Ultimatum extrasolar. Antonio Fuentes García

Ultimatum extrasolar - Antonio Fuentes García


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automovilística en las vías neoyorquinas y aeropuertos de salida en vuelo; los demás, la mayoría asistente en aquella asamblea históricamente decisiva con peligro de ser la última, tras el revuelo antedicho y el apagón de las pantallas que les informaban, con el alma en vilo dirigieron sus expectantes miradas con la intención de ver a los miembros del Consejo de Seguridad que desaparecían de la gran sala, esperando que tomaran una decisión efectiva, después de la del desalojo de los reporteros con el apagón audiovisual consiguiente y la entrada de agentes policiales.

      Entretanto los jefes militares de los Estados Mayores Centrales de las grandes potencias nacionales, reunidos en el gran búnker que se hizo en tiempo récord bajo el compromiso de unidad defensiva terráquea, cuando en el último año la realidad de los Diez Insólitos y las cinco cosmonaves extrasolares hizo ver a las autoridades políticas, militares y científicas la existencia en la Tierra de los alienígenas que podrían resultar una amenaza para la Humanidad, pensándose en un refugio supuestamente indestructible para un Alto Mando Militar Internacional (AMMI) y sus dirigentes políticos a dirigir la defensa del planeta humano: Eso fue lo que se trató por los Seis Grandes en la reunión escondida de Ulan Bator* que nunca se aclaró, y que se creyó sólo para acabar con el régimen de Corea del Norte, temiendo de este fuera a tener inteligencia con los extraterrestres. Un búnker escondido bajo una imponente montaña de una no menos imponente cordillera, horadándola con las más poderosas tuneladoras y maquinaria robótica, que continuaban perforando extendiendo la obra de su inconcluso proyecto.

      Y ahora, reunidos pues en el amplio recinto acabado de ese búnker, los Jefes militares de los Estados Mayores Centrales en el Alto Mando Militar Internacional y al tanto de lo que venía aconteciendo en la Asamblea General de la ONU y el mensaje y ultimátum extraterrestre, aunque estupefactos y temerosos frente a una tan grave amenaza intervencionista proveniente de unos alienígenas inteligentes de superior tecnología, que había ineludiblemente que suponerles con una capacidad de acción inimaginable habiendo atravesado el espacio interestelar, siendo así una exocivilización cosmonáutica extrasolar, pues no se la puede concebir de nuestro Sistema Solar, y sí entonces forzosamente, que a la par de su tecnología cosmonáutica había de poseer una capacidad bélica destructora muy superior a la que podamos concebir ni hacer frente, máxime si habían tenido la osadía de amenazarnos con un ultimátum; y así: enfrentados entonces ante el dilema de esperar acontecimientos y órdenes de sus gobernantes o adelantarse estudiando la puesta en marcha de una defensa no ya nacional, sino mundial, terrestre, que ya venía previéndose por muy ineficaz que pudiera entenderse, optaban mayoritariamente por ésta; como también la mayoría de los altos mandos militares de las demás naciones del planeta no allí representados y que, guiados por aquéllos, pero independientemente, se reunían en refugios propios o en cuarteles generales para, con el mal sabor intelectual en todos, programar una heroica defensa aun entendiendo que sería lo más probable mortal, como la de tantas en la historia militar terráquea, si los extrasolares entendían que nos era imposible realizar la magnitud tecnológica de las obras que nos exigían, pero principalmente desprendernos de toda tecnología robótica, a menos que les dejásemos actuar en nuestro planeta, colonizándonos.

      Pensando así, a la vez, estos últimos altos mandos independientes consideraban también unirse a la previsible defensa general terrestre que proclamasen los Seis Grandes caso de su inevitabilidad, pues por sí solos nada podrían hacer, entendiendo que los Extrasolares no harían distingos entre las naciones. Por otro lado discutiendo todos acerca de la robótica, eran los japoneses en su Estado Mayor Militar los más reacios a abandonar esa tecnología, la más adelantada de las producidas en la Tierra, muy avanzados en sus soldados-robots, buscando cómo salvar esta industria puntera, que podría ser favorable a la defensa militar, como parecía resultar en la guerra indostánica y en la defensiva israelí.

