Psicoterapia Corporal. Vassilis Christodoulou

Psicoterapia Corporal - Vassilis Christodoulou


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      Porque trabajamos con el cuerpo y el contacto íntimo con éste forma parte del proceso terapéutico, tendríamos, no sólo que respetar los límites del paciente, sino que también debemos hacerles preguntas frecuentes relacionadas con nuestros movimientos y con la distancia a la que prefieren que estemos en cada momento. El terapeuta experimentado sabe cómo respetar los límites de su paciente sin ser, o sin aparentar ser, inseguro. Por otro lado, sabe por experiencia que las emociones, las transferencias y las experiencias en el aquí y ahora del setting terapéutico pueden cambiar de un momento al otro y que son éstas las que determinarán cuán cerca pueden estar del paciente y la calidad del toque que pueden dar. Una educación experimental que sea buena y continua es, sin duda, esencial.

      Un buen terapeuta no está hecho sólo de talento. Un buen terapeuta debería, además, ser un buen paciente, alguien que haya adquirido, a través de su proceso terapéutico personal, un buen y extenso sentido de sí mismo; tiene que ser una persona que, reconociendo su propia estructura caracterológica, haya contactado y lidiado con sus propios bloqueos en un proceso en el que el conocimiento pasa y se registra en el cuerpo. No estamos hablando aquí del terapeuta ‘perfecto’ - el equivalente, digamos, de un psicoanalista que se haya analizado completamente a sí mismo. De la misma forma que no existe el padre o la madre perfectos, no existe tampoco el terapeuta perfecto. Gracias a nuestra formación y a nuestra educación continua a lo largo de nuestras vidas, procuramos ser tan buenos y efectivos como podemos ser en nuestro trabajo como terapeutas. Además, ¿quién busca continuamente enriquecer su conocimiento? Solamente aquellos que creen que, por mucho que ya sepan, siempre hay más por aprender. Y lo que aprendemos cada día de nuestros pacientes es simplemente increíble.

      Cuando la energía fluye libremente en el terapeuta, puede entonces dicha energía contactar con la del paciente y, el terapeuta, en su constante deseo de responder ante las necesidades de su paciente, le ayudará a experimentar el hecho de que el contacto corporal puede llevarle a establecer una conexión y, entonces, sucesivamente, le llevará a establecer una relación, que es el objetivo deseado. Cuando trabajamos con el cuerpo estamos siempre en el presente. Por lo tanto, nos encontramos con el cuerpo en la dimensión en la que está viviendo. Y el cuerpo vive siempre en el presente. La mente, por otro lado, puede viajar a la dimensión que desee. El cuerpo, como el espíritu, sólo conoce el presente; la terapia ocurre en el presente y es en este presente donde, en ausencia del conocimiento, aquello a lo que llamamos ‘milagros’ sucede.

      Aquellas personas que no han podido desarrollar límites flexibles y estables son capaces de conectar y contactar con los demás, pero son incapaces de desarrollar relaciones. Las relaciones presuponen la existencia de límites. Tomemos el ejemplo de una persona cuyos límites hayan sido violados y de la persona que los ha violado. Sin una terapia corporal efectiva, la víctima y el agresor pueden permanecer conectados para siempre. Esta conexión, aun así, no puede nunca ser considerada una relación.

      Lo mismo les ocurre a aquellas personas que, durante la infancia, tuvieron padres que no respetaron su individualidad. No me refiero aquí a aquellos padres que notoriamente violan los límites de sus hijos acosándolos sexualmente o teniendo relaciones sexuales con ellos. Me refiero a aquellos padres que, bajo una gran variedad de pretextos, se vuelven abusivos expresando su propia represión sexual y su naturaleza problemática, sin asumir ninguna responsabilidad por sus deseos, los cuales a menudo permanecen fuera de la conciencia. El daño, aun así, está hecho. Cuando un padre, sin respetar la privacidad del momento, entra al baño justo cuando uno de sus hijos, el cual es suficientemente mayor como para no necesitar la ayuda de sus padres, está haciendo sus necesidades, esto constituye una violación de los límites personales del niño. Otra violación de este tipo, y una que además quedará grabada en el sistema del niño, es cuando un padre o madre le pide a su hijo o a su hija adolescente que le ayuden a lavarse la espalda mientras están bañándose, o que una madre le pregunte a su hijo o a su hija que le acerque una compresa porque ella está en el baño y no puede alcanzarlas. Las víctimas de dichas violaciones tendrán un sentido deficiente de su self. Sus relaciones, basadas en una voluntad débil y en un self insuficientemente integrado, serán sacudidas incontrolablemente por vientos y olas, lo cual les llevará o muy cerca o muy lejos de la otra persona en cada relación. También sufrirán en lo relacionado con sus deseos y necesidades. Será difícil para ellos distinguir sus propias necesidades y situarlas por encima de las de los demás. Con respecto a los deseos, será difícil para ellos, no solamente ponerlos por encima de los deseos de los demás, sino que también será difícil reconocerlos como propios, distinguiéndolos de las necesidades de los demás. A esta categoría pertenecen todos aquellos a los que se les pueda describir con una personalidad del tipo ‘como si’ o ‘falso self’.

