Psicoterapia Corporal. Vassilis Christodoulou

Psicoterapia Corporal - Vassilis Christodoulou


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estas preguntas las hacen, de buena fe, personas que no pueden ver los beneficios reales de un proceso terapéutico que tan sólo usa el discurso como herramienta. Es, de hecho, un sin sentido, y a menudo causa dolor el solo hecho de recordar una experiencia traumática y no hacer nada más al respecto. Nunca en psicoterapia hacemos que los pacientes recuerden cosas porque sí. El conocimiento por sí solo, no dejaré nunca de empatizar esto, no traerá la curación. La relación entre el terapeuta y el paciente siempre aporta una nueva dimensión a las cosas y puede proporcionar significado a acontecimientos del pasado de tal forma que se recoloquen sin causar angustia al ser recordados. La conciencia siempre juega un rol positivo a la hora de dar significado a la vida, y sentir que nuestras vidas tienen consistencia y significado nos aporta un constante efecto beneficioso.

      ¿Es este el tipo de terapia que queremos? ¿Es el objetivo prevenir que nuestros recuerdos perturben nuestra conciencia? No discrepo con el principio básico: si algo no te molesta, déjalo estar. Esto plantea la gran pregunta: ¿somos siempre conscientes de aquello que nos molesta? La respuesta es no. Muchas de las cuestiones que nos producen problemas graves de salud nos pasan desapercibidas. De hecho, no creo que sea una exageración decir que, cuanto más profundo está algo enterrado en nosotros, más destructivo puede ser. Nos equivocamos al pensar que al finalizar el peligro el cuerpo se relajará automáticamente y se calmará, habiendo los sistemas del cuerpo liberado la energía que habían reunido para enfrentar el peligro. Esta energía no es una especie de entidad mítica sino el residuo biológico que permanece atrapado en diversos sistemas corporales y en cada una de sus células. Si este residuo energético no se borra del cuerpo, permanecerá en él y tiene la capacidad de almacenarse y unir fuerzas con otros residuos que provoquen estrés. Este almacenamiento de residuo energético puede compararse a la acumulación de varias sustancias tóxicas, como metales pesados y otros elementos tóxicos; el cuerpo los absorbe de diferentes procedencias y a veces encuentra la forma de desecharlos, mientras que otras veces no lo consigue, así que dichas sustancias permanecen atrapadas en el cuerpo hasta que llega a un punto dónde el cuerpo no puede resistir su toxicidad y, o se rompe, expresando su apuro en forma de enfermedad, o colapsa completamente, dejando a la muerte como única salida.

      La materia tiene memoria

      La célula original del embrión humano se desarrolla a su propio ritmo y con una precisión excepcional y, de una forma milagrosa, desde sus tres capas originales – la capa externa (ectodermo), la capa media (mesodermo) y la capa más interna (endodermo) – se desarrollará en un cuerpo completo. La armoniosa forma en que se desarrolla el cuerpo puede ser perturbada de tal forma que la alteración no sea físicamente visible. De la misma forma que tenemos discapacidades y desfiguraciones físicas obvias, también tenemos lo que en muchos casos son anomalías ocultas de un desarrollo armonioso y saludable, que surgirán en ciertas ocasiones y bajo ciertas condiciones. Lo más importante a tener en cuenta aquí es que la materia tiene memoria.

      Es hora de que entendamos que cada célula de nuestro cuerpo almacena información relativa a las experiencias que vivimos, y que esto no tiene nada que ver con el concepto del tiempo. Esta información, en lo que se refiere al cuerpo, es lo que llamamos memoria. Esta memoria mantiene a las células y otras partes de cuerpo en un estado de continua preparación, el mismo estado en que se encontraba el cuerpo cuando sufrió la experiencia original: al sentirse en peligro, colocó todos sus sistemas en alerta máxima para poder sobrevivir, lo cual de hecho consiguió.

      ¿Qué ocurre a nivel celular cuando el cuerpo es expuesto a un peligro? Exactamente lo mismo que le pasa al resto del cuerpo: todos los sistemas disminuyen para focalizarse en la defensa. Podemos decir simplemente que cualquier parte que no contribuya directamente a la supervivencia del cuerpo, o bien deja de funcionar o bien lo hace al mínimo nivel. Cuando alguna de estas cosas ocurre el cuerpo no puede funcionar correctamente. La aparición de una enfermedad es el efecto visible de este mecanismo.

