Psicoterapia Corporal. Vassilis Christodoulou

Psicoterapia Corporal - Vassilis Christodoulou


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momento a sentirte mejor?

      (Estuvo en silencio durante un rato).

      V.Ch.: De acuerdo, ¿podemos acercarnos un poco? Si está bien para ti, me gustaría que nos pusiéramos de pie y que nos colocáramos el uno al lado del otro, con tu espalda descansando en la mía y a ver cómo te sientes.

      (Este joven necesitaba apoyo por un lado y respeto hacia sus límites por otro. Es por eso que sugerí el contacto espalda contra espalda como la primera forma de contacto. Después probamos con las manos y con el contacto visual).

      V.Ch.: ¿Cómo te sientes ahora que puedes descansar en mi espalda? ¿Te sientes lo suficientemente seguro como para dejarte ir?

      C.D.: Me siento bien.

      V.Ch.: ¿Puedes dejarte ir? ¿Lo que sientes te resulta familiar?

      C.D.: Me puedo dejar ir… Es como si estuviese descansando en la espalda de mi abuelo. Él es un símbolo de fuerza para mí. Cuando era pequeño y me sentía abatido me iba hacia él…

      V.Ch.: Muy bien, ahora mantén esa sensación y dime qué más podría ayudarte a sentirte mejor.

      (Me alejé un poco de él para que ya no hubiese contacto físico entre nosotros).

      V.Ch.: ¿Cómo te sientes ahora?

      C.D.: Le extrañará pero me siento como si usted no me quisiera. Me siento rechazado. Casi no le conozco y nuestra relación es… y aun así siento como si usted no me quisiera.

      V.Ch.: Dime qué sientes en el cuerpo.

      C.D.: Me siento como si fuese a llorar.

      (Empezaron a caerle lágrimas; lloró en silencio y continuaría llorando de esta forma durante meses).

      V.Ch.: ¿Es así como te sientes, triste, cuando pierdes tu apoyo?

      C.D.: Lo que sea que siento no me resulta fácil. Mi abuelo era el único apoyo que tenía. Y todo esto me parece una tontería, pero es como me siento.

      V.Ch.: ¿Hay algo en mi actitud que te haga sentir la necesidad de disculparte? ¿Sientes quizá que te estoy juzgando?

      C.D.: No…

      V.Ch.: Tomaremos nota de ello. ¿Te sientes “raro” aquí, conmigo, sabiendo que no es mi comportamiento lo que te hace sentir así? ¿Te importa si nos acercamos? ¿Podemos cogernos de las manos un momento?

      C.D.: No, está bien.

      V.Ch.: Bien. Ahora, tómate tu tiempo y dime: ¿cómo te sientes con este contacto?

      C.D.: Emocionado. Me siento emocionado y siento mi pecho más ligero y puedo respirar más profundamente. Y ya no me duele el estómago.

      V.Ch.: Parece que necesitas este contacto, que hace que te sientas mejor. Ahora mírame a los ojos, continúa cogiéndome las manos y dime cómo te sientes.

      C.D.: Siento como una masa en mi garganta y dificultad al respirar. Tengo miedo de que me vaya a criticar por algo…

      V.Ch.: Vuelve a donde estabas, siéntate lo más lejos que necesites y dime cómo te sientes. Puedes volver cuando lo necesites.

      Después de un rato:

      C.D.: Ahora siento mis hombros más relajados. Tan pronto como me he dado cuenta de que usted no me presionaba me he sentido bien y he podido acercarme a usted.

      V.Ch.: Dime, ¿de qué manera sentías que te estaba presionando?

      C.D.: Sentía que esperaba algo de mí. Siempre dudo qué hacer cuando alguien espera algo de mí.

      Este joven intentaba querer lo que los demás querían con tal de gustarles, a pesar de lo que los demás pensaran de él, que en muchos casos era que era una persona egoísta empeñado en salirse con la suya. Recientemente, tras el trabajo corporal que habíamos hecho, ha comenzado a respirar mejor, muestra una mirada más firme y sus manos no están tan frías y sudorosas como al principio. Cuando dispone de su propio espacio y se respetan sus límites no se siente amenazado y puede conectar con confianza. Cualquier cambio en el estado mental y las emociones de una persona se manifiesta en el cuerpo.