      Nuestras sociedades modernas no aman a los niños

      Nuestras sociedades modernas se denominan tan solo eufemísticamente ‘centradas en los niños’, por más que nos guste caracterizarlas como tales. Aquellas sociedades en las que la prioridad primordial es la producción de bienes materiales están condenadas a ser menos alegres y a convertir la vida en una lucha por la existencia. En dichas sociedades – y por más duro que suene, esto necesita ser dicho – la gente no tiene tiempo de criar niños sanos. La prisa en sí misma y la falta de respeto por el ritmo de desarrollo propio del niño constituye una violación y como tal queda grabada en el sistema del niño. ¿Cuántas madres, bajo la inexorable presión del trabajo, dejan de dar el pecho a sus bebés de forma prematura? ¿Y qué hay de aquellas madres quienes, ya sea por desconocimiento o por la creencia de que perderán la forma de sus senos, ni tan siquiera dan el pecho a sus bebés? Esta deficiencia quedará grabada como un trauma, con sus correspondientes consecuencias. Lo mismo ocurre con cualquier adulto que sostenga a un bebé sin mostrar ningún respeto por la sensibilidad específica del cuerpo del niño. El joven ser humano que justo acaba de ver la luz del día y que experimenta su primer contacto con el mundo exterior – sin el protector amortiguador del útero que lo nutría y le ayudó a crecer desde aquel organismo unicelular, desde aquella ameba, a un ser humano completo – es mucho más sensible de lo que algunos puedan creer. Lo que sea que ese niño haya almacenado en su memoria como un engrama, la experiencia original, si es traumática, nunca será eliminada. Aquello que pueda resultar trivial y sin importancia para un adulto puede ser a menudo de gran importancia para el niño. Por ejemplo, muchos de los traumas tempranos con los que nos encontramos en la terapia se originan en malas, repentinas y precipitadas maniobras realizadas por el personal médico o paramédico durante el parto. En ningún caso debe convertirse la sala de partos en una línea de producción de fábrica como resultado de presiones económicas o de cualquier otro tipo. Los seres humanos producen máquinas; no somos máquinas. Puedo claramente recordar los llantos y muecas de un niño indefenso manifestadas por muchos de mis pacientes cuando, a pesar de la cálida temperatura de mi cirugía, ellos temblaban de frío al revivir la experiencia de su nacimiento. Solamente un cálido abrazo, una gentil caricia y una sonrisa amorosa de bienvenida pudieron ofrecerles calor.

      “¡Oh Dios mío!, ¿dónde están poniéndome? ¿Por qué no me dejan dentro de mi mami? Me están sujetando boca abajo y me están colocando en algo metálico. Está aún más frío que la habitación. No me gusta… Quiero a mi mami”.

      Las madres, no obstante, están, como la mayoría de la gente hoy en día, sujetas a los dictados de un modelo biomédico que se preocupa más a menudo del confort del personal médico o paramédico, de los horarios de cirugía y del ordenado funcionamiento del sistema de salud que no de los pacientes. Y hay aquí falta de información, mientras la cantidad de desinformación es asombrosa – y esto no es sólo debido a la ignorancia sino también a intereses establecidos.

      La falta de sensibilidad por parte de la madre durante el embarazo es un factor decisivo en el desarrollo del embrión. ¿Cuál es su estado psicosomático? ¿Cómo se alimenta a sí misma? ¿Cómo cuida su cuerpo? ¿Cómo se comunica con el bebé que está en su útero? ¿Se encuentra en un estado mental de calma o tensa y con ansiedad? ¿Se siente deprimida? ¿Está de duelo por alguien o por algo? ¿Cómo procesa el duelo? ¿Qué tipo de relación mantiene con su pareja? Todas estas cosas juegan un papel en el embarazo. No estoy diciendo aquí que exista una madre ideal o un momento perfecto para traer al mundo a un bebé (en la mayoría de los casos no existe


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