      Un ejemplo de esto es lo que le sucede al sistema inmunitario. Cuando deja de atacar organismos patógenos internos y moviliza sus fuerzas para defender al cuerpo de amenazas externas, lo hace con la finalidad de asegurar la supervivencia. Cuando, sin embargo, el cuerpo siente casi constantemente la presencia de una crisis o se siente casi siempre en alerta roja, la consecuencia es una pérdida de sus recursos energéticos que deja sus defensas en un constante estado de desorganización. Es entonces que el cuerpo colapsa en su punto más vulnerable. La otra cosa importante que debemos tener en cuenta cuando tratamos con seres humanos como un todo es que la información es energía.

      Un primer contacto con el eterno presente

      Una joven paciente mía llegó un día a la sesión de terapia en un estado de ánimo particularmente feliz y alegre, y describió bromeando cómo consiguió comprarse algo que había necesitado desde hacía tiempo:

      “Cuando finalmente mis padre necesitaron algo que yo tenía, 'descubrieron' lo que les había estado intentado decir durante años. ¡Estaba roto y necesitaba ser reemplazado! ¿Es que no me escuchaban cuando les hablaba? ¿Qué puedo decir? Parece que a veces no me escuchen”.

      Se reía y hablaba de otras cosas innecesarias que había comprado y describía la maravillosa mañana que había pasado con su madre. La estuve escuchando atentamente y estaba con ella en lo que llamamos el 'aquí y ahora' de la sesión terapéutica. En este Ahora, cuando el terapeuta se centra completamente en el paciente, la conexión entre ambos no consiste meramente en el terapeuta escuchando atento al paciente. Tampoco es una conexión entre el subconsciente del uno con el del otro. Es una conexión somato-psico-espiritual más profunda que involucra el todo de la persona. En esos momentos el terapeuta puede sentir en su cuerpo sensaciones experimentadas por el paciente, y cuando estas sensaciones se mantienen son capaces de abrir nuevos caminos que pueden llevarnos a aquello que yo llamo el eterno presente del hombre. El cuerpo humano experimenta y registra todo solamente en el Presente. Cualquier cosa que se experimente en la sesión terapéutica se revive con la misma intensidad que tenía originalmente registrada el paciente en su memoria celular.

      En mi caso, las sensaciones que siento en la suela de mis pies constituyen una ruta privilegiada que me lleva a la experiencia de la otra persona – una persona que es distinta a mi solamente a cierto nivel; a otro nivel esa persona es simplemente mi otro yo. La presión en la planta de mis pies es una puerta sagrada que me llevará a la pasada y traumática experiencia de mi paciente, que además puede conducir a un dolor inmenso, un dolor que ha permanecido inalterado en el tiempo, sirviendo como un testigo indiscutible de la experiencia traumática.

      La joven enfrente de mí temblaba sin cesar… Estaba claro que tenía miedo, pero todavía no había sido capaz de conectarse con la emoción que estaba experimentando. Cuando le pregunté cómo se sentía, me dijo al principio que no lo sabía. Al cabo de un rato, sin embargo, se dio cuenta de lo que le pasaba. Tenía miedo y el miedo la estaba paralizando de tal forma que no podía respirar. Cuando la rodeé con mis brazos y pudo sentir la seguridad de mi presencia, dijo:

      “Oh, Dios mío, tengo tres años, quizá menos, y estoy en el pasillo… están todos discutiendo… están discutiendo y no me ven...”

      En este caso en particular la clave que rompió la barrera del tiempo – o, como yo lo veo, lo unificó – y trajo lo que estaba en el subconsciente a la mente consciente fue la declaración de la paciente de que 'no me ven', su sentimiento de que estaba siendo ignorada.

      “No les importa que les esté mirando… tengo miedo”.

      Respiraba con aún más dificultad, sentía como que se ahogaba y no podía llorar. El miedo impedía que pudiera llorar y respirar con normalidad. La niña de tres años tenía tanto miedo que no podía ni expresar llorando lo que estaba experimentando y era esa la razón de que se estuviese ahogando… Solamente al sentirse segura en mi abrazo pudo liberar su llanto, sollozar y quejarse libremente.

      “¿Por qué, por qué, por qué?”

      En ese momento, en un ambiente seguro, pudo liberar su dolor, sus lágrimas y la sensación de ahogo. Esta joven había olvidado completamente el incidente con sus padres, y aun así cuando rememora esa experiencia tan dolorosa, es capaz de superarla, reconociendo el amor y cuidado que recibe de sus padres en


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