Marina escribe un libro. Ángel Morancho Saumench

Marina escribe un libro - Ángel Morancho Saumench


Скачать книгу
tu respuesta hubiese sido oportuno que hubieses recordado ese dicho en el que dos ancianos se encuentran sentados en un poyo tomando el sol en su pueblo; uno confiesa: “Mi mujer lleva tres días sin hablarme”, y el otro responde: “¡Cuídala! ¡Que mujeres así ya no se consiguen!”. —Fernando se rio solo—. Qué poco os habéis reído ¡parece que estéis anclados en un falso dolce far niente, sin molestar a nadie, cuando han sucedido unos indelicados episodios de los que yo, personalmente, me avergüenzo! Se supone que quienes estamos aquí hemos sido bien educados.

      —Métete en tus asuntos Fernando; a los amigos se les trata con confianza que es lo que he hecho, ¿qué hay de malo? —respondió con afectada ingenuidad Magda. Tras esto se levantó, se acercó a Fernando y le besó en la frente—. ¡No te enfades conmigo, Fernando!

      —Fernando, yo sí me he reído y mucho por lo bajini —comentó Pedro—; me recuerdan esos chistes que ahora están proscritos por ser machistas, según dicen.

      —No me tomes por tal —respondió un sonriente Fernando— soy de quienes adoran a las mujeres; tanto, que casi elijo a todas... y por eso sigo soltero...

      Angelina ahora sí se rio tanto que la acompañamos por mimetismo. Pero Mª José, al igual que Magda, también quería enredar:

      —Seamos serios y no riamos por reír; aquí tenemos una pareja que nos dicen que se quieren o parecido; mi pregunta a Claudia, a quien conozco a través de muy buenas fuentes, es: ¿os casaréis solo por lo civil?

      —Rotundamente no, será por la Iglesia.

      —Me parece bien —retrucó Mª José—, pero no casa con tus expresos manifiestos de desarraigo no solo del catolicismo, también del cristianismo.

      —Eso son cosas tan íntimas —Pedro salió al quite—, que hasta las protege nuestra constitución a pesar de que sirva para todo.

      —Por favor —dijo Magda—, Pedro, no es momento de acudir a tan altísima instancia. Lo importante ahora es si os queréis, lo cual damos por supuesto, pero... ¿tendréis continuidad? ¿Cuánto tiempo? Pedro, conmigo sería hasta mi muerte, ¿me entiendes?

      —Magda —Claudia se sintió obligada a intervenir—, no te conozco, pero oyéndote echo en falta la corrección entre unos contertulios que se suponen amigos o como tales se reúnen. Tú brindas al cielo tu entrega permanente, pero... ¿por qué me la niegas a mí? Le estás enviando un mensaje a Pedro sibilino; contigo sí, conmigo no. Explica el porqué.

      —Magda —intervino Luis Eslava—, en castizo “t’as pasao ocho pueblos”. No nos hemos reunido para dirimir quién es la más bella o a quién debe elegir Paris como la más hermosa entre tres diosas. Claudia, esta gran mujer que nos honra con su presencia, nos dice que quiere casarse con Pedro. Creo que se merecen el uno al otro, démosles nuestra enhorabuena y nuestras felicitaciones. Tras esto nos concierne hacer una fiesta agradable brindando con los novios por un feliz porvenir.

      —Gracias Luis —contestó Pedro—; acompaño el brindis deseándoos toda una felicidad semejante a la nuestra. Hasta tú, Angelina, la tendrás, si arrojas tus demonios.

      —Mucho me conoces Pedro; pero sabes que la vida, cuando te da un puntapié, es difícil que te retorne al mismo camino. Pedro, me encantaría ser madre y... no sé si algún día querré fecundarme in vitro con esperma desconocido. Me veo imposibilitada para ser compañera o pareja de un varón. Pero sí me encanta la unión con alguno de ellos en una noche intranscendente en la que cuando te levantas ni te acuerdas del nombre de quien ha estado contigo. Eso, Pedro, alivia la conciencia. No haces daño a nadie; ambos hemos sido indiferentes, salvo al placer. Cuando sí hay sentimiento es cuando nos puede hacer daño; es la falta de una supuesta lealtad. Es mi experiencia.

      —Angelina —el siguiente comentario de Claudia sorprendió hasta a Pedro—, una relación extramatrimonial puede ser positiva para el matrimonio, según avalan numerosos psiquiatras y psicólogos, especialmente los norteamericanos que suelen ir por delante de los europeos.

