Ultimatum extrasolar. Antonio Fuentes García
señores ―rogó la que presidía la reunión, desencajada como la mayoría, por las fuertes palabras y la situación que se les venía encima con la aparente decisión de los Seis Grandes de hacer frente común a los alienígenas… o ángeles―. Y salgamos a exponer lo aquí acordado mayoritariamente y a ver cómo lo reciben. Sin olvidarnos de los Diez Insólitos.
―Lo acordado ―rectificó el representante turco―: en disconformidad con el Islam.
Sin más discusiones, alterados, sombríos, pálidos ante la responsabilidad que les tocaba, levantándose todos para salir, expresó entonces una advertencia el presidente de los Estados Unidos:
―Antes de exponer lo aquí acordado ante la Asamblea General, es preciso que hablemos con los miembros de nuestros Gobiernos y cúpulas militares, así como a nuestros representantes del Alto Mando Militar Aliado Antialienígena del búnker más escondido. Aunque sean unos breves minutos, pues más no creo aguanten los demás representantes de las naciones; ni tenemos tiempo que perder.
―Estoy de acuerdo ―aprobó el presidente ruso.
Y seguidamente lo hicieron todos los demás, incluyendo los disconformes islamistas conforme a su decisión para asegurarse la disposición creyente y leal de sus respectivos gobiernos; preguntándoles entonces el presidente hindú:
―¿Acabaremos al menos con nuestro enfrentamiento bélico?
―¿El del Indostán*?
―¿El que nos enfrenta en todo el orbe?―, propuso en su pregunta el presidente de Estados Unidos, pensando en la lucha que se desarrollaba en África y en los atentados yijadistas.
Tras una breve pausa, respondieron al unísono los jefes islamistas iraní y árabe, después que se miraron:
―Alá decidirá.
―Alá luchará por nosotros en los frentes que tenemos abiertos ―concluyó el presidente turco.
Después de esto salieron uno tras otro a enfrentarse a la Asamblea General, decididos a la vez que imponiéndose los Seis Grandes a concluir una defensa de la especie humana toda y el planeta terráqueo todo frente a la intervención extraterrestre que se imponían a creer, contando con el poder militar conjunto pero, sobre todo, por el que les confería su poderío nuclear y la concesión de los misiles, a pesar de no tenerlas todas consigo. Pero es que temían profundamente ser colonizados o tal vez esclavizados si no masacrados o destruidos sin más por una especie alienígena que no había querido dar la cara, manifestándose a través de diez individuos humanos absolutamente manipulados por ellos, según entendían.
En realidad estaban aterrados con la decisión tomada, pero no sabían qué otra tomar. Y siendo la mayoría más o menos creyentes, las voces y convicciones oídas y conocidas del Juicio Final, el Armagedón y el Apocalipsis les conturbaba también, aunque a unos más que a otros, incluyéndose el hindú pensando en el destructor Shiva de la Trimurti* de su religión. Sólo el presidente chino parecía el más entero, aunque la procesión le iba por dentro, pero siendo su faz amarilla no se le apreciaba en el rostro como a los demás, a excepción hecha del japonés.
11 Regreso a la Asamblea General
Era, sin embargo, ineludible plantear este acuerdo en la Asamblea General, decidido por los veinte comprometidos con mayor o menor convicción, que habían de convencer en ella, por lo menos a la mayoría, de la puesta en marcha de esa decisión tomada en realidad por los Seis Grandes, aunque de éstos dudara para sus adentros el indio, al que se le venía a la memoria las epopeyas contadas en los dos libros épicos Majhabarata* y Ramayana*, que ahora muchos, buscando rastros de visitas alienígenas en el pasado, las interpretaban en sus historias.
Pero se temía, dada la postura de los gobernantes musulmanes, que fuera ésta ejemplo a seguir por los demás representantes gubernamentales de los países islámicos en la Asamblea como lo era en este Consejo de Seguridad, y que a su vez les siguieran otras poblaciones minoritarias de musulmanes euroamericanos que, aunque no fueran la mayoría en las naciones de acogida, influyeran por su número en ellas, o se rebelasen siguiendo a los gobiernos islámicos, teniendo en cuenta el continuo aumento millonario demográfico que alcanzaban en algunas naciones importantes de Europa y la influencia que ejercían, incluso superando ésta en algunos Estados a los cristianos de su propia identidad cultural.