      Proclamaban así la mayoría de los militares de casi todas las naciones la defensa a ultranza, a pesar de que ellos mismos eran conscientes que la historia humana demostraba que una civilización tecnológica superior se impone sobre cualquier otra de inferior tecnología. Y aquí la civilización tecnológicamente superior entendían todos que era sin lugar a dudas la amenazadora alienígena. El dilema era: o someterse o hacerles frente; eso sí, tratando primero de llegar a un acuerdo de actuaciones a seguir que la lógica hacía pensar serían los extraterrestres quienes finalmente las impondrían. Era el pensamiento y el sentimiento generalizado, porque lo que más pesaba en el mensaje recibido de los estelares era la evidencia de un ultimátum respaldado en la superioridad de que podían hacer gala. Pero, aun no obstante esa decisión heroica y hasta suicida en el pensamiento mayoritario o poco menos de los altos mandos de la mayoría de las naciones, llegaban también a la conclusión de esperar la decisión de los más altos mandos militares de las Grandes Potencias, reunidos en el recientemente construido búnker referido, entendido inexpugnable y en lugar secreto ―del que todos los mandos militares sabían existía aun sin conocer su ubicación―, los que decidirían atendiendo a lo que se resolviera en el Consejo de Seguridad por los políticos, que se esperaba previamente se asesoraran acerca de una defensa terrícola contactando con los estrategas militares de ese búnker de los Seis; búnker que se emprendió diligentemente sobre trabajos previos y se acabó en tiempo récord a partir de constatarse la llegada y el ocultarse de las cinco cosmonaves extrasolares y la indudable intervención de los extraterrestres en el rejuvenecimiento de los Diez Insólitos.

      Y como todos, en espera de la resolución en el Consejo de Seguridad, también debatían los jefes militares de las naciones importantes próximas a las Seis Grandes Potencias sobre las medidas que adoptarían presumiblemente los altos mandos militares superiores de éstas reunidas en el búnker expresamente construido para dirigir a escala terráquea e incluso interplanetaria del Sistema Solar la defensa y réplica militar frente a la eventual agresión alienígena, que nadie podía desear.

      Informados en el búnker del Alto Mando Militar Internacional de la disposición de la mayoría de los jefes militares de los Estados Mayores Centrales de las demás naciones, entre los que se hacían notar los de las naciones de segundo rango en todo el planeta no islamista, a unirse en alianza militar defensiva frente a una previsible intervención bélica extrasolar, en el búnker de ese Alto Mando Militar Internacional de las superpotencias se debatió con urgencia ampliar la alianza militar defensiva a todo el orbe bajo la denominación Alto Mando Militar Aliado Antialienígena, o en sus siglas del inglés Military High Command Allied Antialienige MHCAA; pero siendo estas siglas difíciles para su pronunciación inteligente a nivel global, alguien propuso y se aceptó nombrarlas del título de la alianza en español, o sea: AMMAA, que para todos resultaba fácil pronunciar sin tener que deletrear; y lo era sencillo tanto para los hablantes y conocedores del español, idioma internacional, como para los hablantes del árabe, por ejemplo, y en general, tras repetirlo un par de veces, para todos los reunidos en este y demás búnkeres, lo que redundaría en una mayor agilidad a la hora de referirse al mismo.

      Y en esta ocasión tan dramática, y por cuanto la decisión final a tomar repercutía en la supervivencia humana, y en general la vida sobre el planeta Tierra, pronto se vio que no estaban solos los altos mandos militares de las grandes potencias y otras representaciones militares de también poderosos aunque menores Estados por no poseer el arma nuclear, salvo Israel e Irán, que sí la poseían, aunque esta última, preguntándose en su fe islamista si los extrasolares serían ángeles enviados de Alá, no estaba por la labor de unir sus fuerzas a las del Pacto de los Seis Grandes de la alianza septentrional, y abogaba por una unidad islamista, volviendo a la primigenia Comunidad Musulmana o Umma*, que ya venía produciéndose y en la que tanto países chiítas como sunnitas en alianza militar se enfrentaban en guerra convencional y de guerrillas a los países cristianos de África, defendidos éstos también militarmente por los euroamericanos, y aun por tropas chinas y japonesas.

      La toma de posturas enfrentadas en guerra total, que venía sucediéndose en África, de las dos alianzas militares supranacionales e ideológicas se aceleraba vertiginosamente, llamándosela ya Tercera Guerra Mundial, pues además de en África se luchaba también en Palestina y aún más duramente en el antiguo Indostán*, en sus fronteras occidentales de la India con Pakistán y en las orientales de la primera con Bangladés; mientras por la misma concienciación


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