Marina escribe un libro. Ángel Morancho Saumench

Marina escribe un libro - Ángel Morancho Saumench


Скачать книгу

      —Ha sido un fiasco —le contesté a Angelina—, y más si la comparamos con la que tuvimos con los amigos de Claudia que sí nos parecía peligrosa; en fin, lo hecho, hecho está. Hace buena noche; propongo ¿por qué no nos sentamos en la terraza de El Espejo? Todavía es pronto y no hace mucho frío.

      Pedro se apuntó a la idea, aunque indicó: “Pero esperarme allí un momento, vuelvo al café Gijón. He de firmar la cuenta y dejar una propina”.

      Nos íbamos a sentar cuando Angelina se despidió de nosotras con un par de besos:

      —Tengo que irme; Claudia, mi enhorabuena pues de lo que puedes estar segura es que Pedro es una gran persona, y también envidio tu amistad con Marina; a mí me hace falta una parecida.

      —Cuenta con nosotras, ¡qué maja eres Angelina! —le contesté mientras la despedía con la mano. Solas ya las dos, le reconvine a Claudia:

      —Claudia, has estado muy desafortunada ¿por qué has sacado a relucir uno de tus peores mantras?

      —¿Mantras? —me preguntó ella.

      —Sí, tus mantras. “Una aventura extramatrimonial puede mejorar la relación de una pareja estable”, y lo dices porque lo afirman numerosos psiquiatras, psicólogos, sociólogos y hasta sexólogos americanos y los que en Europa siguen a rebufo... Menos mal que no seguiste con tu variante “una aventura en un matrimonio no tiene ninguna importancia si ellos se quieren, y si no es que tienen que separarse ya” y tu añadido “flirtear o coquetear sin buscar algo más es divertido y si a tu pareja le molesta ¡qué se jorobe!”. Y tu más que desapego a sus creencias, me dijiste que no querías evidenciarlas ante él. Prometiste ocultar esas facetas tuyas. Si Pedro se entera de todo, estoy segura de que le da un shock. Cambiemos de tema. Pedro se está acercando con paso vivo.

      Efectivamente. Pedro volvía acelerado del café Gijón. Nos dijo que amonestó a los invitados presentes que todavía permanecían allí. Pedro nos explicó lo que les había dicho:

      —Siempre se aprende y hoy os conozco mejor y podéis contar conmigo como persona, pero no como amigo; no hago excepciones. —Me protestaron amistad, pero no quise seguir escuchándoles.

      Ya sentados de nuevo los tres, le preguntamos si le habían comentado algo más. Pedro se quedó silencioso, casi ausente, después de pedir unas consumiciones. Eché en falta a mi conocido señor Marsal.

      —Estaba pensando —nos dijo Pedro— que me equivoqué; les conocía, pero no se me ocurrió que pudiesen venir ya animados por unas copas y con la determinación de desbaratar la reunión. Os confieso que lo que más me molestó es que el nefasto desenlace entró en barrena por esa laxa interpretación que de una aventura hiciste tú, Claudia, y el desapego a la Iglesia que se dijo y que no desmentiste. Una cosa es no participar de una idea y otra es menospreciarla.

      —Por Dios, no te lo tomes a mal —casi le imploró ella.

      Pedro y yo la miramos con preocupación. Claudia comenzó a darle vueltas a lo que había dicho, pero ni pronunció palabra ni entendió el estado de ánimo de Pedro. Le di un codazo y le susurré: “Habla de lo que ocultas; hazlo con sutileza o lo pasaréis mal”. Claudia no se atrevió. Nos centramos en nuestros chupitos mientras Pedro calentaba con sus manos su copa de cognac; estuvo absorto, giró y giró su copa. De cuando en cuando olfateaba su Remy Martin; pero siguió mudo. Al fin se tomó de un trago el resto de la copa y educada, pero seriamente, nos dijo:

      —Me voy a casa. Vosotras os podéis ir juntas. Vivís en el mismo lugar.

      —Por Dios, no te vayas ahora —reaccionó Claudia—, han sucedido cosas que nos conciernen; por favor, no te vayas.

      —Cierto, Claudia, por eso mismo quiero digerirlas primero yo solo. Adiós a ambas.

      Ella se levantó para retenerle, pero él se excusó diciéndole: “Déjame querida Claudia, es mejor así”. Y desapareció entre las luces y sombras de la alameda.

      —¿Por qué ha salido tan mal, Marina? ¿He sido la culpable? —me preguntaste lloriqueando.

      —La culpable soy yo, querida amiga. No tendría que haber contado ni con Mª José ni con Magda. Casi todos te conocen como la hija del prepotente marqués y eso es algo que no te beneficia para que les resultes simpática. Y Pedro es muy querido en general en la oficina de tu padre. Aquellas se han dado el gustazo de ponerte contra las cuerdas; y Magda también a Pedro, con un espectáculo deprimente.

      —¿Crees que Pedro está enfadado? ¿Crees qué me verá con un perfil que ya no le guste tanto? Quizás empiece a verme de otra forma que no creo que sea para mejorar nuestra relación. ¡Qué inoportuna he estado!

