Hermann Linch. Leena H.

Hermann Linch - Leena H.


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rmann Linch

      ©2020. Ediciones Especializadas Europeas, SL

      EEEliteraria

      www.eeeliteraria.com

      ISBN 78-84-122049-3-3

      Todos los derechos reservados, incluyendo, entre otros, conferencias públicas y transmisiones por radio y televisión, incluidas partes individuales. Ninguna parte del trabajo puede reproducirse de ninguna forma (por fotografía, microfilm o cualquier otro medio) o procesarse, duplicarse o distribuirse utilizando sistemas electrónicos sin el permiso por escrito del editor.

      Índice de contenido

      1  EN EL PRINCIPIO

      2  PRIMERA PARTE

      3  I. CLOE

      4  II.SET

      5  III.CLAUS

      6  IV. PATRICK

      7  V. LENA

      8  VI. MATTIÈ

      9  VII. DORIS

      10  VIII. DAMIAN

      11  ERASE UNA VEZ

      12  SEGUNDA PARTE.

      13  PRIMERO

      14  DECIMOTERCERO

      15  DECIMOSEXTO

      16  VIGÉSIMO

      17  VIGESIMOSÉPTIMO

      18  TRIGÉSIMO

      19  EPÍLOGO

      20  LA AUTORA

      Hitos

      1 Índice de contenido

      2  Portada

      Leena H

      Hermann Linch

      EN EL PRINCIPIO

      Hermann fue un hijo deseado y sus padres esperaron su llegada con impaciencia.

      No existía ningún tipo de rechazo hacia su persona, era un niño especialmente querido por sus progenitores, ya que había sido el único hijo que Ann y Osborn habían logrado engendrar.

      Formaban un matrimonio acomodado que residía en un barrio medianamente rico de la ciudad, alejado de las preocupaciones mundanas. Nunca les había inquietado cómo llegar a fin de mes, nunca se habían privado de nada y, por supuesto, tampoco Hermann había sido privado de nada.

      La casa en la ciudad era sencilla, pero moderna. Todos los muebles habían sido diseñados por algún loco diseñador que el matrimonio no conocía, pero sí un amigo común que sostenía que se dedicaba al interiorismo. No podían negar el gran gusto de ese amigo común para decorar su gran casa, sin embargo el precio final quizá había resultado ser excesivo. El inmueble estaba situado en pleno centro de la ciudad aunque, curiosamente, el ruido del tráfico no se apreciaba desde dentro, ni siquiera se oía la gente que andaba por la calle ni tampoco a los vecinos. En esta casa, la primera del matrimonio, Hermann pasaría sus años de infancia tardía y de adolescencia.

      Su madre, Ann, empezó a notarse bastante indispuesta durante el embarazo. Ya por aquel entonces su personalidad depresiva hacía temer a Osborn por su salud, así que decidieron trasladarse a la casa de campo de la familia Linch donde Hermann vería la luz y sería criado en un remanso de tranquilidad.

      La casa de campo estaba rodeada de una gran extensión de jardines medianamente cuidados que acotaban el camino principal de grava que conducía directamente a la entrada. Su estilo era clásico en el exterior, pero en el interior, Steven, el decorador, había decidido combinar mesas de granja con cuadros cubistas. Después de cruzar la amplia entrada, el comedor quedaba a la derecha, unido a una amplia sala de estar por un arco acristalado de la pared. En los largos atardeceres en la casa de los Linch, el comedor se llenaba de los reflejos azulados y verdosos cristalinos que aumentaban si cabe más aún esa sensación de remanso absoluto.

      La cocina no tenía el mayor interés, era una habitación inservible para los Linch que estaban acostumbrados desde siempre a tener un servicio a su disposición las veinticuatro horas del día. Ni esposo ni esposa tenían conocimiento culinario alguno ni ganas de adquirirlo. La planta baja se completaba con un amplio aseo decorado con todo lujo de detalles, el despacho de su padre, un estudio-biblioteca y todas las dependencias del servicio.

      La planta superior disponía de una habitación principal para el matrimonio, la habitación de Hermann y tres habitaciones de invitados. La habitación de matrimonio tenía en su interior un aseo con vestidor y había otro aseo más pequeño en el pasillo.

      Ann era una mujer un tanto especial, obsesionada con sus zapatos. Tenía calzado de todos los tipos, con una amplia gama de colores, pero lo más sorprendente era que poseía dos números de cada par. Ella tenía la teoría que sus pies se dilataban y contraían tanto en verano y en invierno que la diferencia era de una talla, así que siempre compraba un número más para el verano y uno menos para el invierno.

      Osborn no comprendía todas las obsesiones de su mujer (que eran muchas), pero le divertían. El grado de tolerancia era tal que los zapatos de Ann ocuparon siempre gran parte del espacio del armario de Hermann y, por tanto, éste siempre se vio obligado a convivir con los zapatos de su madre junto a su escasa ropa.

      De niño Hermann no tenía un vestuario muy extenso, pero su gusto por la ropa o por los complementos no aumentó con el paso de los años. Herman prefería todo lo demás, estaba más interesado en todo lo que no se veía de las personas que lo que podía verse. Es más, creía que cuanto más ropa llevara una persona, más pretendía ocultar su verdadera personalidad. Hacia su madre guardaba cierta desconfianza tal vez por esto, o por otras cosas, vete a saber.

      El cuarto de Hermann era una habitación luminosa que, con el paso del tiempo, se fue haciendo más insustancial. Al principio sus padres eligieron una decoración convencional para una habitación de niño, ya se sabe, todo lo que resulta en cierto modo agradable y divertido: elefantes de colores, arcoiris y cosas de ese estilo pintadas en las paredes, con puntillas en las sábanas y bordados en las cortinas. Cuando Hermann tuvo cierto poder de elección decidió retirar todo aquello y cambiarlo por una decoración en consonancia con el resto de la casa. Para este fin no acudió al amigo común de la familia, ya que aquel decorador tan estrafalario había muerto una calurosa noche al borde de una piscina


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