Ultimatum extrasolar. Antonio Fuentes García
pero que viendo libres los comercios entendieron vivir las últimas horas o días al menos con algo de lo que siempre carecieron y quisieron disfrutar, mientras algunos comerciantes decidían repartir entre los humildes sus mercancías por temor a todo y a todos, y otros por un sentimiento repentino humano y religioso. Y no solamente los comercios se vieron asaltados, que también los bancos e incluso algunas fábricas; si bien a éstas y a los bancos inmediatamente se mandaron fuerzas que impidieran los atracos, hombres de orden entre los que algunos abandonaron o se pasaron a la delincuencia creyendo que, efectivamente, el fin de todo estaba próximo; y por esto mismo otros y otras acabaron también volcándose en el sexo y la gula con viciosa ansiedad, como nunca la tuvieran.
Y es que la Humanidad había caído a padecer un trastorno desquiciador, siendo muchos los que pretendían huir de la quema alejándose a los campos para contemplarlos llorando o, si tenían alguna embarcación lanzarse a navegar pensando algunos que el mar no ardería, y otros olvidándose de la película Deep Impact y de los maremotos. En cambio los aviadores particulares se asustaban de pensar volar al encuentro del fuego, o lo hacían con la intención de estrellarse contra el suelo; mientras otros se imaginaron hallar refugios bajo tierra e incluso bajo las aguas marinas enfundados en sus trajes submarinistas y acaparando bombonas de oxígeno. Pero también había los inactivos, acostándose a esperar dormidos lo que viniere o sentándose a emborracharse o dormirse ingiriendo narcóticos, o decidiendo otros encerrarse a disfrutar a satisfacción por última vez los placeres de la gula y el sexo desenfrenados; como también hubo los que decidieron ir al encuentro de la muerte; y peor que todos esos los que decidieron suicidarse en familia.
Incluso en los países musulmanes, aunque fue mucho menor ese espectáculo delirante, hubo situaciones paralelas, especialmente violaciones de mujeres, asesinatos de homosexuales, atracos y algunos saqueos. Pero la más extensiva creencia religiosa de la población en la intervención divina del fin y el juicio universal decididos por Dios, mas la mano dura con que procedieron las autoridades, amainó los ánimos autodestructivos y rebeldes; aunque no tanto en las fronteras con la India, donde pakistaníes, bangladíes, talibanes y afganos procedieron con más ánimo belicoso, y donde en su contra por primera vez intervinieron con eficacia los soldados-robots junto a las tropas hindúes y sus soldados voladores, mientras a sus espaldas se vieron hostigados también por grupos de musulmanes de la propia India, el grueso de los cuales se rebelaron tomando las armas dentro del país, donde eran una minoría contra la que el Gobierno mandó un poderoso ejército de exterminio.
Y en general los musulmanes emigrados, voceando la llegada de Alá, se manifestaban tumultuaria y violentamente en todos los países euroamericanos después de sus visitas a las mezquitas, convencidos de que el fin no iba con ellos, siendo esa situación menor o faltando en Rusia y países colindantes de sus fronteras europeas, donde no hubo en estos, o fue muy minoritaria y controlada la inmigración islamista provocada en la Unión Europea por la guerra de Siria y la decisión del gobierno de Angela Merkel en Alemania, y tras la proclamación del Estado Islámico o Daesh, cuyos sobrevivientes finalmente se desperdigaron tras el fracaso y muerte de su líder y el final de ese Estado no reconocido y vencido años atrás. En cambio continuaron en África las acciones bélicas musulmanas, así como sus ataques guerrilleros en las islas occidentales filipinas y el Sureste asiático.
Mientras, en el búnker AMMAA, los generales de las Grandes Potencias pergeñaban una acción general decisiva contra el mundo islámico, decididos a evitar en la Tierra países que pudieran cooperar con los extrasolares invasores.
Es de notar que, en esta tesitura, el ánimo de los militares en general comenzó por apartar de los puestos clave de mando al sexo femenino ―salvo muy pocas excepciones―, designándose su contribución a un segundo y tercer planos, que las mujeres llevaron a cabo con entrega responsable, salvo algunos grupos de feministas, entre los que se encuadraban con fuerza las denominadas por algunos “hembristas”* y por otros feminazis*, dado su enfrentamiento directo al sexo masculino generalizándolo machista. Solamente en las comunicaciones, la sanidad y otros servicios de oficinas y de índole cuartelaria se les asignarían por propia valía los mandos y puestos requeridos, aunque bajo la influencia de la importancia de sus países de origen. Si esto sucedía en las naciones euroamericanas y extremorientales asiáticas, en los islámicos aún lo fue más drástico, perdiéndose en la mujer lo conseguido en las últimas décadas.
