Psicoterapia Corporal. Vassilis Christodoulou

Psicoterapia Corporal - Vassilis Christodoulou


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triste por algo y otra muy distinta sentirse derrotado por ello. No es lo mismo sentir una inseguridad racional, una que presupone nuestra aceptación del hecho de que no podemos controlarlo todo, que sentir que nos encontramos en un callejón sin salida. Nuestro cuerpo reacciona de acuerdo a la forma en que nos tomamos e interpretamos los eventos, no de acuerdo a los eventos en sí mismos. Quiero aquí empatizar el hecho de que nuestra asimilación de los sucesos o eventos- los cuales, como ya he dicho y seguiré mostrando a través de un gran número de diferentes casos clínicos, determina la forma en la que nos sentimos afectados por ellos – no siempre sucede a un nivel consciente.

      Cuando consideramos al bebé indefenso dentro del útero de su madre y el hecho de que se alimenta de las emociones de su madre – emociones que se convierten en cambios bioquímicos, además de en otras cosas – es cuando podemos comprender cuán importantes son las respuestas de la madre a la realidad que la rodea.

      Quizá deberíamos parar por un momento y considerar un hecho obvio: no traemos niños al mundo para llenar vacíos propios o en nuestra vida social. Los niños no son accesorios de moda. Y tampoco pueden cerrar las grietas de un matrimonio a punto de romperse. Cuando los niños se usan como herramientas para satisfacer cualquier propósito que no sea su propia existencia, este hecho queda grabado en su sistema como una violación, con serias consecuencias en el desarrollo del niño. La frase 'los iguales se atraen' puede no ser cierta en este caso. Cada experiencia tiene su propia energía. Un trauma, en términos energéticos, atraerá otro trauma, y una violación siempre traerá otra a su paso. En cuanto a energía, las víctimas de una violación atraen a sus agresores, que contienen la energía del violador. De la misma manera, individuos fóbicos atraerán la energía de los psicópatas.

      PACIENTE: Ahora entiendo porque en cada curso de primaria y de secundaria había al menos un profesor que flirteaba conmigo… Llevaba la palabra 'víctima' escrita en la cara y yo era la única incapaz de verlo.

      V.Ch.: Déjame ponerlo de otra manera… no eras la única que no podía verlo. Las únicas personas que lo veían eran violadores potenciales. Son ellos los que tienen el potencial de elegir a sus víctimas.

      La primera parte de este diálogo es de una mujer que sufrió su primera violación en su propia casa, a manos de la persona que tenía que haberle ofrecido seguridad: su propio padre. Desde ese momento y hasta el momento en que por fin se sanó, no hubo ni una escuela o ningún lugar de trabajo dónde no intentarán acosarla al menos una vez. Es bien sabido que, en la mayoría de los casos, las víctimas de una violación suelen llevar una historia de violaciones.

      El acoso sexual, y debemos enfatizar esto, no es la única forma en que los límites personales de una persona pueden ser violados. Nuestros límites personales no están fijos desde el momento en que nacemos. Los construimos a través de relaciones que respetan nuestra individualidad como niños y, mediante el respeto que recibimos hacia nuestro ritmo personal de desarrollo, en cada estadio individual de éste, por los adultos que nos cuidan.

      Nuestros límites forman la base de nuestras relaciones

      Examinar los principales déficits en el desarrollo de un paciente, mayormente respecto a sus límites, es una prioridad para el terapeuta pues es en la base de este examen dónde podrán crear el marco de apoyo esencial que permitirá que el paciente pueda revivir experiencias traumáticas en un ambiente terapéutico seguro.

      El hombre es siempre una entidad única e indivisible.

      Sin límites no podemos existir como entes individuales. Con límites inflexibles, con fronteras fijas e impenetrables, no podemos existir como una sociedad de entidades humanas. Y ningún ser humano que viva sin la sociedad de los otros es realmente un humano. Esto nos lleva a los que los antiguos Griegos y los Padres de la Iglesia creían: ningún ser humano puede vivir solo; un ser humano que esté solo no es realmente un ser humano. Nuestros propios campos energéticos no pueden existir sin la sociedad de otros seres humanos.

