Embarazo, parto y primer año de vida. Leopoldo Filkenstein
estas sustancias en el pequeño? Explicamos:
La ingesta de bebidas alcohólicas ejerce un efecto muy tóxico sobre el bebé ya que tiene la capacidad de atravesar la placenta y entrar en la sangre del pequeño con la misma concentración que en la sangre materna. Un consumo moderado de alcohol (digamos, un vaso diario de vino) por parte de una embarazada está directamente vinculado al bajo peso en el momento del nacimiento. Un consumo más importante puede hacer que el niño nazca, por ejemplo, con algún grado de retraso mental.
En cuanto al tabaquismo, comencemos por decir que los cigarrillos poseen una serie de sustancias tóxicas (plomo, alquitrán, etc.) que, como no podía ser de otra manera, afectan al bebé de la futura mamá fumadora. Además, muchos estudios revelan que es un vicio que tiene incidencia en la ruptura prematura de membranas, puede dar lugar a anormalidades en la placenta e incrementa el riesgo de que el niño nazca con un peso menor al recomendable.
Las drogas ilegales conllevan siempre efectos nocivos durante la gestación, pero tal vez la más riesgosa es la cocaína. Las mujeres adictas a esta droga tienen más probabilidades de tener un parto antes de la fecha indicada, los recién nacidos tienen menos peso del conveniente y suelen ser más irritables y padecer trastornos, tanto físicos como emocionales, a largo plazo. Asimismo, la cocaína puede producir en la mujer gestante trastornos cardíacos e hipertensión.
La cuestión de la edad
¿Hasta que edad es conveniente tener un hijo? ¿Es más difícil lograr un embarazo luego de los 35 años? ¿Qué riesgos implica un embarazo luego de esa edad? ¿Pueden minimizarse esos riesgos? Éstas y otras preguntas similares han surgido en las últimas décadas en mujeres y parejas de clase media y alta. La razón de ello es que la cultura actual de esos segmentos sociales hace que la maternidad sea postergada en pos de la búsqueda de la realización profesional y laboral de la mujer. Asimismo, las parejas estables suelen conformarse a una edad relativamente avanzada (luego de los 25 o 30 años) y ése es otro factor que influye en la postergación de la búsqueda de un hijo, amén de que muchas mujeres maduras profesionales y solas se plantean y llevan a cabo la decisión de ser madres solteras. Sin embargo, en todos estos casos hay algo fundamental a tener en cuenta: las pautas sociales y culturales con relación a la edad de la maternidad han cambiado, pero el reloj biológico de la mujer, no. ¿Qué quiere decir esto?
Por reloj biológico, se entiende el tiempo en el cual una mujer es capaz de tener un hijo sin recurrir a los adelantos médicos y tecnológicos de ayuda, período que se extiende desde la menarca o primera menstruación hasta la última. Se trata de un lapso que dura un poco más de 30 años, desde los 12-14 años hasta los 45-50.
Tal como decíamos, en los últimos tiempos, se ha corrido la búsqueda de un embarazo hacia edades más avanzadas, pero el reloj biológico no se ha modificado, lo que significa que si aparecen dificultades para lograr un embarazo, el tiempo para consultar a un especialista e intentar remediar el problema es menor.
Por otro lado, además del tema del reloj biológico, también se sabe que, si bien la menstruación se retira entre los 45 y los 50 años, impidiendo luego de esta fecha la posibilidad de tener un hijo biológico, a partir de los 35 años la fertilidad de la mujer comienza a decaer y el logro de un embarazo se torna más difícil, especialmente después de los 40 años.
Asimismo, en caso de que efectivamente se logre el embarazo luego de los 35 años, las posibilidades de aborto se ven aumentadas con relación a una mujer más joven, debido a que la calidad de los óvulos va decayendo. También se observa un incremento de las enfermedades cromosómicas.