14 Guerras y Amores
El alocado terror que sembraba tales efectos descritos no era tanto a causa de la expectativa de esa Tercera Guerra Mundial Nuclear del Norte y Occidente terrestres contra el mundo musulmán, ya empezada guerra convencional en África, pues en la Nuclear o Atómica el Islam estaba todavía lejos de dañar a los países septentrionales tanto como éstos a ellos. El alocado terror se debía en los países más avanzados sobre todo al convencimiento de que después o sobre esa Tercera Guerra Mundial Nuclear, con todo su espanto caería sobre la Tierra el infierno de la potencia destructiva extrasolar: el Apocalipsis del Holocausto humano.
Esto era lo que principalmente desquiciaba a la población del otrora llamado Primer Mundo y sus asociados; donde entre los que se decidían por el suicidio para no sufrir el infierno esperado, muchos asesinaban por delante a hijos, cónyuges y demás familiares cercanos, de común acuerdo o no, e incluso a mascotas como perros y gatos para evitarse todos los terrores y sufrimientos sin solución de lo que se avecinaba.
Porque se hizo convencimiento general que los Extrasolares, tras su ultimátum condicionado, lo que realmente pretendían era dominar nuestro planeta y para ello había que destruir nuestra Geocivilización*; y seguramente esclavizar a la humanidad que quedase confinándola previamente en los refugios que se exhortó a construir. Y a tal grado fue este el convencimiento más generalizado que no se escuchaban las voces de los que entre las élites humanas pedían se intentara diálogos de entendimiento con los alienígenas, buscándose entonces la intermediación de los Diez Insólitos.
Pero: ¿Dónde estaban éstos?
Donde estuvieran, a los Diez Insólitos no se les escapaba nada de cuanto se decía y sucedía en la Tierra, sufriéndolo y comprendiéndolo. No estaban ya, desde luego, sobre la plataforma desde la que se dirigieron a la Asamblea General de las Naciones Unidas, sólo sabemos que se hallaban en algún lugar desconocido adonde les habían teletransportado los Diez Extrasolares, desde el cual, y muy seguramente también por la intermediación de estos más sus obtenidos poderes superiores de los sentidos telecaptaron*, perfectamente, cuanto se dijo y produjo entre los miembros del Consejo de Seguridad en el despacho del Secretario de las Naciones Unidas, y luego ante la Asamblea General, igual que ahora estaban captando lo que sucedía en todo el orbe humano.
Veían, oían y sentían cuanto acontecía multitudinariamente, pero a veces se fijaban en su atención escenas más personales con todo su dramatismo, resultado de sus nuevas poderosas capacidades, seguramente frutos de los elixires que seguían tomando.
Fueron algunas tan dolorosas que, huyendo de ellas buscando un respiro emocional, recorriendo los Diez la geografía esférica acertaron a coincidir en un hermoso paisaje californiano desde el que descubrían al fondo el océano Pacífico; y he aquí que se toparon con la visión que siguieron de un automóvil que, abandonando el asfalto de una carretera no muy frecuentada entonces precisamente, se desvió por un carril terrizo a su derecha que acababa en un rellano sombreado por unos altos pinos de gruesos troncos y amplias copas.
Temieron entonces con fatalismo los Diez tener al otro lado del rellano, aunque la distancia fuese kilométrica, la temible hendidura de la falla de San Andrés, y en tales circunstancias estar en inmediato grave peligro los ocupantes del coche, igual que la población entre ella y el océano si en breve se produjese el desencadenamiento del conflicto bélico entre la Tierra y los extrasolares, pues las temibles armas que se podían temer de una tan avanzada exocivilización podrían directa o indirectamente abrir la falla al extremo de desplazar desde ella a una buena parte de territorio separándolo del continente o sumergiéndolo en el océano, si no acaso a todo lo largo de esa falla en paralelo a la costa; y máxime podía ocurrir cuando no era la única falla en el territorio de California.
Era el temor que de pronto sentían los Diez Insólitos podía suceder de un momento a otro