La dignidad. Donna Hicks
las reacciones emocionales. Había sido entrenada en la teoría del conflicto por necesidades de John Burton y en el enfoque de solución interactiva de problemas para la resolución de conflictos de Hebert Kelman, de manera que ya estaba consciente que todos los seres humanos tenemos necesidades sicológicas que, si son amenazadas, pueden dar lugar a un conflicto.1 El enfoque Burton-Kelman se centra en proporcionar un foro para que las partes compartan sus necesidades insatisfechas y canalicen los resultados hacia el proceso político.
La lista original de Burton de las necesidades “ontológicas” —necesidades que están siendo alimentadas por la fuerza del desarrollo humano— incluyen la identidad, el reconocimiento, la seguridad y la pertenencia.2 Cuando comencé a tratar de ver cuáles eran las condiciones que resultaban en una observable reacción emocional durante procesos de diálogo, ya estaba sensibilizada a esas cuatro necesidades. Cuando alguien comenzaba a gritar, se sonrojaba o parecía retirarse de la conversación, tomaba nota de los intercambios que habían dado lugar a esas señales físicas de violaciones de la dignidad. También comencé a ver otros detonantes que producían reacciones viscerales, como cuando alguien sentía que había sido ignorada o despreciada.
En una ocasión, un participante describía una experiencia horrible, y nadie del otro lado de la mesa respondió. No hubo ninguna muestra de remordimiento o de compasión, ni se diga un pedido de perdón. Me di cuenta de que si quería comprender más totalmente las maneras en que las personas sienten que su dignidad ha sido violada, tenía que expandir la lista original de Burton. ¿Qué pasa con el deseo de ser comprendido? ¿El deseo de que se perciba y valide el sufrimiento? ¿El deseo de sentirse libre de dominio para que pueda aflorar un sentido de esperanza y de posibilidades? ¿El deseo de que a uno se le conceda el beneficio de la duda? ¿El deseo de que a uno se le pida perdón cuando se la ha hecho un daño?
Luego de compilar la lista, comencé a investigar lo que otros habían escrito sobre la dignidad, y descubrí, para sorpresa mía, que había poco por encontrar. No obstante las muchas referencias a la dignidad en la literatura, nadie la había convertido en un concepto operativo. Yo buscaba respuestas a preguntas tales como “Si yo fuera a decir que me comporté de manera digna, ¿cuál habría sido mi comportamiento?” “Si deseo tratar a alguien de manera digna, ¿qué debo hacer?” “¿Qué ocurre cuando violo la dignidad de otra persona o pongo en entredicho la mía?” Al final del día, los diez elementos esenciales de la dignidad, construidos sobre las necesidades originales de Burton, representan años de observaciones: tomé nota de las condiciones (las maneras en que las personas se trataban mutuamente) que daban origen a las mismas reacciones en personas en conflicto en cualquier parte del mundo mientras estaban sentadas dialogando.
En el transcurso de mis investigaciones, descubrí el trabajo extraordinario de Evelin Lindner de la red de Estudios de la Dignidad Humana y la Humillación que desarrolló junto con Linda Hartling.3 El libro de Lindner Making Enemies: Humilation and International Conflict* es de lejos la obra más extensamente documentada actualmente disponible de investigaciones sobre la humillación y su rol en el conflicto internacional.4 En este libro, ella aborda un tema que ha sido examinado infrecuentemente en el campo de la política internacional: al haberlo escrito, ha hecho una contribución de enrome importancia a la comprensión de uno de los aspectos menos comprendidos del comportamiento humano en tiempos de guerra. Aunque ella analiza, en minucioso detalle, la naturaleza destructiva e insidiosa de la humillación, no profundiza en las preguntas acerca de la dignidad a las cuales yo buscaba respuestas.
Peter Coleman, un sicólogo social en la Universidad de Columbia, también ha investigado extensamente la manera en que la humillación contribuye a la inamovilidad y dificultad de manejo del conflicto.5 Él y sus colegas han explorado las maneras en que la experiencia emocional de la humillación opera, psicológicamente, en personas que han sido sometidas a ella en tiempos de guerra, y en cómo la humillación tiene un papel en la exacerbación y la perpetuación del conflicto. Aunque este muy significativo trabajo mejoró mi comprensión de las dinámicas psicológicas que entran en acción cuando las personas se sienten humilladas, no me ayudó en mi búsqueda de hacer operativo el concepto de la dignidad.
