Psicoterapia Corporal. Vassilis Christodoulou

Psicoterapia Corporal - Vassilis Christodoulou


Скачать книгу
vertebral nos indicará la incapacidad del paciente de dejar que sus emociones se expresen. Por otro lado, una columna colapsada revela una tendencia a ceder el control, a caer fácilmente y a rendirse a sus propias emociones. Aquella persona que tenga la columna en este estado está gobernada por su parte infantil y tiene miedo de asumir las responsabilidades que se esperan de él o ella.

      La tendencia de carácter manifestada por mi joven paciente C.D. era la tendencia hacia el control, a pesar de que existía una clara tendencia a desmoronarse – una tendencia al colapso, a buscar apoyo y rendirse a sus emociones, a sentir la alegría de un niño. Estas dos tendencias, como Boadella ha demostrado, existen en todo el mundo y son siempre polos opuestos. Esta polaridad se presenta como un tipo de estratificación… La parte exterior visible es un pobre escondite de la verdad, el otro polo, que se presenta disfrazado; puede desvelar, por lo tanto, lo que yace debajo. Nuestra estructura de carácter, la defensa que hemos construido en la forma particular que es nuestro cuerpo, revela nuestras necesidades reales. Mientras más rechacemos algo, más lo anhelamos. Lo rechazamos a cierto nivel y lo imploramos en otro. Así, C.D. daba la impresión de ser fuerte tanto físicamente como socialmente. En términos sociales, se mostraba siempre generoso. En vez de tomar de los demás, daba sin parar, escondiendo su verdadera necesidad, que era tomar, recibir aceptación y amor a cualquier precio y, en lo que se refiere al cuerpo, poder caer y ser apoyado por los demás.

      Un poco más tarde, en la misma sesión terapéutica con C.D., cuando sintió que yo estaba realmente ahí para apoyarle, conectó con el recuerdo de una ex-novia:

      “Puedo ver su rostro, sí, puedo verla en frente mío, más grande que mi vida. Me dice que está embarazada. Esa noticia hace que mi sangre se congele. Estoy en un aprieto… La quiero pero mis padres no la aceptan. Y quiero su aprobación. Me encanta estar con ella, pero ahora está embarazada y yo estoy en un aprieto...”

      Su cuerpo, desde la cintura hacia arriba y, especialmente su espalda, estaba completamente rígido. Sus piernas, desde la pelvis hacia abajo, se agitaban de la misma forma en la que se moverían las piernas de un títere cuyas cuerdas se mueven rápidamente hacia adelante y hacia atrás. Le pedí que reflexionara sobre sus sentimientos y se dio cuenta de que estaba enfadado.

      “Estoy enfadado, muy enfadado porque… ¿por qué me harían esto?”

      Le pregunté si podía identificar con quién estaba enfadado y me contestó inmediatamente: “Con ella, estoy enfadado con ella; ¿cómo ha podido hacerme algo así…?

      En ese momento era como un coche totalmente acelerado pero con el pie firme en el pedal de freno. Estaba al borde de saltarse la señal de 'Stop'. Sabía lo que quería hacer y, cuando le pregunté qué era, me respondió inequívocamente:

      “Quiero golpearla… quiero golpearla...”

      No atacó hasta que le di el permiso de hacerlo. La energía estaba ahí, lista para liberarse, pero no de forma controlada…

      Le conduje hacia un colchón con un montón de cojines sobre él. Se arrodilló y comenzó a golpear un gran cojín y, para hacérselo más fácil, lo cogí y lo sostuve en frente de mi pecho. Golpeó el colchón una y otra vez y después, tras la primera liberación de rabia, se dio cuenta de cómo se sentía realmente: se dio cuenta de que tenía miedo. Tenía miedo de enfrentarse a la situación y, al mismo, tiempo, sentía algo nuevo. Quería quedarse con el bebé. Pero a sus padres no les gustaba la chica. Así que no podía ser. La cuestión del niño le puso cara a cara con su miedo a ser dependiente: perdería el control. Era parte de su estructura de carácter, parte de su neurosis.

      Los individuos neuróticos tienen miedo de la dependencia, de la misma forma que temen la independencia, dependiendo del extremo en el que se encuentren: si están demasiado enraizados, temen la dependencia; tienen, lo que diríamos, una obsesión patológica con la independencia. Por otro lado, cuando un individuo está especialmente desarraigado, muestra un tremendo miedo a la independencia y una obsesión con la dependencia. La habilidad de moverse entre ambos extremos, dependiendo de las circunstancias, y de disponer una experiencia práctica de la interdependencia, es un signo de salud mental. (En relación con la interdependencia, las sociedades occidentales tienen un efecto negativo en la salud mental de la gente poniendo un enfermizo o patológico énfasis en la independencia y en la auto-suficiencia del individuo. De esta forma crean la ilusión de que el hombre es un ser autónomo y auto-suficiente que puede vivir independientemente del resto de 'individuos').

