De la deconstrucción a la confección de lo humano. Oscar Nicasio Lagunes López
la impregnación de todo el organismo de sustancias químicas específicas secretadas por el ovario. La ignorancia de estos hechos fundamentales ha llevado a las promotoras del feminismo a creer que ambos sexos debían tener la misma educación, los mismos derechos y las mismas responsabilidades. En realidad, la mujer difiere profundamente del hombre. Cada una de las células de su cuerpo lleva la marca de su sexo. Lo mismo ocurre con sus órganos y, sobre todo, con su sistema nervioso. Las leyes fisiológicas son tan inexorables como las del mundo sideral. No pueden ser sustituidas por los deseos humanos. Estamos obligados a aceptarlas como son.27
Toda la corporeidad en su morfología, desde la más externa hasta la más íntima, queda señalada por la diferencia sexual. Fisiológicamente, el metabolismo basal desde el nacimiento es más bajo en la mujer; la temperatura es inconstante, disminuye antes de la rotura del folículo ovárico, sufre después un incremento. El andar es más sutil, el ritmo fluctuante. El desarrollo de la mujer sigue un ritmo diverso al del hombre. Alcanza la pubertad una media de dos años antes. La madurez sexual se acompaña de fenómenos más intensos; la producción de óvulos es cíclica, con los fenómenos que hacen posible la anidación del embrión. La concepción y el desarrollo de una nueva creatura ocurren en el vientre, durante un periodo de nueve meses. El parto es propio de la mujer.
Estados de intersexualidad biológica
En la sexualidad física normal hay armonía y concordancia entre los componentes antes mencionados. Sin embargo, existen situaciones genéticas anómalas, como el síndrome de Turner en el que se tiene sólo un cromosoma X, o en el síndrome de Klinefelter que tiene “XXY”. Pueden darse otros casos como “XXX” o “XXXY”. Como se puede comprobar empíricamente, donde está la Y, aunque haya más X se da un fenotipo prevalentemente masculino, aunque sea anormal; en cambio, cuando falta la Y el fenotipo es prevalentemente femenino. Existen, además, estados de intersexualidad biológica; el más relevante, aunque muy raro, es el hermafroditismo donde hay tejidos ováricos y testiculares simultáneamente; el caso más común es el que presenta un fenotipo prevalentemente masculino, incluso con genitales externos rudimentarios, alguna vez con el acompañamiento de menstruaciones después de la pubertad, debidas a la presencia de un útero rudimentario.
Es necesario distinguir estas diversas formas de anomalías, que bien pueden ser patologías clínicas recogidas todas ellas en libros de medicina, y que atañen a los componentes físico-biológicos del sexo, del transexualismo verdadero donde los elementos biológicos se entrelazan con los psíquicos. El transexualismo es la situación de inadecuación y discordancia entre el sexo físico-biológico en sus componentes mencionados, y la tendencia psicológica que se percibe en sentido opuesto. Esta inadecuación a menudo se manifiesta en forma de conflicto entre la dimensión biológica y la psicológica. El rasgo distintivo del transexual es la percepción consciente de sentir su pertenencia al sexo opuesto al genético, endocrino, fenotípico y, obviamente, también anagráfico que posee. En el transexual verdadero, este sentirse “otro” puede surgir de una disconformidad orgánica (sobre todo de tipo hormonal y fenotípica) y va acompañado de una tendencia a identificarse física, psíquica y culturalmente con el “otro sexo”. En el análisis del fenómeno transexual, el caso más frecuente sucede en personas de sexo físico masculino que psicológicamente se sienten mujeres y tienden a identificarse con el sexo femenino, tanto en las características biológicas como en las psicológicas y culturales. Tendencia que a menudo se asocia con el deseo obsesivo de librarse de los atributos genitales/hormonales que se poseen y adquirir los del sexo opuesto. Si esta tendencia y comportamiento arraigan profundamente en la persona, se llega a una cierta irreversibilidad que le lleva a pedir la intervención quirúrgica correctiva.