UN EJEMPLO DE NUESTROS LÍMITES PERSONALES puede mostrarse en las membranas celulares. La membrana celular es el límite que separa la parte interna de la célula, que forma parte de nuestro ser, de lo que se encuentra en el exterior y es ajeno a ella. La membrana es flexible y permite un flujo bidireccional de materia a través suyo. Permite que fluyan a su interior elementos buenos, útiles y nutritivos, mientras mantiene de forma segura elementos dañinos en el exterior. También permite extraer el material de desecho producido por el consumo de nutrientes, manteniéndolo fuera de la célula. Por consiguiente, los límites de la célula no tienen nunca una forma fija o unos límites constantes o impenetrables que nos protejan manteniéndonos bien sellados del ‘peligroso’ mundo exterior.

      Consideremos el ejemplo de un individuo que está sufriendo una depresión fuerte, una persona que está encerrada en sí misma. Por su mirada es obvio que no hay energía fluyendo a través de ellos. Son como un circuito cerrado. Si no se conectan con otras personas, permanecerán muertos como personas. Más que cualquier otra persona, necesitan estar conectados a los demás, haciéndoles salir de su aislamiento y aportándoles la energía que necesitan para vivir – y aun así, esto es difícil para ellos. Es como si la persona deprimida no tuviera corazón. Por supuesto, tienen un corazón físico pero éste no tiene energía, ninguna energía que fluya desde el corazón a través del cuello para que sus ojos brillen con vitalidad. Unos ojos sin corazón son ojos vacíos; no animan a los demás a establecer un contacto. Si le das la mano a alguien sin que esa persona establezca un contacto con su mirada, entonces se convierte en un encuentro frío. No hay energía fluyendo. En tales casos, no esperes ver el tipo de calor y rubor saludable que se suele generar cuando dos personas se conocen y pueden apreciar alegría en la mirada del otro. Cuando conocemos a una persona deprimida, es como entrar en contacto con un fuego frío, aquél que no genera calor alguno porque no dispone de energía. El puente que une el corazón y la cabeza está 'bloqueado'. Esto le sucede a mucha gente, no solamente a aquellos que padecen una depresión. Y todos los que trabajamos en una profesión relacionada con la curación sabemos que la depresión no es una forma severa de tristeza. La depresión es una deficiencia de energía.

      Cuando una persona funciona a nivel mental, están continuamente pensando y a menudo se pierden en el laberinto de sus propios pensamientos, aunque éstos no tienen ninguna conexión con su corazón. Ocurre lo mismo con su discurso: cuando hablan y su declaración no es un sonido 'silencioso' en el cerebro, el discurso no está conectado con el corazón. En esta caso, los hombros juegan un rol de Procusto obstruyendo el libre flujo de energía desde el corazón hacia la cabeza y la mente. Liberando el flujo de energía que va desde el corazón hacia la cabeza podemos conectar el discurso, los ojos, la comprensión y los pensamientos de una persona con el corazón. La existencia de la conexión entre la cabeza y el corazón es de una extrema importancia para cualquier individuo ya que determinará en gran medida la calidad de las relaciones que dicho individuo tendrá con otras personas, así como con líderes y movimientos. Determinará el rol que su corazón desempeña a la hora de otorgar profundidad y color a su vida.

      Las relaciones de una persona madura no están determinadas solamente por el corazón. Están influenciadas por el corazón y las emociones pero también por el frío razonamiento de la mente. No seguimos a líderes o movimientos tan sólo con nuestros corazones, ni funcionamos meramente a nivel de corazón y emociones sin el pensamiento racional. Tampoco nos enamoramos sólo con nuestros corazones, independientemente del resto de nuestro cuerpo sin usar la cabeza, embarcándonos en un amorío que, en vez de elevarnos nos traiga dolor y sufrimiento y provoque que perdamos nuestro propio sentido del self.

      También deberíamos unir nuestras piernas con nuestros corazones ya que ellas nos conducirán a la persona que amamos. Asimismo deberíamos unir nuestros brazos y manos con el corazón de tal manera que podamos usarlos para abrazar a otros, para dar y recibir, para sostener y ser sostenidos, para atraer lo que queremos y al mismo tiempo establecer límites.

      Procusto, quien obstruye el flujo de energía desde el corazón hacia el resto del cuerpo, reside principalmente en el diafragma y, en menor grado, en la pelvis – no porque la pelvis sea menos importante proporcionando la conexión entre el corazón y los órganos reproductores sino porque el flujo de energía se corta más arriba, en el diafragma y, por tanto,


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