      *****

      Y ahora que releo el escrito me pregunto: si Claudia hubiese sido sincera, ¿Pedro hubiese dado marcha atrás? No lo creo. Pero sí que sí hubiese sido menos condescendiente la agresividad de ella se habría mitigado. Conocer estos flecos ya casados fue un trauma para Pedro y en seguida explicaré cómo resultó.

      [3] Lord Acton: Barón Acton es un historiador y político inglés liberal, muy conocido por sus servicios en la Cámara de Comunes, y célebre por sus contundentes frases.

      Конец ознакомительного фрагмента.

      Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

      Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.

      Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.

/9j/4AAQSkZJRgABAgAAAQABAAD/2wBDAAgGBgcGBQgHBwcJCQgKDBQNDAsLDBkSEw8UHRofHh0a HBwgJC4nICIsIxwcKDcpLDAxNDQ0Hyc5PTgyPC4zNDL/2wBDAQkJCQwLDBgNDRgyIRwhMjIyMjIy MjIyMjIyMjIyMjIyMjIyMjIyMjIyMjIyMjIyMjIyMjIyMjIyMjIyMjIyMjL/wAARCBB3C7gDASIA AhEBAxEB/8QAHwAAAQUBAQEBAQEAAAAAAAAAAAECAwQFBgcICQoL/8QAtRAAAgEDAwIEAwUFBAQA AAF9AQIDAAQRBRIhMUEGE1FhByJxFDKBkaEII0KxwRVS0fAkM2JyggkKFhcYGRolJicoKSo0NTY3 ODk6Q0RFRkdISUpTVFVWV1hZWmNkZWZnaGlqc3R1dnd4eXqDhIWGh4iJipKTlJWWl5iZmqKjpKWm p6ipqrKztLW2t7i5usLDxMXGx8jJytLT1NXW19jZ2uHi4+Tl5ufo6erx8vP09fb3+Pn6/8QAHwEA AwEBAQEBAQEBAQAAAAAAAAECAwQFBgcICQoL/8QAtREAAgECBAQDBAcFBAQAAQJ3AAECAxEEBSEx BhJBUQdhcRMiMoEIFEKRobHBCSMzUvAVYnLRChYkNOEl8RcYGRomJygpKjU2Nzg5OkNERUZHSElK U1RVVldYWVpjZGVmZ2hpanN0dXZ3eHl6goOEhYaHiImKkpOUlZaXmJmaoqOkpaanqKmqsrO0tba3 uLm6wsPExcbHyMnK0tPU1dbX2Nna4uPk5ebn6Onq8vP09fb3+Pn6/9oADAMBAAIRAxEAPwD36iii gAooooAKKKKACg0UUAJRS0UAJRS0lABRRRQAUUUUAFFFFABRRRQAUUUUAFFFFABRRRQAUUUUAFFF FABRRRQAUUUUAFFFFABRRRQAUUUUAFFFFABRRRSAKSlpKACiiigAooooAKKKKACiiigAooooAWii igYUUUUAJRRRQIKKKKACiiigAoNFFACUUuKMUDEopcUlABRRRQAUUUUAFFFFABRRRQAUUUUABpKW igBKKWigBKKKKQBRRRQAUUUUAFFFFABRRRQAUGig0AJRRRQAUtJS0AFFFFABSUtJQAUUUUAFFFFA BRRRQAUUUUCCiiigBKKKKACiiigAooooGFFFFABRRRQAUGig0AJRRRSAKKKKACiiigAooooAKKKK ACkpaSmAUUUUAFFFFABRRRSASiiigAooooAKKKKACiiigBKKWigBKKWg0AJRRRQAUlLRQAUCiigB aSlptAhaKSigBaKSloGFFFFAAaSlNJQAUlLSUALRRRQAUUUUAJRRRSAKKKKAEopaKAEopaDQAlFF FABRRRQAUUUUAFFFFABRRRQMKKKKACiiigAooooAKKKKAEpKWigBKSlooASilopCEopaKAEopaKA EopaDQAlFFFABRRRQAUUUUAFNp1GKAG0mKdRigY2loopAFFFFAAaSlNJQAUUUUDCiiigAooooAKK KKACiiigAoNFBoEJQaKKAEopcUYpgJS0YooASiiigBKWkpaAENFBooAKDRRQITFFLSGgANJRRQAl FLSUwCiiigAooooAKKKKACiiigAooooAKDRQaAEooooEFFFFABRRRQAUmKWjFACYoxS4oxQA2ilP SkoAKKKKACiiigAooooASiiigANJSmkoAWiiimAUUUUAJRRRQIKDRQaAEooooAKKKKACiiigAooo oAKKKKBBSUtJQAlBooNACUopKUUwCkNLSGgAooooAKKKKAEooopiCiiigAptOptACilFIKUUAIaT vSmk70AFFFFACUUtJQAlLRRTASilpKAEpaKKACiiigBRQaBQaAEpDS0hoAXtSGl7UhpgJRRRQAlF FFMQUUUUAFFFFABQaKDQAlF
Скачать книгу