      La dependencia funcional de la psicoterapia

      En psicoterapia creamos un tipo de dependencia funcional que permite al paciente recibir, a través de la relación terapéutica que tenemos con él, aquello que no recibieron durante su desarrollo personal, con tal de que puedan adquirir una interdependencia funcional. El objetivo es poder empoderarle para que puedan saber cuándo tomar la iniciativa y abrir el camino y cuando seguir a otros sin sentirse inferior. En psicoterapia corporal, cuando hablamos de dependencia, independencia e interdependencia no hablamos de meros constructos mentales o conceptos que asimilamos mentalmente. Son procesos corporales, procesos que se registran en los seres humanos puramente a nivel celular y que resultan evidentes en el tono muscular del paciente.

      Cuando vamos a psicoterapia, llegamos cargados de nuestros déficits. Si nuestros padres no nos han dado el tipo de apoyo que nos permite sentir que nuestros pies están firmemente arraigados en la tierra, tendremos la sensación de que el suelo se escurre bajo nuestros pies. La tierra y nuestros padres – más específicamente, sus cuerpos – juegan el mismo papel. Nos ofrecen el terreno que necesitamos para valernos por nosotros mismos, a nuestro propio ritmo, para que podamos caer de forma segura sin temer estrellarnos contra el suelo y poder levantarnos con confianza en nosotros mismos. Es éste el terreno que ofrecemos a nuestros pacientes en psicoterapia corporal, en lo relacionado con el espacio, el tiempo y el sostén corporal – sostén ofrecido por el cuerpo del terapeuta. La inseguridad se expresa también en el tono muscular de aquel paciente que no confía en nadie: para no caer, tratan de sostenerse solos. El resultado: excesivo control, rigidez, sobrecompensación, tensión muscular y, en este último caso, debajo, encontramos a menudo un tono muscular débil. Es trabajo del terapeuta ayudar al paciente a romper el ciclo bipolar de rigidez y colapso. Los terapeutas son muy conscientes de esto. El objetivo de la terapia es la creación de un individuo maduro y bien integrado que sabe cuándo apoyar a los demás y cuando dejarse apoyar.

      En el anteriormente citado caso del joven C.D., existía una tendencia hacia el miedo y la rabia alternativamente. En su cuerpo, se movía de hecho entre los extremos de rigidez y colapso. Tono muscular tenso, una espalda tan dura como la piedra, respiración superficial y piernas temblorosas… Mi mano en su espalda le dio una sensación de apoyo, que le permitió explorar lo que estaba experimentando en profundidad.

      Del miedo a la rabia progresó finalmente hacia la satisfacción y, también, hacia la tristeza. La tristeza fue totalmente una sana reacción que mostró que la terapia progresaba adecuadamente. Pudo salir del círculo vicioso y del impás de miedo / rabia. La tristeza fue de ayuda para poder crear un grounding mejor. Su novia estuvo de acuerdo con abortar. C.D. se dio cuenta de cuán triste se sentía pero fue incapaz de encontrar otra solución. Se sintió aliviado. Pudo entonces ir al médico que le aseguró que 'todo había ido bien'. Vio a su novia salir del quirófano. Estaba bien… Los temblores disminuyeron. Su cuerpo se estabilizaba a pesar de que la hiperextensión seguía ahí. Creí en ese momento, y mi creencia se confirmó más tarde, que su postura corporal disfrazada tenuamente su mayor miedo, que era encontrarse con su propio miedo.

      Dicho miedo era el de un niño cuyos padres no iban a estar cuando más los necesitara. Eran el miedo y la vergüenza de un niño que temía que sus padres olvidaran recogerlo a la salida de la escuela, que temía que lo dejasen solo en su habitación durante horas, que temía llegar a casa con malas puntuaciones, que siempre era criticado por sus padres, a quien regañaban por enésima vez, que temía que no estuvieran cuando los necesitaba para que le apoyaran emocionalmente y le abrazasen. Era el miedo de un niño que quería que sus padres estuvieran a su lado, para que satisficieran sus necesidades individuales, pero que se encontró solo… el miedo de un niño que anhelaba una sensación de seguridad física, que ansiaba


Скачать книгу