Ultimatum extrasolar. Antonio Fuentes García
de la más alta tecnología robótica que, a pesar de sus propios recelos, interesaba por múltiples motivos de superación social, laboral, industrial y económica teniéndolos como esclavos mecánicos; algo que entendían también los privilegiados equipos de obreros a los que el empleo de robots les facilitaba y les daba el trabajo. Sin los robots ¿cuánto se tardaría en la vasta empresa que se les advertía debían hacer ante un futuro destructivo cercano?
Resultando que ese mensaje que empezó y se desarrolló salvífico, terminó bajo amenaza en contra, interpretándolo así de inmediato los poderes de la Tierra y por simpatía e intereses cuantos a ellos estaban vinculados, y por temor a sus poderes los enemigos de los robots; y ese temor amenazante a poco fue lo que más quedó grabado con terror apocalíptico en la generalidad de las mentes humanas, en la memoria de las cuales flotó para mayor convicción las milenarias profecías de un fin del mundo hecatómbico, fueran creyentes religiosos o no.
Porque los que amenazaban, al provenir del cielo estrellado igual que los dioses mitológicos y los ángeles de antiguos relatos, que se entendía ahora de uno o varios mundos extrasolares, por así venir de tan lejanos mundos estelares había que concebirlos de muy superiores conocimientos universales igual que de un poder de destrucción inimaginable por la misma razón demostrada con su tecnociencia cosmonáutica, que los desplazó interestelarmente, si no también intergalácticamente. Y la amenaza resultaba múltiple: la directamente de ellos aun después de habernos favorecido en el caso del asteroide Ajenjo*; y, de no llevarse esa amenaza a cabo, las que de su discurso se entendía proveniente de los mismos robots de mantener nosotros su progreso tecnológico; y, sin este progreso y carecer de superiores robots, lo más probable el fin nos vendría, por no habernos construido a tiempo las defensas y refugios necesarios, a causa de los cataclismos geológicos provenientes de las entrañas de la Tierra, que podrían reproducir el exterminio semejante al que esas fuerzas cataclísmicas produjeron hace más de cien millones de años de toda una biología desaparecida, anterior a la que produjo el fin de los dinosaurios en este caso por la caída de un gran asteroide.
Tras la suspensión general mundial que se produjo, a poco una voz procedente de uno de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad ―no pudo atenderse ni saberse con exactitud si fue la del Presidente de los Estados Unidos o la del Primer Ministro británico―, se oyó en el silencio aturdido en que quedó la gran sala preguntarse trémula esa voz, buscando una opinión favorable entre los mismos del Consejo:
―¿Qué hay o habría si sólo prescindimos de los robots inteligentes?
―El mensaje es prescindir de la robótica ―respondió otra voz camarada y no menos trémula―; pero también es importante llevar a cabo todo lo demás expuesto en el mensaje, o la Humanidad no se salvará, pues nos amenaza una fuerza infinitamente superior.
Un silencio aterrador cundió por toda la Asamblea atenta a ellos, mientras otra voz expresó.
―¡La Humanidad no se salvará si no se cumple todo!
―¡¿Todo?!― Exclamó asustado otro miembro del Consejo de Seguridad, entre los que a continuación se iban a ir preguntando y contestando seguidos con atención general.
―¿Creéis que puede salvarse la Tierra, y con ella la Humanidad, de otro modo?
―Pero… ¿por qué todo para salvarnos?
―¿Se domina el interior del planeta y el espacio exterior?
―Entonces, la amenaza… Necesitamos tiempo.., y deliberar… entre nosotros y con ellos, o con los septuagenarios insólitos―, pidió con voz estremecida otro presidente de los presentes en el Consejo de Seguridad, oídos en todo el auditorio.
―Pero, ¿y si sólo prescindimos de los robots militares e inteligentes? Es lo que explícitamente se ha mencionado en el mensaje… ¿No?
―De mantener la industria robótica, al final se desarrollan los androides y sapierrobots. Por cierto, esta palabra ¿se refiere a los robots sapienses*, es decir: inteligentes?
