Ultimatum extrasolar. Antonio Fuentes García

Ultimatum extrasolar - Antonio Fuentes García


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se han expresado en ese sentido los Diez Insólitos, ninguno de ellos, ni siquiera el de su religión: Yusuf, ¿no?― Intervino el presidente español.

      ―Son meros instrumentos de Dios…

      ―Si Dios estuviera por medio, todo se acabaría sin más ―puso su grano de arena la previamente elegida a presidir este Consejo de Seguridad allí reunido, en su primera intervención, la primera ministra australiana, cuyas palabras no podían estimar los islamistas.

      Aprovechando la brevedad del silencio tras su intervención, dijo el presidente alemán también en su primera intervención aquí:

      ―Lo importante ahora es poner a disposición de todos los ejércitos las más modernas y destructoras armas...

      ―¿También las atómicas?―Se asombró el boliviano.

      ―Imposible. No todos serán de fiar ni a corto tiempo se les puede instruir ―observó el primer ministro inglés, pensando que no se desprendería de sus armas nucleares.

      ―Claro que no ―aclaró el chino, rectificando―: habrá de ser el más moderno armamento convencional.

      ―Lo primero es que mantengamos un gobierno mundial y unos mandos militares dependientes de éste ―se apresuró a introducir el presidente norteamericano, añadiendo―: la OTAN puede servirnos de base a lo segundo y...

      ―La OTAN fue creada contra Rusia y ha seguido con esa intención hasta … no ha mucho ―le cortó el presidente ruso, recordando el acercamiento novedoso con Estados Unidos ante el peligro de la superpotencia china con sus más de 1.500 millones de habitantes, su industria y tecnología puntas que, sobre todo, la Europa capitalista le trasladó con el mensaje de la globalización por el interés de sus empresarios multimillonarios, y su actuación (la del Gobierno chino) en la pandemia del coronavirus, de la que empezó Wáshington acusándole, quizás, de haberla creado y desde luego de haber provocado de alguna manera su propagación, como todos los presentes vinieron a recordar―. La política que se nos presenta ―continuó el presidente ruso―: es la de la defensa de todo el planeta por todas nuestras naciones coaligadas contra el enemigo extraterrestre…―miró entonces especialmente al estadounidense y al chino y de pasada a los europeos―: Una nueva alianza militar y política dirigida desde el AMMAA y el AMMI, en que ya trabajamos, ¿no?. Y una industria mundial tecnocientífica que perfeccione y lleve en la práctica al límite el armamento defensivo-ofensivo... entre nosotros.

      ―Aportaremos a esas alianzas todas nuestras experiencias ―admitió el presidente norteamericano, voluntarioso por llegar a un acuerdo. En cuanto a la OTAN, ya está en marcha una orden de ejercer al lado del AMMAA… O integrado en éste…

      ―¿No se nos escapa que el adelanto militar ofensivo, el de los extrasolares, será, sin duda, de una capacidad destructiva imposible de superar por nosotros en el breve espacio de tiempo que podamos tener, dado el adelanto de su exocivilización.., que los ha traído a nosotros desde no sabemos qué exoplaneta de qué estrella? ―intervino de nuevo la presidenta de esta reunión a puerta cerrada.

      ―¿Y si nos planteamos lo que nos exigen: estudiar a fondo los supervolcanes, empezar la construcción de refugios contra éstos y los asteroides…? ―Se expresaba el presidente mejicano, cuando fue interrumpido por el norteamericano:

      ―¿Y no puede ser que así, refugiándonos, acabáramos perdiendo nuestra existencia en la superficie, que ellos tomarían, enterrándonos en vida y sólo dejándonos salir como esclavos? Después de obligarnos a desarmarnos ―dijo el presidente estadounidense.

      ―¿Se olvida usted del supervolcán que tiene en su Parque de Yellowstone?―le soltó el mejicano.

      ―Señores, ¿qué hay si planteamos todo esto en la Asamblea General? ―Volvió a hablar la presidenta de este Consejo.