Diferencias psíquicas: el sexo psicológico-cultural
Las diferencias biológicas profundamente ligadas a la constitución masculina o femenina, no pueden sino incidir en la vida psíquica del hombre y de la mujer.28 Cualquier parte del cuerpo de la mujer, incluso la menos diferenciada del hombre, manifiesta la feminidad. Porque:
No son las formas corporales que luego vamos a calificar de peculiarmente femeninas las que nos señalan un extraño modo de ser humano profundamente distinto del masculino y que llamamos feminidad, sino más bien al contrario: todas y cada una de las proporciones del cuerpo nos co-presentan, nos hacen entrever la intimidad de aquel ser que desde luego, nos es la Mujer, y esta feminidad interna, una vez advertida, rezuma sobre su cuerpo y lo feminiza. La advertencia es paradójica, pero me parece innegable: no es el cuerpo femenino quien nos revela el alma femenina, sino el alma femenina quien nos hace ver femenino su cuerpo.29
Este texto de Ortega y Gasset define bien el concepto de sexo psíquico como dimensión constitutiva de la sexualidad humana. Si por sexo biológico se entiende el formado por los caracteres cromosómicos, gonádicos, ductales y fenotípicos; el sexo psicológico es la conciencia o percepción de pertenecer a un determinado sexo (masculino o femenino); ocurre en los primeros años de la infancia. Se forma en base al desarrollo infantil, educación, medioambiente. Suele coincidir con el sexo biológico. Es muy importante que el niño o niña encuentre su identidad sexual y se identifique con ella en los primeros años de la infancia. Como todo lo psicológico, esta dimensión de la sexualidad humana se aprende. Como los niños, en los primeros años de desarrollo, aprenden las cosas fundamentalmente por imitación, el niñito aprende que es varón y la niñita que es mujer; por eso la figura paradigmática para ellos es importante.
Esta identidad sexual psíquica impregna la vida de la persona y tiene un específico modo de expresarse. De todos es conocido el diferente modo de ser y manifestarse del hombre y de la mujer. La raíz no es sólo la diversa constitución biológica, sino también la psíquica y espiritual. En el campo biológico hay elementos que uno posee y otro no (útero, testículos, etc.); otros que ambos poseen en diversa medida o proporción. En el campo psíquico y espiritual no se trata de presencia o ausencia de varias dotes, sino de variaciones de intensidad y de tonalidad en cada uno de los dos sexos. No hay que olvidar que las diferencias entre los individuos son importantes, y lo que en general se dice del varón o de la mujer, puede ser contradicho por individuos concretos en los que se encuentra una realización diversa. Desde el punto de vista psíquico se puede decir que en la masculinidad está presente la feminidad, pero predomina la masculinidad, y por eso una persona es masculina. Del mismo modo, en la feminidad está presente la masculinidad, pero predomina la feminidad, y por eso una persona es femenina. Varón y mujer tienen un modo típico y diferente de vivir las características psíquicas comunes. Dicho esto, hay algunos aspectos más acentuados en uno u otro sexo.
La mujer es, en general, más sensible, atenta a los detalles pequeños, advierte más cosas que para el hombre pueden parecer insignificantes. Ortega y Gasset describe esta diferencia en algunas páginas que pueden ser criticables.30 Aunque Ortega no está en la estela filosófica de Tomás de Aquino, al contrario, es muy crítico y distante de él, me parece que la idea de fondo es la misma que la tomista de la unidad sustancial entre cuerpo y espíritu, por la que hay una influencia recíproca de las dos dimensiones en la unidad de la persona. La mujer tiene una relación más intensa con el propio cuerpo que trasciende las sensaciones orgánicas y toca la dimensión psíquica:
[…] el cuerpo de la mujer está dotado de una sensibilidad interna más viva que el del hombre, esto es, que nuestras sensaciones orgánicas intracorporales son vagas y como sordas comparadas con las de la mujer. […] La relativa hiperestesia de las sensaciones orgánicas de la mujer trae consigo que su cuerpo exista para ella más que para el hombre el suyo. […] Las consecuencias son claras: toda la vida psíquica de la mujer está más fundida con su cuerpo que en el hombre.31
Nada más natural entonces, dice Ortega, que la tendencia femenina al cuidado, ornato y embellecimiento del propio cuerpo.32
La mujer es más afectiva y emotiva. Todos tenemos emociones y experimentamos cada día su influencia en nuestro comportamiento. La emotividad no es exclusiva de la mujer, sino que está fuertemente presente en todas las