      Lo que debemos hacer en nuestra primera sesión terapéutica con un paciente nuevo, además de obtener datos básicos sobre su historia, es, en el 'aquí y ahora' de la sesión, crear las condiciones en las cuales el paciente sienta que se respetan sus límites, que nadie va a criticarle y que obtendrá el apoyo que necesita. El terapeuta corporal no se limita a las palabras, ni es limitado por éstas. Utiliza palabras y escucha cuidadosamente, pero no se queda ahí. Recolectará información importante escuchando lo que el paciente le dice y cómo lo dice. Con todo, obtendrá información más importante observando la correspondencia, o la falta de ésta, entre lo que el paciente cuenta y su cuerpo. ¿Hacia dónde mira el paciente cuando habla? ¿Dice que se siente tranquilo y cómodo mientras aparta la mirada del terapeuta y el cuerpo muestra que está de camino a la puerta de salida? ¿Cómo es su respiración? ¿Respira desde el abdomen o desde el pecho? ¿Es su respiración profunda, superficial o caótica e irregular?

      El cuerpo habla a quien quiera escuchar

      Hemos aprendido en psicoterapia que el cuerpo realmente habla a quien esté preparado y disponible para escucharle. Observamos el tono muscular y tomamos nota de la postura del tronco y de la columna vertebral y del estado de las manos, los pies, la nuca y el rostro. ¿Cómo responde el paciente al toque? ¿Cómo responde a los ejercicios destinados a ayudarle a sentir posibles bloqueos en su cuerpo?

      Para poder llegar a las emociones tenemos que pasar por el cuerpo. Alguien que se está recuperando de sus emociones es como parte de una mala actuación en la que el guión está separado de la trama. En vez de sentir que nuestras emociones despiertan debido a la trama, el actor trata de mostrarnos lo que deberíamos sentir, diciéndonos cómo se siente él mismo. Nos dice cosas que hasta él mismo siente solamente a nivel mental; el cuerpo no le sigue. No hay un puente que conecte mente y cuerpo: están separados por un abismo. Y cualquier comunicación entre ellos se produce mediante… un puente colgante, como esos que encontramos sobre los barrancos y que, para cruzarlos, requieren del valor mostrado por aquellos hábiles héroes de las películas antiguas. El camino, por lo tanto, hacia las emociones, pasa siempre por el cuerpo. Por consiguiente, todo lo que afecta al cuerpo es importante en nuestro trabajo.

      En nuestro enfoque terapéutico de la psicoterapia corporal, nuestro rol continúa siendo el de un terapeuta: el de una persona que ya ha hecho el viaje, que ya ha caminado un buen trecho en su camino hacia el autoconocimiento. Y es aquí donde aparece el principio básico de la terapia: nadie puede acompañar de forma segura a otro en su camino hacia el autoconocimiento más allá del punto al que hayan llegado ellos mismos. El camino hacia el inframundo del vientre y las emociones no es fácil. No hay duda, sin embargo, de que ampliará nuestro horizonte y abrirá nuevos caminos… hacia 'nuevas aventuras y nueva sabiduría' para cualquiera que verdaderamente acepte el reto. La democratización del proceso terapéutico en psicoterapia corporal no elimina el papel del terapeuta. Nos confronta sin embargo con una verdad universal: en el camino de la vida, somos todos – terapeutas y pacientes por igual – compañeros de viaje en proceso de maduración. Nuestros roles, por tanto, se alternan. Somos iguales, aunque como terapeutas no debemos pasar por alto el hecho de que la persona a la que estamos tratando es una persona con ciertos requerimientos.

      El hombre es una entidad integrada de cuerpo, mente y espíritu

      En nuestro trabajo, la persona entera es el foco de nuestra atención y por tanto la tratamos como una entidad integrada de cuerpo, mente y espíritu que vive y evoluciona en la sociedad.

      Ninguno de nosotros posee un cuerpo; somos un cuerpo. Ninguno poseemos un espíritu; somos espíritu. Y todos somos concebidos, todos nacemos y evolucionamos en sociedad.

      Es común que la gente haga preguntas como: ¿Por qué remueves el pasado? Mientras más busques, más encontrarás… Si algo no te molesta, ¿por qué no lo dejas estar? ¿Qué necesidad hay de ir 'atrás' en búsqueda de cosas que pasaron hace tanto tiempo que casi están olvidadas? ¿Qué


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