―¡Por supuesto! … Y mantener la industria robótica nos lleva también a los cerebros electrónicos…y superiores.
―Pero no podemos prescindir de éstos ni…
―Estudiemos el mensaje y decidámonos. ¿Conocemos todos los asteroides que nos amenazan? ¿Acaso no nos sorprendió el asteroide Ajenjo? ¿Y sabemos la hora de los supervolcanes? ¿O la del cambio climático real?
Se produjo un silencio estremecedor en todo el auditorio que venía escuchándoles.
―Es hora de actuar ―concluyó el último hablante de los Grandes del Consejo de Seguridad―: sin demora, pues estamos ante un … ultimátum extrasolar… a la Humanidad.
Oído esto transmitido por todos los medios audiovisuales en toda la redondez del globo terráqueo y retransmitido a todos los idiomas contra lo que hubieran querido los dirigentes del mundo, lo mismo que se había hecho extensivo el mensaje dicho por los Insólitos, un estallido de pánico recorrió de nuevo por empatía todo el universo humano.
―¡Ultimatum est!―Dijo, o gritó alguien, repitiendo ese grito dado con énfasis en el más clásico latín que sobrecogió más si cabía, paralizando de un miedo cerval a las multitudes internacionales atentas al evento que los medios audiovisuales transmitían desde el mismo auditorio de la Asamblea General de la ONU, descuidados de ellos los hablantes del Consejo de Seguridad.
“Ultimátum est… extrasolar”, fue la sentencia fonética que salió de todas las bocas, conscientes o inconscientes de su conocimiento pero entendiéndolo por el énfasis pavoroso de su transmisión:
¡ULTIMATUM EXTRASOLAR!
3 Estallido global de terror
De pronto se oyó una incisiva pregunta desde el Consejo de Seguridad:
―Pero: ¿Estos Diez Insólitos: están con nosotros o contra nosotros?
El mundo entero la escuchó con pavor: ¿Íbamos a desconfiar precisamente de los que, aun insólitos eran ciertamente congéneres nuestros? Pero: el mensaje que nos han dado: ¿no viene acaso de las estrellas?: Se pensó.
―El ultimátum que nos han dado los Diez Insólitos―se oyó ahora reconociéndose esta vez hablar el Presidente de los Estados Unidos―: No proviene de ellos: Hemos de entender que ellos son mensajeros de los … alienígenas… estelares.
Se recibieron estas palabras como un alivio de la angustia provocada por las anteriores. Pues era posible que los Diez Insólitos, aun habiendo transmitido ese ultimátum, no lo compartieran… del todo… ¿O acaso no les afectaría también a ellos… personalmente o a sus familias?... ¿O no?
Pero: ¿dónde estaban ahora los Diez Insólitos?
―¿Y… hemos recibido ciertamente un ultimátum?―: preguntó una voz desconcertada.
―¡Por supuesto!
―Bien saben los Extrasolares que no podemos cumplir cuanto se nos pide sin la tecnología robótica, si las amenazas volcánica y asteroidal* son próximas, como nuestros científicos en vulcanología y astronomía nos advierten.
Y a poco de estos comentarios de certidumbres apocalípticas oídas de los miembros del Consejo de Seguridad, tras la suspensión general, en breves minutos comenzaron a oírse voces humanas de indignación aumentante, lo mismo contra los extrasolares, sus diez voceros humanos como contra las autoridades de sus respectivos Estados y vecinos transfronterizos, que fueron transmitiéndose de la Asamblea al exterior, de país a país¸ pasando a todos los idiomas; pero acusando con progresividad mayoritariamente a sus autoridades, no importando sus ideologías, de haber llevado a esta situación de amenaza apocalíptica a la Humanidad por sus ciegas políticas de enfrentamientos, militarización, armamento nuclear, explotación de recursos naturales y humanos, tecnologías agresivas, contaminación perversa de la naturaleza, acumulación de riquezas indebidas, empobrecimiento de masas, industrias robóticas y un etcétera que fue aumentándose en el ideario crítico