con una seriedad meticulosa que produjo resultados sorprendentemente precisos. (Bridgeman Images)

      Al principio, no era necesario un acuerdo oficial en cuanto a qué libros había que leer; por lo general, las obras que circulaban eran los escritos producidos por la gente que había fundado o dirigido las primeras iglesias, gente como Pablo y los discípulos originales de Jesús, o por lo menos, gente que había conocido a Pablo o a los discípulos originales. Esta cadena de conexión con Jesús o Pablo llegaría a ser conocida como la «tradición apostólica», y siempre y cuando las iglesias copiaran y compartieran escritos que seguían esta tradición, no era tan necesario decidir cuál de estos escritos era digno de ser etiquetado como «Escrituras».

      tradición apostólica: materiales orales o escritos que se cree que tienen una conexión estrecha con Jesús, con sus discípulos originales o con el misionero Pablo, o que se cree que son congruentes con lo que esas personas enseñaron.

      Sin embargo, casi desde el principio hubo voces dentro del cristianismo que estaban en tensión con esa tradición en desarrollo. Con las cartas de Pablo, aprendemos que había gente que discutía por las versiones de la fe cristiana que el mismo Pablo rechazaba; esta gente predicaba un mensaje que pensaban que era «el evangelio», pero que Pablo afirmaba que era una perversión del evangelio (véase Gá. 1:6-9). Algunas de estas voces alternativas del movimiento cristiano probablemente también hayan producido escritos (véase 2 Ts. 2:2), pero al parecer sus obras no han sido conservadas ni incluidas en el Nuevo Testamento. En un sentido, entonces, el Nuevo Testamento no es una colección de los primeros escritos cristianos; más bien es una selección de esos escritos. El Nuevo Testamento contiene esas obras que se consideraron como las más representativas de lo que llegó a ser la corriente principal y ortodoxa.

      Escrituras: los escritos sagrados de una religión, se cree que fueron inspiradas por Dios y se consideran como autoritativas para la fe y práctica.

      El proceso por el que se hicieron esas selecciones fue complejo, y hay controversia entre los eruditos modernos en cuanto a cómo se hicieron los dictámenes. Sin embargo, en el siglo II dos acontecimientos hicieron que el asunto del canon fuera una presión para los cristianos.

      Primero, ahora había cristianos que querían excluir los escritos que tenían vínculos con la tradición apostólica que no eran de su agrado. La figura más prominente en este aspecto fue el erudito y evangelista cristiano Marción (ca. 110-60), que llegó a ser importante en la primera parte del siglo II. Parece que Marción había sido influenciado por un movimiento llamado «gnosticismo», que valoraba lo que era espiritual, pero despreciaba cualquier cosa material o física (véase «En el horizonte: El gnosticismo» en el cap. 1). También quería depurar del cristianismo las influencias judías y hacerlo una religión más puramente gentil. Marción exhortaba a sus seguidores a rechazar escritos que enseñaran una versión de la fe distinta a la que él promovía. Con el tiempo, produjo un listado aprobado de escritos que él creía que debían ser considerados como Escrituras para los cristianos: diez cartas de Pablo (todas excepto 1 Timoteo, 2 Timoteo y Tito) y una copia del Evangelio de Lucas. Él también editó estos once libros para retirar las referencias positivas al Dios judío, o a las escrituras judías, o a otros asuntos que no encajaban con su versión antijudía e hiperespiritual de la fe (afirmaba que los escritos habían sido modificados previamente por los heréticos y que, al editarlos, estaba simplemente restaurándolos a su forma original). De cualquier manera, muchos escritos que actualmente están en nuestro Nuevo Testamento fueron rechazados por Marción y sus seguidores, no porque se considerara que estuvieran en desacuerdo con la tradición apostólica, sino más bien porque esa tradición en sí se consideraba que era corrupta (impregnada de judaísmo y demasiado interesada en la vida física en un mundo material).

       Cuadro 3.2

       De Jesús a nosotros: Seis pasos en la transmisión de la tradición del Evangelio

       Primera etapa: El Jesús histórico

      Jesús dice y hace cosas que se consideran extraordinarias.

       Segunda etapa: La tradición antigua

Oral Escrita
La gente recuerda lo que Jesús dijo e hizo y comparte esas memorias con otros. o La gente escribe relatos breves de cosas que Jesús dijo e hizo.

       Tercera etapa: Composición de los Evangelios

      Los escritores de los Evangelios compilan sus libros, y se inspiran tanto en la tradición oral como en las primeras fuentes escritas para formar narraciones de la vida y obra de Jesús.

       Cuarta etapa: Conservación de los manuscritos

      La gente hace copias de las narraciones del Evangelio y las distribuyen.

       Quinta etapa: Traducción

      Los eruditos traducen copias de las narraciones del Evangelio a otros idiomas, que incluyen, con el tiempo, el nuestro.

       Sexta etapa: Recepción

      En las ediciones modernas de los Evangelios, escuchamos o leemos de lo que Jesús dijo e hizo.

      Segundo, había cristianos en el siglo II que comenzaron a producir escritos nuevos y a atribuirlos


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