De la deconstrucción a la confección de lo humano. Oscar Nicasio Lagunes López

De la deconstrucción a la confección de lo humano - Oscar Nicasio Lagunes López


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de las cosas que no corresponden en absoluto a las esencialidades originarias”.17 No se necesita mucha sagacidad para preguntarse de inmediato: si así de incapaces son las potencias del entendimiento, ¿cómo podría entonces saberse eso mismo que Nietzsche afirma?, es decir, ¿quién de nosotros sustentaría esa pretendida “God’s-Eye-View” (Quine) que nos pudiera garantizar que en verdad los conceptos y las abstracciones humanas no se corresponden con la cosa en sí?

      Pero volvamos al texto, ya que Nietzsche está listo para concluir. Llegado a este punto, y habiendo asentado las bases de una crítica de la sensibilidad y de la abstracción, en tanto formación de conceptos, se pregunta:

      ¿Qué es, pues, la verdad? Un ejército de metáforas, metonimias, antropomorfismos en movimiento, en una palabra, una suma de relaciones humanas que han sido realzadas, extrapoladas, adornadas poética y retóricamente y que, tras un prolongado uso, a un pueblo le parecen fijas, canónicas, obligatorias: las verdades son ilusiones que se ha olvidado que lo son, metáforas que se han quedado gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su imagen y que ahora ya no se consideran como monedas, sino como metal.18

      Para muchos es patente que Nietzsche presenta una idea muy desencantada de la esencia humana y de las capacidades trascendentales del entendimiento. En su definición, la verdad queda reducida a un “sentimiento de la verdad”, esto es, aquel que surge en el individuo cuando cumple con “emplear las metáforas usuales… cuando miente según una convención fija… borreguilmente, en un estilo obligatorio para todos”.19

      De hecho, en la segunda parte del mismo escrito de 1873 se percibe un evidente descreimiento de las capacidades del entendimiento humano respecto de la realidad, proponiendo como complemento al “hombre intuitivo” frente al tradicional “hombre racional”;20 este último produce el “gran columbarium de los conceptos, necrópolis de la intuición”,21 esto es, esa especie de fosilización del fluir de la vida humana que sólo la intuición logra seguir en adecuada sintonía. A fin de cuentas, concluye Nietzsche, ambos modos humanos de existir, el racional y el intuitivo, “desean dominar la vida”; el racional “sabiendo afrontar las necesidades más esenciales mediante previsión, prudencia y regularidad”; mientras que el intuitivo lo hace “sin ver esas necesidades, como un ‘héroe súper alegre’, tomando como real solamente la vida fingida en apariencia y en belleza”.22

      c) En agosto de 1888, año que sería el último en el que gozaría de lucidez mental, Nietzsche redacta una síntesis apurada de lo que él consideraba como sus más originales e importantes pensamientos. Sin descartar aún la posibilidad de redactar una obra definitiva que desarrollara la intuición que mejor compendiaría todo su sistema, la voluntad de poder, se da prisa en esquematizar una pequeña obra anticipadora. Ése es el origen del libro Crepúsculo de los ídolos. Cómo se filosofa con el martillo.23

      De importancia para nuestro tema es la sección: “Cómo el ‘mundo verdadero’ acabó convirtiéndose en una fábula. Historia de un error”, ya que ahí Nietzsche resume claramente, hacia el final de su producción filosófica, lo que a lo largo de su vida fueron sus convicciones en torno a la verdad, el conocimiento y el Ser. De los seis breves temas que el escrito incluye, convendría destacar los aspectos más representativos, por ejemplo, el primero que afirma: “El mundo verdadero, alcanzable para el sabio, el piadoso, el virtuoso —él vive en ese mundo, él es ese mundo”.24 En este mismo sentido avanza la segunda proposición: “El mundo verdadero, inalcanzable por ahora, pero prometido al sabio, al piadoso, al virtuoso (‘al pecador que hace penitencia’)”. Acto seguido de declararlo “inalcanzable”, Nietzsche le añade nuevas caracterizaciones en la tercera proposición: “El mundo verdadero, inalcanzable, indemostrable, imprometible, pero, ya en cuanto pensado, un consuelo, una obligación, un imperativo”.25 Más grave es la reflexión de la cuarta proposición, pues ahí se tilda ese “mundo verdadero” de inalcanzado, de desconocido pero, sobre todo, “tampoco consolador, redentor, generador de obligaciones: ¿a qué podría obligarnos algo desconocido?”.26

