Psicoterapia Corporal. Vassilis Christodoulou

Psicoterapia Corporal - Vassilis Christodoulou


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con el niño sobre lo sucedido y sobre todos los trámites asociados, asentará y humanizará la experiencia haciéndola más aceptable, lo cual proveerá al niño de un acceso al dolor y le permitirá gestionarlo. Cualquier otra cosa dejará al niño expuesto, excluido de la sociedad de sus iguales, y lo arrojará a un vacío existencial donde el dolor de cualquier pérdida futura no solamente no le causará ningún malestar, sino que le atrapará en un flirteo constante con la locura. No me refiero, en este caso, a sentimientos de culpa que pueda tener el niño en relación a su madre ‘desaparecida’; no porque no los haya, sino porque el niño tendrá que enfrentarse a cuestiones de naturaleza más primitiva relacionadas con su ser existencial y la cuestión de la culpa parece ser redundante al principio.

      Uno puede llegar a imaginar la presión excesiva que tuvo que sentir este niño para que no fuera capaz de hacer a su padre una pregunta tan obvia como: ‘Papá, ¿dónde está mamá?’ Dos años más tarde, el padre anunciaría a su hijo que tendría una nueva mamá. Tal cual: ‘Vas a tener una nueva madre’. Ni una palabra de la ‘otra’ madre… Ni siquiera cuando ya hubo crecido le habló nunca nadie de su ‘vieja’ madre. ¿Cómo es posible, deberíamos preguntarnos, que alguien pueda ocultar la muerte de una madre a su hijo sin darse cuenta de que habrá que pagar un precio por ello? Lo que sí podemos imaginar son las inseguridades y defensas que debía tener el padre para que reaccionara de esa manera.

      Dejando de lado este caso extremo, recuerdo también el de una mujer que perdió a su padre cuando era joven:

      “Puedo recordar – tendría unos nueve o diez años – cuando, volviendo un día del colegio vi muchos coches fuera y gente dentro de casa. Me alegré mucho cuando me di cuenta que eran parientes. No había más miembros de la familia en la ciudad dónde vivíamos así que, cada vez que venían a visitarnos nuestros parientes desde otra ciudad, era porque había algo que celebrar. No me di cuenta al principio que todos vestían de negro. Me miraron todos sin expresión alguna. Mi alegría se evaporó, nadie me sonreía y miraban hacia mí haciendo ver que no estaba ahí, hasta que una de mis tías me tomó de la mano y me acompañó fuera. Fue en ese momento cuando pude escuchar a alguien decir sobre mí: ‘No lo sabe’. Me di cuenta entonces de qué es lo que no sabía: mi madre no estaba en casa. Mi tía me dijo que estaba en el hospital porque le había pasado algo a papá… No recuerdo exactamente lo que me dijo. Aun así, me di cuenta de que eran malas noticias y de que no volvería a ver a mi padre nunca más. Empecé a llorar, mi tía me tomó entre sus brazos y me abrazó tan apretadamente que aún lo recuerdo, y me dijo que no llorara porque así podría ayudar a mi madre. Ni siquiera me llevaron al funeral… Desde entonces, nunca lloro, nunca… Si algo me emociona, puedo soltar una o dos lágrimas, pero raramente ocurre”.

      No es de extrañar que nunca llore, que no derrame ni una lágrima: la tristeza, la sorpresa, el dolor y las lágrimas están grabados en su cara, igual que en la cara de un payaso. La miras y sabes que si llorase su rostro desaparecería, que la máscara de payaso se desvanecería junto con su propia cara.

      No todas las buenas intenciones son buenas y, definitivamente, no todas ellas hacen el bien; como dice el dicho: ‘El infierno está lleno de buenas intenciones’. También cuestiono las buenas intenciones de aquellos adultos – a menudo son parientes – que en estos casos le piden al niño que apoye al progenitor que queda, en vez de apoyarles ellos, como deberían, de la mejor de las maneras posibles. No es suficiente que el niño haya perdido a uno de sus padres, no es suficiente que no le dejemos llorar la muerte junto a nosotros – ya que dejarlos solos simplemente congelará el proceso en su cuerpo -; además le pedimos que apoye a la persona que debería precisamente estar apoyando al niño – el padre o madre que queda – llevándole así a un callejón sin salida. La situación es trágica para el niño. Se enfrenta al hecho de tener que reprimir sus propios miedos, inseguridades y dolor de su propia pérdida; y en el preciso momento en qué necesita ayuda, cualquiera que esta sea, le piden que brinde apoyo él mismo porque sobre él siente la amenaza de que, sin el progenitor que le queda, él también morirá…

      Aquellas personas que tienen energía congelada en el cuerpo, al absorber energía de otros, no importa cuánta sea, son incapaces de aprovecharla. Para que puedan recuperar el flujo de energía, deben liberar la suya propia a través de ejercicios, psicoterapia y, especialmente, psicoterapia corporal, meditación y oración, lo cual les ayudará a coordinar los centros energéticos del cuerpo.

