Ultimatum extrasolar. Antonio Fuentes García

Ultimatum extrasolar - Antonio Fuentes García


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qué plazo nos dan? No se ha dicho…―¿Intervino un tecnólogo ruso?, se preguntaron algunos según su acento.

      ―Da lo mismo para aceptar sus condiciones…

      ―¿Qué podemos hacer frente a cuanto nos exigen? ―preguntó el Secretario de Defensa norteamericano, por su voz identificado por la mayoría.

      ―Lo que sea ―se manifestó un científico francés, al parecer―: habrá que intentarlo. Mejor que no hacer nada …

      ―Será una decisión acertada ―expresó contundente el almirante representante de la Flota de Guerra estadounidense, en el búnker AMMI*, como muchos reconocieron.

      ―Pues manos a la obra ―expresó ahora con no menor contundencia el general de cinco estrellas chino en el mismo búnker―: Y entre tanto póngase en alerta la defensa internacional del planeta y prioricemos el rearme extraordinario que…

      ―¡Adelante! ―no quiso quedarse atrás el representante de las fuerzas armadas rusas―. Ante un ultimátum a toda la Humanidad, la defensa hemos de plantearla, como ya se ha tratado, a escala internacional, de todo y en todo el planeta, empezando y dirigiéndolo desde este búnker. Hay que atender lo que se exprese en AMMI. Y luego habrá que ponerse de acuerdo en cómo llevar a cabo la defensa de todo nuestro planeta a través de la alianza AMMAA* de toda la humanidad, haciéndolo con las demás potencias, especialmente con las más avanzadas tecnológicamente, que además de nuestras Seis, serán: El resto de Europa, Japón, algunos otros países asiáticos y sin olvidar tampoco a los Estados de la América Hispana ni a los países islámicos… Que esperemos se hayan convencido del peligro alienígena…

      ―¿Y si tratamos de entendernos con los extrasolares? A lo mejor lo que nos exigen vale la pena cumplirlo―: se oyó la voz que pareció del obispo anterior, volviendo a lo desestimado anteriormente.

      ―Intentaremos entendernos con ellos, pese a nuestro convencimiento de que será imposible, como se ha observado anteriormente; pero a la vez hay que reforzarse, que no nos crean presa fácil.

      ―Desde luego; pero nos respetarán más si todos los países humanos hacemos piña…

      ―Entiendo que no se puede olvidar a ningún país ni continente ―le interrumpió alguien indetectado.

      ―Ni mar ni océano ―le interrumpió a su vez un almirante.

      ―Todo eso nos confina a una defensa terráquea, planética ―apuntó la brillante radioastrónoma Sagan, según fue reconocida―: ¿No nos olvidamos de algo?

      ―Del espacio ―intervino una voz desde la NASA, hasta entonces escuchándoles pensativo―. En una situación como esta, y por mucha diferencia tecnocientífica y cosmonáutica entre nosotros y los alienígenas, no nos cabe otra que esforzarnos al máximo en superar nuestra astronáutica, hasta convertirla en cosmonáutica*; aunque sólo fuera finalmente, si ejecutan su amenaza, para lanzar al espacio cósmico los suficientes seres humanos que salven nuestra especie de la aniquilación; en Marte, en algún satélite de Júpiter o de Saturno; o, en algún exoplaneta de alguna estrella...

      ―Todo indica ―aprovechó el momento para intervenir un representante de la industria armamentística norteamericana―: que hemos de priorizar aun con más diligencia de la que llevamos el rearme general a la altura de las circunstancias… Sin hecerles caso acerca de los robots, de los que de momento no podemos prescindir para la industria, sobre todo si hemos de ser diligentes... Se habrán referido a los androides, y a los robots de superior inteligencia…

      ―No será válido ―apuntó el representante de la NASA―, mientras no se haga desarrollando toda una nueva tecnociencia astronáutica, que habrá de ser cosmonáutica, defensiva, ofensiva y de escape, como he señalado… Y observemos que si son extrasolares, y realmente nos declaran la guerra, a menos que tengan una base en nuestro Sistema Solar, o provengan de ese planeta Nibiru de que se habla acercándose, un ataque de ellos podría tardar lo suficiente para entretanto convertirnos en una potencia tecnológica y militarmente cosmonáutica.