      Sin embargo, destructivas y declarando la guerra a toda la metafísica occidental y al cristianismo son las últimas dos proposiciones. En la penúltima de ellas concluye diciendo: “el mundo verdadero —una idea que ya no sirve para nada, que ni siquiera ya obliga—, una idea que se ha hecho inútil, superflua, por consiguiente, una idea refutada: ¡eliminémosla!”27 Así que por este derrotero Nietzsche ya está listo para rematar con la sexta proposición: “Hemos eliminado el mundo verdadero: ¿qué mundo ha quedado?, ¿quizá el aparente?… ¡No, de ningún modo!, ¡al eliminar el mundo verdadero hemos eliminado también el aparente! (Mediodía; instante de la sombra más corta; final del error más duradero; punto culminante de la humanidad)”.28

      El espíritu de estas afirmaciones contundentes rezuma superación y gozo, inicio de lo verdadero mediante el descarte total de lo equivocado, liberación definitiva de los antiguos vínculos de la tradición filosófica, moral y religiosa. Pero antes de precipitarse a afirmar tales veredictos, es necesario conocer otros comentarios que se han hecho sobre sus posturas en torno a este tema. Basten por ahora estos tres textos como ejemplo de su doctrina sobre la verdad. En la obra, planeada y hasta esquematizada, pero nunca del todo realizada, La voluntad de poder, Nietzsche pretendía llegar a una mejor expresión de sus doctrinas. Heidegger la comenta en la edición que hicieron la hermana de Nietzsche, E. Förster-Nietzsche y P. Gast, discípulo del filósofo (1901 y 1906); edición que hoy por hoy se considera probadamente alterada y manipulada.

       Heidegger

      Influidos por Nietzsche, muchos otros pensadores en el siglo XX tomaron el sendero de una concepción de verdad, cuya dinámica interna ofrecía un modelo diferente al de la tradición antigua, escolástica y moderna. Heidegger es quizás el siguiente pensador que desarrolla un modelo epistemológico que, al igual que Nietzsche, va en rumbo distinto a los tradicionales. Así pues, para esclarecer las controversiales cuestiones que saltan de las ideas de Nietzsche, hay que recurrir a Heidegger quien se ocupó ampliamente durante el curso de su vida académica y, después como escritor, hasta su edad madura, de las ideas del primero.

      a) Desde 1930, Heidegger dictó cursos sobre la filosofía de Nietzsche en la Universidad de Friburgo. Todos esos cursos fueron recogidos hasta 1961 en la obra general Nietzsche. La intención de Heidegger en estos años académicos era ubicarse en confrontación con el pensamiento de Nietzsche o, como lo expresa él mismo, “con la causa de Nietzsche”,29 para esclarecer el propio camino de pensamiento. En el semestre de verano de 1939, Heidegger dictó un curso con el título “La voluntad de poder como conocimiento”,30 en el que se detiene minuciosamente a analizar los diversos aforismos nietzscheanos en torno al tema de la esencia de la verdad.

      Heidegger inició su curso afirmando que “Nietzsche es la transición desde el periodo preparatorio de la modernidad —calculado historiográficamente, la época entre 1600 y 1900— al comienzo de su acabamiento. La extensión temporal de este acabamiento nos es desconocida”.31 La razón de esta afirmación, y que es desarrollada por Heidegger a lo largo de un lapso que va de 1936 hasta 1943, es que, según el profesor de Friburgo, Nietzsche representa el inicio del acabamiento de la metafísica, esto es, del pensamiento metafísico de occidente que, desde los presocráticos, y principalmente en Platón, dividió este mundo en “realidad” y “apariencia”, categorizando al primero como el verdadero y más digno mundo, y al segundo como el irreal y caduco. De ahí que el proyecto entero de Nietzsche pueda verse como un poderoso intento de superar el dualismo interno al pensar occidental bajo la problemática que plantean los temas de la esencia del conocimiento, la esencia de la verdad y la esencia del hombre mismo. Como se verá, esta triada de problemas se resolverán en Nietzsche a la luz de su gran tema metafísico: la voluntad de poder.32

      Contrastando continuamente la obra póstuma de Nietzsche (La voluntad de poder, ediciones de 1901 y 1906) con la obra completa del pensador, Heidegger va citando las sentencias de Nietzsche y va entresacando


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