Ultimatum extrasolar. Antonio Fuentes García

Ultimatum extrasolar - Antonio Fuentes García


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también, hasta hacer huir a los policías; que volvieron luego con refuerzos, cuando el complejo industrial ardía por sus cuatro costados y los responsables se retiraban. Hubo entonces una batalla campal en la que otra vez los policías, mucho menores en número y sorprendidos en su retaguardia por un nuevo contingente de afroasiáticos que acudían a la llamada de los primeros, llevando la peor parte tuvieron que volver a retirarse mientras se llamaba al ejército y los bomberos. Pero cuando estos dos cuerpos llegaron los responsables de la destrucción e incendio del complejo industrial habían levantado el campo de batalla, sólo quedando algunos heridos no precisamente musulmanes, pues a estos se los llevaron consigo sus correligionarios.

      Aunque las autoridades germanas quisieron ocultarlo, los mismos islamistas que lo perpetraron lo lanzaron a los cuatro vientos a través de internet y de sus inteléfonos por wasap*, corriéndose la noticia por todo el globo terráqueo; celebrada en todo el Islam y poco menos en el orbe cristiano; sin faltar su llegada bien recibida en el resto de países afroasiáticos musulmanes; aunque los gobiernos de las naciones de mayor producción robótica enviaron inmediatamente fuerzas militares y policiales a proteger las instalaciones de esa producción y almacenamiento, a la espera de lo que había que hacerse legalmente sobre los robots; y así fue en Japón, China y Corea del Sur aunque en estas naciones fuese muy minoritaria la presencia musulmana y no mucho mayor la cristiana, temida ésta igualmente por compartir con aquélla el temido día del Juicio Final.

      Y no estaban equivocadas las autoridades de esos Estados, pues como si la destrucción del complejo industrial robótico alemán fuese la chispa de un incendio general premeditado, sucesivamente por todo el mundo terrestre fueron siendo asaltadas las industrias robóticas, causa entendida del ultimátum extrasolar, destruyéndose e incendiándose sus maquinarias, montajes, robots, oficinas y cuanto tuviera que ver con la creación de cualquier ingenio mecánico más o menos autómata. En muchos casos participando incluso los mismo obreros de las plantas industriales, temerosos más del diluvio termonuclear extrasolar que todos temían se produciría de no cumplir su advertencia, que de perder sus propios puestos de trabajo, y que achacaban a la creación de los robots condenados por los galácticos igual que por la religión propia no ya sólo por la islamista. Así veíanse también a los padres y madres arrebatar de las manos de sus hijos los drones y juguetes mecánicos que les habían regalado, o que ellos mismos armaban o construían, para destruirlos a pesar del llanto de muchos chiquillos; que no de todos, que los había comprensibles y hasta con miedo de los robots, lo mismo por el mensaje extrasolar que, ahora sí, recordando la serie cinematográfica de “Terminator”.

      Era principalmente en los países que constituían la Unión Europea, salvo los que ya se mencionaron del Este, y los de América que habían acogido y dejado instalarse a musulmanes, donde el maremágnum de situaciones se exacerbaba hasta alcanzar en algunas naciones el paroxismo; no siempre provocado por los islamistas, pues miembros de otras religiones minoritarias pero en especial creyentes cristianos, contribuyeron también a la alteración del orden público, pues la creación y propiedad de robots se entendía, ahora más que nunca, como una aspiración de divinización del ser humano, especialmente la fabricación de androides, identificándose en este sentido cristianos y musulmanes, hasta el punto de que muchos de los primeros apoyaron las tesis de los segundos acerca de ser los extrasolares, o poderlo ser, venidos de las estrellas, enviados de Dios, ángeles o no, pero mensajeros divinos, aunque sólo fueran consentidos por Dios. Y por ello mismo había que destruir a los robots que eran producto de la ambición humana de hacerse creadores como Dios. Este pensamiento angelicaba* a los extrasolares, pues que solamente de Dios aceptarían la creación de seres movientes e inteligentes, y así creían de Él esa venida a prevenir el ultimátum apocalíptico de no ser obedecido, igual que en el pasado tuvo razones para enviar el Diluvio, se decía.

      Y por ser los Venidos de las Estrellas consentidos o enviados de Dios, como demostración de ello se decía también habían escogido a diez humanos buenos de las cinco razas, rejuveneciéndoles, sanándoles y haciéndoles crecer mostrando a la Humanidad el Bien que recibirían que se perdió en el Edén. Bien que por apuntarse a él longevos, enfermos, disminuidos y paralíticos amén de infinidad de soñadores, aumentaba el número de los amigos de los estelares en todo el mundo, y muchos que eran malos de siempre intentaban ahora ser buenos para siempre. Pero también sucedía que mientras unos se regeneraban otros degeneraban, convencidos de un fin sin otra vida.