Por supuesto, todo ello no indica de ninguna manera que el embarazo no deba ser buscado ni producirse a partir de esa edad. Pero implica la implementación de actitudes, medidas y precauciones que no serían tan necesarias de tener en cuenta a los 20 o 25 años. Éstas son:
Si usted está buscando un embarazo luego de los 35 años, y no lo logra en pocos meses, no debe perder el valioso tiempo que le queda para conseguirlo. Concurra de inmediato a un especialista en esterilidad para ver qué es lo que está sucediendo. El médico indicará los exámenes y procedimientos a seguir para conocer las causas. Lo usual es realizar un espermograma completo (análisis del semen) de su pareja, un estudio hormonal suyo y una histerosalpingografía (radiografía de útero) que permite evaluar el estado de la cavidad uterina y las trompas de Falopio.
Una vez completado estos estudios básicos se decidirá cómo conviene buscar el embarazo, si por vía natural o mediante alguna de las denominadas técnicas de reproducción asistida: inseminación artificial, fecundación in vitro, etc.
Logrado el deseado embarazo, además de los exámenes prenatales de rutina, el médico podrá pedir otros análisis que se efectúan casi exclusivamente a futuras mamás de más de 35 años y que tienen como objetivo principal investigar si existen enfermedades cromosómicas en el feto. Los más usuales son: control médico cuádruple, translucencia nucal, amniocentesis y biopsia de vellosidad coriónica. Para saber en qué consisten y qué es lo que detectan, vea en el capítulo 8: “Exámenes prenatales especiales”.
Otra cuestión de edad: los embarazos adolescentes Los riesgos de comenzar un embarazo luego de los 35 años es un tema bastante divulgado. De hecho, existen libros que abordan exclusivamente la cuestión. Sin embargo, no existe mucha información acerca de los riesgos que conlleva un embarazo en el otro extremo de la vida reproductiva que es la adolescencia. Las adolescentes, al no haber llegado aún a una maduración completa de sus sistemas, tienen más riesgo de padecer presión arterial elevada y anemia, y están más expuestas a un trabajo de parto prematuro (presentar contracciones antes del término del embarazo) o muy prolongado. Vale destacar que estos riesgos aumentan en las embarazadas menores de 15 años. |
Preguntas a hacerse antes de tener un hijo
La decisión de traer un hijo al mundo es una de las decisiones más importantes que se pueden tomar en la vida. Sin embargo no existe un momento ideal para hacerlo. Por supuesto, algunos son especialmente malos, como por ejemplo: traer un hijo al seno de una pareja en crisis para ver si el pequeño “salva” la relación, o cuando no hay recursos suficientes para el cuidado más indispensable y sin contar con asistencia médica, etc. Pero también hay que considerar que si se espera el momento “ideal” para tener un hijo, es posible que nunca llegue. En realidad, salvo situaciones muy particulares, se puede tener un hijo cuando de verdad se quiera hacerlo y se sienta el compromiso de otorgarle a esa personita que llegará al mundo toda la atención necesaria.
Para esclarecer un poco la cuestión (ya sea para usted misma o en el seno de su pareja) contestarse estas preguntas puedan serle de gran ayuda:
• ¿Por qué deseo tener un hijo? ¿He tomado la decisión por mí misma o he cedido a la presión de mi pareja, mis padres o alguna otra persona?
• ¿Me gusta pasar tiempo con los niños? ¿Me veo a mí misma como madre?
• ¿Qué me gustó de mi infancia? ¿Qué cosas no me gustaron? ¿Qué infancia deseo para mi hijo?
• ¿Cómo influirá un bebé en la relación de pareja? ¿Estamos listos para ser padres?
• Si no estoy en pareja: ¿me siento preparada para criar a un niño sola? ¿Cuento con alguien que me ayude en esta tarea?
• ¿Cómo afectará el bebé mis planes futuros, educacionales, laborales, profesionales, etc.?
• ¿Mi pareja y yo tenemos diferencias religiosas o étnicas? ¿Cómo podrían afectar al niño y de qué forma pensamos manejarlas?
• ¿Cómo tengo pensado cuidar a mi hijo, bajo qué pautas, con qué parámetros?
• ¿Estoy dispuesta a criar a un niño con problemas de salud o con necesidades especiales?
• ¿Estoy dispuesta a implementar en mi vida todos los cambios que requiera la crianza de mi hijo?