Etnografías nómades. Leticia Katzer

Etnografías nómades - Leticia Katzer


Скачать книгу
entre las dinámicas de “comunalización jurídica” (el nucleamiento de adscriptos étnicos en “comunidades indígenas” en tanto “personas jurídicas” (Katzer, 2010) y la vida-en-común nativa, como se ve reflejado enfáticamente en el desconocimiento y la exclusión de las prácticas nomádicas (Katzer, 2013b, 2015). Pero en cualquiera de estos dos avances, advertimos que la forma de objetivación étnica, su grado de visibilización y las formas de su legitimación se hallan condicionadas no solo por los marcos legislativos sino también por las teorías, los campos y las prácticas de saber que los describen. Nuestra agentividad como téoricos/académicos es innegable. Hay una inscripción directa de nuestros postulados a la hora de definir tanto criterios de reconocimiento de derechos diferenciados como criterios de restitución de territorios indígenas. Las formulaciones teóricas son las que delimitan los fundamentos epistémicos de las formas jurídico-políticas. Los criterios jurídico-políticos de comunalización como de territorialización se definen sobre la base de las teorizaciones sobre la cultura, el pluralismo y la comunidad.

      La legislación insiste en asociar una comunidad con un territorio fijo, pero en realidad lo que observamos al menos en nuestro caso etnográfico es una red de itinerarios que superponen territorialidades múltiples y móviles que hace imposible fijar las familias a una unidad geográfica o una unidad política. Esta inapropiada asociación se ve también expresada en la tensión entre comunidad y familia. Algunos adscriptos defienden la idea de “tribu” y no de “comunidad”. También se ve expresada en la tensión entre cómo se concibe lo público y lo privado, entendiendo por público las “comunidades” y las “familias” como ámbito privado, y allí es a la inversa. Ahora bien, esto conduce a un problema de tipo metodológico y ético: ¿cómo nos articulamos en esas dinámicas y cómo se legitima nuestra práctica científica? Para solicitar/recibir autorización, ¿cuáles son los actores legítimos? ¿La comunidad? ¿La tribu? ¿La familia? Interrogantes que introducen el problema de la legitimidad de los circuitos colaborativos.

      En este sentido también, y reconociendo la etnopolítica como dominio de saber, pensamos en una etnografía que no es solo cartografía de un grupo o colectividad étnica, sino también de los itinerarios propios de la práctica científica respecto de axiomas teóricos, lógica institucional, lógica de articulación interinstitucional y lógicas de relación con el sujeto de estudio. Toda totalización envuelve una operación genealógica y, por el mismo motivo, coloca en el centro de problematización a las “políticas de relación” y a las “formas de memoria”, tanto en el ámbito de la propia práctica intelectual y de las configuraciones de saber como en el ámbito de las formaciones jurídico-políticas en las que se forman los marcos de legitimidad de institucionalización de la multiplicidad étnica. El mismo proceso de “diferenciación étnica” en ambas dimensiones, teórica y jurídico-política, hace de la vida-en-común un cuerpo, un sujeto constituido de acuerdo con patrones y criterios bien específicos demarcados por la lógica moderna. En toda forma jurídico-política, en toda forma de corporalización pública hay un fundamento epistemográfico. Las epistemografías dan sustento, fundamento y legitimidad a las formas de corporalización o no corporalización pública. En tanto dominio, la etnopolítica vertebra un conjunto de instituciones y configuraciones de saber, entre las que se incluyen los modos de relación con los otros en la experiencia etnográfica.

      En esta línea, una tesis derridiana-foucaultiana resulta orientadora como piso de reflexión: las prácticas de los pensadores y lo que se construye como objeto de indagación y problematización no se encuentran desarticulados. Así, las problematizaciones con relación a la etnicidad son dirimidas a través de la práctica etnográfica. El modo en que construimos la etnicidad como temática, como ámbito de exploración se articula a formas particulares de prácticas etnográficas. Entonces, si nos remontamos al momento de institucionalización de la etnología como ciencia y la etnografía como su “método” específico, ¿qué forma de práctica se registra, qué problemas, qué positividades se construyen y cómo se articulan entre sí? ¿Qué elementos pueden ser identificados y desidentificados con la etnografía actual?