Aunque los diez elementos de la dignidad se inspiraron en la lista de Burton de las necesidades de identidad, reconocimiento, seguridad y pertenencia, se me hizo crecientemente más incómodo describirlas como las “necesidades de la dignidad”. No pienso que la dignidad es una necesidad. Es un aspecto esencial de nuestra humanidad. No la necesitamos, porque ya la poseemos. Los aspectos físicos de lo que nos hace humanos no son “necesidades”. ¿“Necesitamos” un cerebro, un corazón, una nariz? No. Son partes naturales de lo que nos hace seres humanos. Al término de una larga conversación, mi amiga y colega Lucy Nusseibeh tuvo la idea de llamar a los elementos esenciales de la dignidad precisamente eso: “elementos esenciales”.6 Se convirtieron en diez maneras específicas y observables de describir la experiencia humana de la dignidad.
Luego de someter mis elementos esenciales a la consideración de cientos de participantes en mis talleres, sentí confianza en que había encontrado algunas respuestas a mis preguntas. Al leer la lista de los elementos esenciales, por favor tenga en mente que si describen diez maneras diferentes en las que las personas experimentan la validación sicológica de su dignidad, también describen, a la inversa, diez maneras diferentes en las que las personas pueden experimentar heridas a su dignidad —heridas emocionales que dañan el sentido de la propia valía como ser humano. Porque esas heridas son internas, podemos no verlas con facilidad. Pero si usted observa con suficiente cuidado y detenimiento, tal como yo lo hice durante mis años de diálogos con partes en guerra, comenzará a conectar comportamientos familiares con esas heridas interiores.
Cuando usted ve a una persona comenzar a enojarse, aunque es normalmente reservada y calmada, pregúntese, “¿Qué clase de violación de su dignidad ha sentido?” Si una mujer que es normalmente extravertida y sociable se inhibe y se vuelca hacia su propio interior, pregúntese, “¿Se estará sintiendo despreciada o no reconocida?” Si usted ve a un hombre que no puede dejar ir su ira mucho después de un incidente que le molestó, pregunte, “¿Removió ese incidente alguna antigua herida a su dignidad, una que aún requiere ser sanada?” También pregúntese si su falta de voluntad de o capacidad para volver a ponerse en contacto con alguna persona que le lastimó no significa que aún está protegiendo su dignidad vulnerada, dejando una parte de sí congelada en el tiempo.
La ira y el acto de retirarse son reacciones normales a las violaciones de la dignidad. Cuando vemos a una persona que está molesta, nuestra más usual primera reacción es juzgarle negativamente y distanciarnos. No nos gusta estar asociadas con una persona enojada, y normalmente nos alejamos de una persona que ha sido humillada. Pero si pensamos en lo que le ha sucedido a esa persona en términos de la dignidad —y si vemos su ira como una reacción natural y comprensible al hecho de haber sido violada, como el enrojecimiento de la cara es una reacción natural a sentirse avergonzado— tal vez podamos sentir empatía.
Lo que encuentro más útil en la lista de los diez elementos esenciales de la dignidad es el hecho de que valida y les da nombres a las experiencias. Ayuda a que tenga sentido el por qué nos sentimos mal después de determinadas interacciones. El conocimiento de los elementos esenciales de la dignidad nos ayuda a comprender que la fuente de los malos sentimientos pudiese ser una violación de la dignidad. Solo poder darle a ese sentimiento el nombre de “violación de mi dignidad” sana y trae alivio. El incidente y nuestra reacción comienzan a hacer sentido. Reconocemos que no hay nada malo adentro de nosotros pero que algo malo nos ocurrió.
En los capítulos 2 a 11, doy ejemplos de qué sucede cuando los elementos esenciales de la dignidad son violados u honrados. Me nutro de varios contextos que van desde violaciones que ocurrieron en el nivel internacional hasta aquellos que ocurren al interior de la familia o el lugar de trabajo. Aunque seleccioné estos ejemplos para resaltar aspectos específicos de la dignidad, puede que muchos de los elementos esenciales estén involucrados en una sola violación. Aunque la primera historia tiene como propósito ilustrar el elemento esencial de la identidad, queda claro, finalmente,