      ―¿Nos olvidamos que sus cosmonaves ya han estado en nuestro planeta, y sus cosmonautas se han ganado a diez terrestres? ¿Y qué hay de esa cosmonave alienígena todavía bajo el lago Titicaca, que no ha sido detectada?―, apuntó el jefe del cosmódromo ruso en Kazajistán, como señalando la falta de eficacia de su búsqueda―. Si nos apoderamos de ella, podríamos dar un salto gigantesco en nuestra tecnología cosmonáutica y defensiva

      ―Señores ―dijo el Secretario de Defensa estadounidense―: ¿Estamos locos? ¿Vamos a enfrentarnos, aunque sea a la defensiva, a unos alienígenas evidentemente con una inimaginable potencia tecnocientífica, seguramente de miles de años por delante nuestro, que no podremos alcanzar en el poco tiempo que nos pueda quedar? Ni aun juntándonos todas las naciones. ¿Qué queremos, inmolarnos todos en un acto heroico, igual que desde la Antigüedad, en tantas guerras nuestras terrícolas, lucharon sin esperanzas de sobrevivir ciudades y pueblos enteros? ¿Por qué no preguntamos a la gente del mundo entero si quiere ese sacrificio de muerte segura? ¿A todos los líderes mundiales? ¿A nuestros Jefes de Gobierno?

      ―Se preferirá que nos esclavicemos horadando la tierra o sumergiéndonos en las profundidades de los océanos… Y seguramente sin máquinas robóticas…―dijo alguien.

      ―Ésa es otra… ―fue a intervenir un ingeniero robótico, al que se le interrumpió con la siguiente intervención:

      ―¿Nos damos cuenta que nos amenazan directamente por los robots, pero que luego nos advierten de otros peligros…?

      ―Sí, entiendo que de las fuerzas telúricas… ―entendió un geólogo.

      ―Y del espacio; de algún cometa o asteroide que aún no hallamos descubierto ―concluyó un astrónomo―. De hecho nos ayudaron con sus cálculos a desviar Ajenjo de su impacto con la Tierra…

      ―Entonces…

      ―Podríamos aceptar ponernos a trabajar en esas obras descomunales que nos exigen, mientras desarrollamos tecnológica e industrialmente nuestra defensa militar…―Se animó en el AMMAA un general de cinco estrellas francés ―. Los misiles apuntando al cielo, por ejemplo, con la excusa de protegernos de los asteroides…

      ―Y a la vez desarrollamos nuestra astronáutica y espacionáutica*, para en último término salvar a nuestra especie…

      ―¿Y cuántos de los miles de millones que somos podríamos protegernos en los refugios que nos exigen, o escapando de nuestro planeta? ―se oyó ahora la voz de un británico―: Contando con llegar a tiempo…

      ―Por lo menos no pereceríamos todos. ¿No falta aquí algún espeleólogo?

      ―¡Eso, que nos hagamos cavernícolas..!

      ―¿Y un oceanógrafo?

      ―Y hombres-peces.

      ―Tal vez perfeccionando nuestras máquinas robóticas y haciendo uso de las más modernas tuneladoras―logró decir el ingeniero de robótica anterior―, conseguiríamos un adelanto suficiente a construir refugios, incluso adaptando las cavernas, que nos salven a millones tanto de las convulsiones de nuestro planeta, de la caída de asteroides como de los mismos extrasolares por hacerles caso…

      ―¿Caso? Nos han prohibido la ingeniería robótica…

      ―Yo diría que los robots militares e inteligentes, esos sapierrobots…

      ―¿Sapierrobots? ¿Qué es eso?

      ―Los robots inteligentes, sapienses; sobre todo los que puedan ser androides militares.

      ―Pero se podrían hacer robots inteligentes que no sean militares…

      ―Serían sapierrobots, que expresamente nos los prohiben los extraterrícolas.

      ―¡Vaya por Dios!

      ―Y habría que salvar plantas y animales, como en el diluvio de tiempos de Noé.

      ―Y


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