      Me incliné hacia ella; en un susurro le conminé: “has metido la pata hasta el fondo, rectifica”.

      —¿Lo dices en serio, Claudia? —aprovechó Magda—, si es así, yo que Pedro me repensaría esta presentación.

      —Magda —contestó Claudia—, otra vez con tu cantilena. No digo que deba ser así, solo que puede ser.

      Se produjo un silencio que afortunadamente interrumpió Luis Eslava, mientras Pedro intentaba asimilar las palabras de Claudia.

      —Sabéis que me encantan las faldas... o los pantalones femeninos que tanto abundan ahora, pero no creo en esa simplicidad de Claudia. Con todo lo que soy yo y mi experiencia como matrimonialista, cualquier parte afectada acaba considerándolo como una traición; incluso entre parejas muy abiertas hay un momento en que alguno de ellos se pregunta ¿para qué y qué hacemos aquí? No nos equivoquemos, como me he repetido con frecuencia, cualquiera de las partes acabará pensando que no solo ha sido una aventura, lo calificará como traición. Y traición lo es en cuanto se incumple una promesa o juramento de fidelidad. Se equilibra cuando la traición es mutua. Pero, aun así, ambas partes se sienten agraviadas pese a que la ley solo lo contemple como cualificación y no como causalidad. El repudio de la Biblia está ahora presente también para las mujeres en nuestra legislación. Es más fácil divorciarte que echar a tu empleada del hogar. A mí me facilita mucho mi trabajo, pero reconozco que la sociedad no evalúa las perniciosas consecuencias de esta legislación. Por un simple cabreo coyuntural un matrimonio se va al garete. Cuando yo les sigo, muchas veces percibo que esa pareja podría haberlo superado, pero la maquinaria judicial ya es imparable y hay demasiados abogados pendientes de sus honorarios y no de su ética.

      —No sabía que teníamos un obispo entre nosotros —comentó burlonamente Mª José.

      —Esa es la estupidez que siempre se utiliza para ser progre. Las reacciones humanas en la convivencia pueden ser alimentadas por una religión o una idea, aunque sea utópica. Pero nuestras simpatías y antipatías las formulan nuestros sentimientos aun cuando tengamos miedo de manifestarlos. Mejor me callo; solo soy un profesional agnóstico. No es día de peroratas. Lo siento, Pedro, esto no ha salido como esperaba; tomaremos una copa juntos y nos daremos un abrazo. Claudia, eres una auténtica beldad que ha fijado sus ojos en una gran persona. Adiós a todos.

      —Gracias Luis —contestó Pedro—. Tienes razón en que esto no ha salido como se esperaba. Será mejor que nos despidamos todos. Claudia, vámonos.

      —No veo por qué —respondió Claudia claramente molesta—. Apenas hemos comido y tampoco hemos bebido. Por favor, Luis, quédate, por favor, eres una persona francamente interesante con esas experiencias que tanto te habrán enseñado. Rectifico lo que parece que tanto ha sorprendido antes. Yo soy defensora del “hasta que la muerte nos separe”. —Pero su voz se quebró.

      —No sé tú Claudia —apuntó Pedro— pero yo no estoy a gusto; y disculpadme por haberlo dicho. Si seguimos así, acabaremos en un funeral.

      Fernando intentó de nuevo remediar la situación:

      —Os voy a contar una anécdota divertida... —Observó el ambiente—. Bueno veo que no queréis escuchar. Claudia te doy la bienvenida, pero lo siento, estoy con Luis. Ya tomaremos una copa juntos.

      Luis y Fernando ya se retiraban cuando Pedro se levantó y dijo:

      —Marina, estoy muy agradecido por tu interés y la preparación de esta reunión. Ahora no puedo evitar con tristeza recordar lo que te dije: ¿Amigos? ¡Si solo tengo uno!, lo digo con mis disculpas a los presentes. Creo, Marina, que habrás comprobado que estaba muy cerca de lo cierto. Os agradezco a todos vuestra asistencia; quedaos quienes queráis; la cuenta me la anotan a mí, full credit.

      Se oyeron algunas palabras de protestas bienintencionadas y de despedida, desde la proclamación inquebrantable de amistad hasta disculpas de Magda. Claudia, Pedro y yo salimos del local y paseamos los tres cabizbajos. Angelina nos dio


Скачать книгу