      Cada uno de nosotros tiene una cantidad determinada de energía

      Como hemos visto, cada individuo dispone de una cierta cantidad de energía y, si ésta se acumula en un extremo del cuerpo habrá entonces deficiencia en otro extremo. Es por ello que, como terapeutas nos centramos en la pelvis y en las piernas, el otro polo, en los cuales encontraremos escasez de energía cuando haya mucha acumulada en la cabeza. Hacemos lo mismo con la parte frontal y posterior del cuerpo. Y, siguiendo esta guía básica, siempre trabajamos buscando el equilibrio. En el caso de un paciente en particular, nos tomó muchísimas sesiones conseguir que la energía que tenía en la cabeza, el cuello y sus constantemente tensos hombros se moviera, primeramente a las manos, para seguir su recorrido hacia la pelvis y las piernas. Como muchos de mis pacientes, al jugar a fútbol se alegraba cuándo le daban una patada en la pierna, ya que dichos golpes ‘abrían’ las partes inferiores de su cuerpo que, no solamente le resultaban desconocidas, sino que, si se me permite usar la expresión, ni siquiera estaban habitadas por él… Pensamientos, obsesiones y 'bloqueos mentales', como él los llama, son sus características distintivas. Es capaz de hacer un problema de la nada, hasta de las cosas más insignificantes, a pesar de que se da cuenta de que no debería prestarles atención. En el trabajo, es uno de los funcionarios más concienzudos, aunque está lleno de inseguridades e incluso miedos sobre la posibilidad de ser despedido:

      “Cuando empiezo a pensar de forma negativa, mi imaginación no tiene límite. Cuando me vienen esos pensamientos, siento que cualquier cosa es posible. No hay límite entre lo que es racional y lo que no lo es… Hoy en día, sin embargo, he aprendido a contenerme haciéndome esta pregunta: '¿Qué diría el señor Christodoulou de esto?' También me han ayudado los ejercicios que he aprendido de grounding y aquellos en los que tengo que caminar, sino me siento terriblemente desgastado, como si solamente tuviera medio cuerpo, sin pelvis o piernas”.

      En el caso de este paciente, la energía, en términos embriológicos, está retenida en el exodermo. Su forma de pensar tampoco le ayuda en su vida diaria. La energía atrapada en su cabeza y en el diafragma obstruye el flujo de energía hacia las piernas y hacia la tierra. Por tanto, para poder cambiar esta situación trabajamos principalmente con el cuello y el diafragma.

      Si nos posicionamos desde la perspectiva del plexo solar y por lo tanto de las emociones, vemos que el elemento dominante es el Sistema Nervioso Simpático. Debemos recordad que el Sistema Nervioso Autónomo tiene dos sub-sistemas: el sistema nervioso simpático y el sistema nervioso parasimpático. El sistema nervioso simpático dispone de una carga positiva y otra negativa. La carga positiva prepara al cuerpo para la acción y el movimiento. Es una carga que moviliza el cuerpo para encarar una acción externa. En un nivel emocional, teniendo en cuenta que emerge del mundo de los sentidos y del cerebro reptiliano hacia el sistema límbico y el cerebro emocional, la carga positiva está conectada con la ira y con todas aquellas capacidades que nos da para nuestra propia protección, para poder abrirnos al mundo exterior y definir nuestros límites. La carga negativa lleva toda la energía hacia dentro y el cuerpo se retrae, se cierra y se protege a través de convulsiones o de miedo. El sistema nervioso parasimpático tiene el efecto opuesto al del sistema nervioso simpático: nos relaja y nos calma. En algunos individuos, en vez de existir un equilibrio entre estos dos sistemas, uno de ellos es más dominante que el otro, llegando a ser una actitud de vida. Así, hay individuos que están dominados por el sistema nervioso simpático y que están casi siempre hipotónicos, carentes de energía y en estado fóbico, mientras que otros están constantemente en alerta, moviéndose hacia afuera y dominados por la ira. Tanto el miedo como la ira están entonces gobernados por el sistema nervioso simpático. Lo que los diferencia es el movimiento de energía. El movimiento de energía hacia afuera está conectado con la ira y el movimiento hacia dentro con el miedo. Para poder entender mejor los conceptos de energía y comportamiento,


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