Ultimatum extrasolar. Antonio Fuentes García
japonés que la pidió, más bien tomándola por su cuenta, quien, sorprendiendo especialmente a los del Consejo de Seguridad, pues no se le dio altavoz con el que hacerse oír en toda la Asamblea, dijo :
―No debe aceptarse… la destrucción total de los robots, pero sí la de los sapierrobots, es decir, de los con inteligencia sabia… y apariencia humana. Por el bien de nuestra terráquea tecnociencia.
Los del Consejo de Seguridad, tras mirarse mutuamente, pero en especial a los Seis Grandes que, a su vez, interrogaron con la mirada al japonés, hicieron que éste se viera obligado a explicarse:
―El peligro para la humanidad, y al parecer para los extraterrestres y el universo natural, pueden ser los robots inteligentes, especialmente aquellos que puedan pensar por sí mismos y posean una fuerza mecánica muy superior a la natural de cualquier especie. Si prescindimos de éstos, los otros nos harán falta para el trabajo y la defensa militar… Si les rebajamos la apariencia humana… y superior fortaleza e inteligencia.
Como los Seis Grandes, interrogándose con las miradas parecieron estar en principio de acuerdo con las palabras del japonés, el resto aceptó dando la callada, hasta ver qué responderían a esta propuesta los Diez Insólitos en nombre de los extrasolares. Y con los del Consejo de Seguridad se dio por aceptada con la callada por cuantos aún permanecían en la Asamblea General y pudieron oírle. No se pudo, pues, oír más en ésta; y en común todos los asistentes decidieron personalmente retirarse a sus naciones o a sus ocupaciones, encabezados por los miembros del Consejo, que lo hicieron por otra puerta; dejando, no obstante, una representación escogida de sus subordinados para recibir el contacto que pudiera haber de los Diez Insólitos o los extrasolares dirigido específicamente a este edificio de las Naciones Unidas, para lo cual se quedó a su cabeza el Secretario General, temblando de pensar no haberse convencido a los extrasolares para entablar con ellos conversaciones de paz, al fin y al cabo otra especie de desconocida inteligencia pensante y poder superior, que tras buenos consejos nos intimidó amenazantes.
El mensaje y la respuesta dada por el Consejo de Seguridad fue una alerta general que el mundo humano se lo tomó muy en serio, muy aterrado y desolado, pues se enfrentaban a una Inteligencia y supercivilización desconocidas. Y ambas y cada una de por sí resultaban terroríficas si había que sufrirlas; como tantas veces se sufrió en la ficción de una película o de una novela. Sólo que ahora no iba a ser ficción, sino fatal realidad.
13 Terror y Fe
Tras el doble ultimátum oído en todo el orbe terráqueo, el extrasolar primero y el terrícola de las Grandes Superpotencias después, éste dirigido a la totalidad del Islam dominante en el Suroeste de Asia y en casi toda África por entendérsele manifiestamente partidario de la invasión extrasolar considerándola enviada de Alá, la Humanidad entera se sobrecogía de un terror indescriptible, que si incluía a buena parte de los islamistas por el ultimátum a ellos dirigido, mayoritariamente el terror se manifestaba en el mundo septentrional y occidental que amenazaba, sobre todo en la multitud de sus pueblos pero también en cierta minoría de sus élites que con la capacidad de una posición superior de conocimientos no solamente entendían el peligro terráqueo y humano de una victoria basada en arrasar al enemigo islamista con misiles nucleares, sino que, aunque fuera en silencio, dudaban que los miembros del pacto militar encuadrados en el AMMAA*, que se fundaba sobre el AMMI* de las Grandes Potencias, fueran a imponerse mediante un ataque nuclear a gran escala que afectaría geográfica y humanamente a todo el planeta.