Así cabía esperar que algún representante de religión cristiana se resistiera igualmente a secundar la decisión de los Seis Grandes, después de haber oído al Papa conectándose subrepticiamente por internet; e incluso se dudaba de la India, a causa de su multiculturalismo y su multirreligiosismo, con una importante población musulmana en rebeldía a causa de la guerra indostánica*. Eran temores éstos que se planteaban para sus adentros parte de los veinte no musulmanes; incluso algunos pensando si lo de “los ángeles” podría ser cierto, porque: ¿acaso no habían obrado milagros en los Diez Insólitos?
Para entonces, desde el Pentágono el Secretario de Defensa había establecido conversación telefónica con el Vicepresidente, que representaba ante los miembros del Senado y la Cámara de Representantes de los Estados Unidos de América a su Presidente ausente, reunidos todos así en el Capitolio ante la expectativa del mensaje de los extrasolares dado por los Diez Insólitos representados en su portavoz el español Julio Grande Lobo, mensaje que conocían y debatían con mucha inquietud y pasión, convenciéndose de que estaban ante el mayor problema en la historia de la Humanidad, sin que nadie fuese capaz de aportar razones de peso convincentes que exponer a los Extrasolares para cancelar, o suspender a lo menos, el ultimátum.
Con objeto de oír todos ellos la conversación entre el Vicepresidente y el Secretario de Defensa, por la importancia de la situación que en común estimaban de conocimiento general de los allí representantes de la Nación, los presidentes de ambas instituciones pidieron silencio absoluto y poderse oír lo que aquéllos hablasen; escuchándose por todos a continuación:
Vicepresidente: ―Las dos cámaras han propuesto, mientras no tengamos conversaciones de paz con los extrasolares para conocer sus verdaderas intenciones, saber quiénes son y de dónde vienen, poner en alerta defensiva-ofensiva a todas nuestras fuerzas armadas, buscando la alianza en el Alto Mando Militar Internacional.
Secretario de Defensa: ―Es lo mismo que en el Pentágono se ha decidido, y se está acabando de elaborar ese primer plan pero a nivel de colaboración mundial, especialmente con las primeras potencias de la Tierra: las del propuesto AMMAA*, sin olvidarnos de todo el hemisferio septentrional, del suroccidental ni aun de los países islámicos, pese a lo que hemos oído a sus líderes iraní y árabe en el Consejo de Seguridad, con la esperanza de hacerles reconocer la verdadera situación…
Vicepresidente: ―Ahora lo que importa es la aprobación explícita de nuestro Presidente…
Secretario de Defensa: ―Dado que está aprobado por las dos cámaras, y aquí la cúpula militar acaba de planear el despliegue militar y la colaboración a establecer con los demás países, especialmente las potencias principales, como he dicho, propongo comunicar este plan a nuestro Presidente inmediatamente, y poner a nuestro comandante en jefe el general de cinco estrellas Fairbanks para hablar sobre el asunto directamente con el Presidente, dado que él sabrá exponerlo mejor que nadie.
Vicepresidente (tras esperar breves segundos con la mirada la aprobación de las dos cámaras a la escucha del diálogo): ―Aceptado. Te pongo de inmediato con el Presidente, al que he de comunicarle por delante que el Senado y la Cámara de Representantes aprueban el plan. Y que Dios nos ayude… Y se ponga de parte de nuestra Humanidad.
―Así sea.
―Por cierto ―se apresuró a decir el Vicepresidente ―: Me hacen señales algunos congresistas para que no oculte los escrúpulos milenaristas que se les presenta, justo cuando se sospecha va a cumplirse los dos mil años de la crucifixión de Jesucristo…
―¿Sospechan el Juicio Final?
―Habría que sopesarlo, ¿no?
―Por supuesto… Hasta el Papa tiene sus dudas… Y no te