      Con Argonauts of the Western Pacific (1922) de Bronislaw Malinowski y Manuel d’ethnographie (1926) de Marcel Mauss, donde se presenta una ordenada sistematización de la etnografía en cuanto a principios de observación, técnicas, recursos y positividades, la etnografía se consagra como “método” de la antropología social y cultural, y se inaugura lo que vino a denominarse “etnografía moderna”. Ya es ampliamente sabido sobre el tinte estructural-funcionalista de su matriz teórica y de su diseño de investigación, el cual apunta a objetivar y hacer coincidir “patrones culturales” con sociedades a la vez que totalidades con funciones y “hechos sociales”. Pero ¿qué hay detrás de estos modos de objetivación? ¿Qué supuestos epistemológicos y filosóficos los sostienen? ¿Que léxicos y semánticas traduce el estatus de “moderna”? Y, fundamentalmente, ¿qué modos de relación y vida-en-común con los otros, los sujetos de estudio, traducen en la experiencia etnográfica?

      Delimitando la “etnografía” no como método sino como “dominio histórico/de saber” el propósito de este libro es explorar y analizar la articulación entre formas de prácticas etnográficas, positividades y objetos de problematización teórica atendiendo no solo a los recursos metodológicos y técnicos que se proponen como “plan de estudio” de una sociedad, sino también a los supuestos filosóficos, epistémicos y teóricos sobre los que se basan y a las implicancias que tienen en los modos de relación con los otros, en los modos de devenir-en-común en la experiencia etnográfica. Tomamos dos referencias situacionales: 1) el dominio histórico que inaugura la “etnografía moderna” (primera mitad de siglo XX) en sus diversos satélites geopolíticos y en nuestro propio espacio etnográfico, y 2) nuestra experiencia de investigación de trece años (2004-2017).

      En la acepción de “dominio histórico-de saber” entendemos la etnografía como acontecimiento en tres dimensiones: en tanto texto, en tanto proceso y en tanto experiencia. Así, nuestro abordaje articula la dimensión textual y la procesual del trabajo etnográfico como dimensiones indisociables. Circunscribe los “textos” y los procesos como “unidades de análisis”, focalizando tanto en la dimensión narrativa como en la organizacional. Esto quiere decir que, además de ser espacios narrativos –vale decir, configuraciones de saber, formaciones discursivas–, las etnografías son relaciones entre sujetos, cuya calidad y forma de interacción condicionan la calidad y el tipo de relatos que ponen en circulación.

      En tanto “texto”, la crítica de Writing Culture entiende la etnografía como un género distintivo de escritura y de producción de conocimiento, y, situando como objeto de indagación la escritura etnográfica en sí misma en sus contextos de producción/circulación/recepción, se busca analizar los modos de presentación de la alteridad que operan y definen el saber producido. Implica atender a formas específicas de producción de saber, cuestión que es analizada desde postulados foucaultianos sobre cómo se forman los discursos y mediante qué prácticas (Katzer, 2015).

      En tanto “proceso” –propuesta de una multi-sited ethnography de George Marcus (1995) y de una “etnografía situacional” de João Pacheco de Oliveira (2006)–, implica entender la etnografía como una red multisituada de relaciones configuradas históricamente cuya matriz demarca una macrohistoricidad (relaciones coloniales previas occidental/nativo en general y con los etnógrafos en particular) y una microhistoricidad (historicidad de la propia relación con los sujetos de estudio en el ámbito etnográfico concreto; Katzer, 2018). En esta dimensión se demarca como unidad de exploración una cadena de agencias que articula la propia academia, los organismos gubernamentales, los organismos religiosos, las ONG, las empresas y diversas referencias indígenas (líderes y no líderes). Como todo campo histórico constituido, delimita y es delimitado por una red de fuerzas organizada en una jerarquía y un orden de subordinación. El “grupo étnico” no funciona como un “bloque”, más bien individuos con posicionamientos diferenciados conforman redes con actores provenientes de diversas agencias constituyendo circuitos colaborativos diferenciados. De lo que se trata es de relaciones agónicas entre circuitos adversarios dado que los acuerdos y desacuerdos se dan no tanto con actores aislados, ni grupos cerrados, sino al


Скачать книгу