      A tal punto se fueron extendiendo entre los septentrionales esas ideas contrapuestas apuntadas, que sus autoridades, dirigidas por los Seis Grandes, contuvieron sus ímpetus de agresividad inmediata al mundo islámico, cuando se estudiaba lanzar un misil nuclear sobre La Meca en el momento que allí estuvieran reunidos los gobernantes musulmanes, por considerarlo malvisto en sus propios nacionales convivientes con los islamistas en América y la Europa occidental; mientras que a la inversa¸ y por cuanto observaban al Norte de sus dominios los islamista, recomenzaron su invasión milenaria de Europa, enviando nuevas tandas de supuestos refugiados o simplemente reconocidos emigrantes, que, como ya no eran bien vistos ni recibidos, especialmente por los nuevos gobiernos de los países mediterráneos europeos dispuestos a rechazarlos, pronto comenzaron a transformarse en lo que realmente venían a resultar ser: compañeros de encubiertos conquistadores; si bien en cuanto las naciones europeas meridionales del Mediterráneo y el Cáucaso percibieron las verdaderas intenciones islamistas, enviaron más contingentes militares propios a defender sus fronteras y las costas en el Mediterráneo con sus barcos de guerra, a la vez que demandaban la ayuda de los demás países eurounionistas* de su alianza advirtiendo del peligro que todos corrían, conforme hacían navegar por todo el Mediterráneo a sus flotas de guerra. Y por primera vez en toda Europa leían los naturales la verdadera Historia de la Reconquista Española, y la defensa que para toda ella significó librándola de la conquista mahometana. Ahora sí: en los libros de Historia europeos y americanos se mencionaban la invasión y conquista de España por los musulmanes desde África, la guerra de Reconquista de ocho siglos mantenida por los españoles hasta la victoria final de éstos en Granada y la expulsión de los musulmanes, librando entonces con su guerra secular a Europa del islamismo, y permitiendo la posterior llegada de europeos a América, y no de conquistadores musulmanes. Y en esa situación prebélica mundial contra el Islam, dos victorias hispanas del pasado se hacían relevantes: la de las Navas de Tolosa en la propia España frente a la ola invasora almohade desde África y la batalla de Lepanto contra la expansión turca por el Mediterráneo.

      No obstante se mantenía en todo el Occidente septentrional tal maremágnum de ideas generalizadas que sus aliados del extremo oriente asiático no entendían; de aquí la postura cada vez más fuerte que los chinos se preocupaban de observar en la alianza AMMAA frente a los extrasolares y de pregonar arrasar las naciones que creyendo en la angelidad* de los alienígenas les permitirían aterrizar en sus extensos territorios.

      En tanto que en la India, con frentes militares guardando sus fronteras, se producían en éstas muchas deserciones, que, pese a los intentos talibanes, aún no eran éstos capaces de ocupar esas posiciones abandonadas en el frente de Pakistán, y menos los bangladesíes las posiciones orientales hindúes. Contra tales deserciones se procedió a los fusilamientos.

      Mientras que en el África subsahariana los islamistas aumentaban sus posiciones e imponían más firmemente la sharía* de ley islámica en todo su rigor, provocando emigraciones en masa ante las ejecuciones que se fueron produciendo. Solamente no conseguían victorias determinantes en Sudán del Sur, donde se les hacían retroceder con la intervención de Etiopía y la ayuda euroamericana; y en Sudáfrica y Mozambique con desembarcos chinos y japoneses de apoyo; mientras se luchaba fieramente en Angola, el Congo y el sur de Nigeria, y Liberia se defendía en todas sus fronteras; luchándose en todos esos frentes con ayuda norteamericana, que con la de británicos y franceses eran los que más se enfrentaban a la expansión islamista, contribuyendo también como los que más del resto de europeos los portugueses en Angola y españoles e italianos principalmente en la mitad norte de África, hasta las fronteras de Egipto y Sudán; a veces apoyándose todos en soldados robots, pese a lo que sucedía con estos mecanos en sus países y, en realidad, en todo el mundo; pues, como si se hubieran puesto de acuerdo las masas humanas, había una destrucción generalizada de ellos, en muchas ocasiones vandálicamente, tanto de los mecanos caseros como de los industriales y contra todo lo


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