      ―Propongo también la consulta de inmediato con nuestras cúpulas militares, nuestros científicos, tecnólogos e industriales ―dijo el presidente ruso―. Consultar al AMMI… Y reunir también un ejército de científicos de la Medicina expertos en pandemias que puedan venirnos desde el espacio o…

      ―Lo apoyo ―se apresuró a decir el presidente chino―. Pese a lo que muchos insinúan, o piensan para sus adentros, el Covid-19 pudo caernos del espacio; o ser traído por los extrasolares antes de hacerse visibles…

      Una mirada general con tintes acusatorios o de suspicacias le enmudeció; obligando entonces a intervenir a la presidenta:

      ―Ahora lo que toca es la alianza general terrestre para hacer frente, de la manera que nos pueda convenir, a las pretensiones intervencionistas de los extrasolares, si hemos de entender que nos amenazaron con un ultimátum. Y para ello hay que empezar por desterrar de entre nosotros toda discordia y acusación que nos enfrente… Señores Presidentes… y demás gobernantes: ¿Qué hay si planteamos todo esto en la Asamblea General? A fin de cuentas el asunto incumbe a todo nuestro planeta… a todo nuestro mundo.

      ―Y desde ahora, muy especialmente: a nuestros astrónomos, astrofísicos y agencias espaciales, por si los primeros y segundos pueden detectar el origen real de los extrasolares y los terceros avanzar en la conquista del espacio. Ya hemos oído a un eminente astrónomo y astronauta que nos propone fijarnos en las estrellas más cercanas ―. Concluyó el estadounidense.

      ―¿Y por qué no invocamos la mediación de los Diez Insólitos? ―Propuso el representante español.

      Aquí parecieron todos estar de acuerdo.

      Se abrió entonces la puerta y apareció con semblante preocupado el Secretario General, que dijo:

      ―Señores Gobernantes, por favor, si han tomado ya una decisión conjunta o mayoritaria a seguir, salgan a exponerla o debatirla ante la Asamblea General. Los ánimos están muy exaltados y hay quienes se marchan…

      ―Sugiero que salgamos con las últimas propuestas si se aceptan mayoritariamente ―dijo la presidenta de la reunión ―Y muy especialmente la de invocar la mediación de los Diez Insólitos, a la que espero no se oponga nadie.

      Levantaron los Seis Grandes la mano resueltos a la mediación de los Diez Insólitos a la vez que aparentando oponer resistencia a las exigencias alienígenas, siguiéndoles los catorce no musulmanes de los congregados, reflejándose en todos los rostros la preocupación y el terror de lo que decidían mientras se levantaban de sus asientos; solamente los gobernantes musulmanes se mantuvieron sentados y sin levantar el brazo; de los cuales, dijo el árabe, respondiendo a la muda pregunta que les hacían con los ojos:

      ―Antes que aceptar un gobierno mundial al que entregar nuestras fuerzas armadas para enfrentarnos a los supuestos alienígenas extrasolares, habremos de consultar a nuestros ulemas, alfaquíes y muftíes, o, para que me entendáis, nuestros teólogos, jurisconsultos e intérpretes de las leyes; pero especialmente a los primeros, pues no tenemos claro si son seres materiales o ángeles los que nos advierten de su intervención contra la maldad de este mundo, como está profetizado para el fin de los tiempos, con la llegada del Mahdi o mesías último.

      ―El Estado que no se sume a cooperar en la defensa mundial frente a los extraterrestres habrá que considerarlo una nación traidora ―respondió con evidente disgusto y violencia en las palabras el presidente chino, mirando a los gobernantes musulmanes―; y defendiéndonos de un enemigo del calibre alienígena estelar no se admite la puerta de entrada para ellos que sería el territorio de una nación inmóvil… traidora a su especie.

      Los gobernantes musulmanes palidecieron de rabia observando en los rostros de los otros Cinco Grandes asenso con lo dicho por el chino, mientras el Sumo Pontífice Romano bajaba la cabeza y los párpados.

      ―¿Nos amenazas? ―se escandalizó el ayatolá―: No somos traidores… Tenemos que convencernos de que son alienígenas estelares y no ángeles de Dios…

      ―Y no podemos aventurarnos ciegamente contra los ángeles de Alá―apoyó el Rey árabe.

      ―Pues despejad vuestras mentes y


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