Y aparte de esas consideraciones estaban los verdaderos creyentes religiosos más una multitud que en semejante perspectiva se les unía, pues tanto en sus adentros como manifestándose en todo el orbe entendían que un masivo ataque nuclear, por sus efectos, enfrentaba a la Humanidad a los designios de Dios como Creador, máxime si Él había mandado venir a los extrasolares; y así tanto los que esperaban la llegada de su Mesías*, su Ungido* o su Mahdi*, pues todos o la inmensa mayoría lo creían o temían ahora, se manifestaban en contra del ataque nuclear propio al Islam, aunque esperaran salvarse de ese infierno nuclear los más ingenuos creyentes, aun con una fe que a veces les hacía temblar sabiéndose culpables de algo que seguramente habrían cometido; de modo que, si no lo tenían claro se esforzaban en recuperarlo en su memoria mientras pedían la misericordia de Dios por lo que fuera; pues en la consciencia de todos previo al Juicio Final que creían se avecinaba les sobrecogía el infierno de fuego que, bien Dios, los extrasolares o ángeles estelares o las potencias de la Tierra esperaban desencadenarían sobre toda la superficie del planeta en el que vivían. Y fuera de esas religiones mesiánicas, también los creyentes budistas, hinduístas, confucianistas*, sintoístas* y demás, entendían, esperando o no promesas divinas, que una tormenta mundialmente explosiva e incendiaria les amenazaba.
No se tardó, pues, en todo el mundo, pero principalmente en el septentrional, y de éste en el euroamericano, a pesar de saberse que en una guerra nuclear con el Islam este sería infinitamente más perjudicado; no se tardó, pues, en huir de sus ciudades como si sólo éstas fueran a padecer el infierno de fuego celestial y terrenal, llenándose las carreteras y autovías de caravanas de automóviles, de gentes a pie, en motos y en bicicletas hacia las poblaciones rurales, los campos abiertos o las playas; si bien de éstas muchos temían que una lluvia de meteoritos provocada por los extrasolares o la caída de un asteroide levantara en las aguas gigantescas olas como en la película Deep Impact; temor este último que hizo desistir a muchos de embarcarse, como otros así lo hicieron; a pesar de que en el fondo de sus temores les surgía el inevitable fin. Otros muchos optaron por viajar en los trenes para descender en mitad de los campos. Esto sucedió muy principalmente en Rusia, donde el Transiberiano se abarrotó de viajeros que pensaron perderse en las grandes superficies siberianas, lejos de las grandes poblaciones.
Si bien, no obstante, los más religiosos en vez de huir llenaron con su presencia sus templos esperando que el fin les cogiese lo humanamente limpios ante la divinidad, entre los que los más pudientes vaciaron sus despensas o pasaron a comprar en los mercados todavía abiertos alimentos que llevaron a centros sociales o a sus parroquias a repartir entre los allí reunidos mientras esperaban el fatal desenlace.
Actitudes semejantes que llenaron las iglesias, sinagogas, mezquitas y demás templos y lugares de fervor religioso, igual que en la India sus diversos templos o las aguas fluviales de su sagrado Ganges.
Y a ellos les siguieron, con sus propios sentimientos artistas, escritores, cineastas, historiadores, científicos… a contemplar en una última mirada la belleza artística guardada en los museos admirando el genio de pintores y escultores que se perderían para siempre, la hermosura de las catedrales o de las mezquitas y palacios, a pasearse por las calles centrales de artística arquitectura, adentrarse en las bibliotecas a hojear entre sus libros y a tal vez leer una página o un párrafo del último o el más querido de ellos; o en las filmotecas o en sus casas sentarse a ver sus películas favoritas, o en éstas y discotecas a oír sus composiciones musicales o sus canciones preferidas, o a bailar lo último de moda; o salir a ver en los jardines botánicos la belleza de la Naturaleza; o en otros museos que se exterminarían contemplar la evolución zoológica y antropológica con sus antiguas civilizaciones… Como todo. Pues una guerra nuclear se entendía el fin de la civilización… o peor aún. Y mucho peor bajo el ultimátum extrasolar.
Solamente los más locos, los más desgraciados o los más degradados y los mendigos que no podían salir de las ciudades parecían festejar, despreciar o burlarse de esa tormenta destructora que se entendía inevitable y tal vez los liberaría. Por eso era que principalmente los individuos de la pareja última de ese cuarteto, sobreponiéndose a los temores que también les acojonaron, reponiéndose en el lapso de tiempo por haber hasta el desencadenamiento del huracán ígneo que se esperaba barrería la Tierra, que si ya no fueren los extrasolares o hasta que lo hicieren, era de esperar que precipitándose la andanada atómica contra los islamistas por la supuesta disposición a favorecer la invasión alienígena replicarían esos musulmanes con sus misiles atómicos, que también los tenían aunque fueran menos, contra las ciudades de lo que fue llamado Primer Mundo; y en éste, anticipándose a esos acontecimientos temidos, aquellos degradados y mendigos que no huyeron comenzaron a dedicarse, ante la fuga humana de las ciudades, al atraco y violación de personas indefensas, al saqueo