1968: Historia de un acontecimiento. Álvaro Acevedo
crítica de la sociedad y como intelectual-revolucionario; se comienza a cuestionar la legitimidad de la agenda cultural que ha sido productiva y exitosa en la primera mitad de los años sesenta. Cuba muestra la disputa cada vez más evidente por el control de la cultura entre dirigentes revolucionarios e intelectuales, y también de estos últimos entre sí, lo cual modifica radicalmente la idea de la colaboración entre el Estado cubano y sus intelectuales. 1968 es un año partido en dos para la intelectualidad latinoamericana y también para Cuba. La primera mitad marca el clímax de la eufórica alianza entre los intelectuales y la revolución; la segunda, el comienzo de la disolución de esos lazos. El arresto de Heberto Padilla en 1971 por la lectura de Provocaciones en la Unión de Escritores con una visión crítica del régimen de Fidel Castro divide a la comunidad cultural latinoamericana entre castristas y anticastristas, lo que rompe las relaciones personales que unen a la familia intelectual. Para Gilman, a finales de la década del sesenta e inicios del setenta el declive de la novela en el campo literario se da tras la fractura de la familia intelectual. Las propuestas revolucionarias exigen un arte trabajado por los acontecimientos, hecho idealmente por todos y para todos. Se generaliza entre el grupo antiintelectualista una apuesta por nuevos formatos y géneros literarios como el testimonio, la poesía y la canción de protesta. La historia de los intelectuales latinoamericanos de la época pasa de la euforia a la depresión, no solo porque muchas de las expectativas que guían la intervención de los intelectuales se desdibujan, sino también porque el futuro imaginado para la sociedad en su conjunto se da de bruces con un escenario que la mayoría de los intelectuales no imagina.
No todas las miradas de la historiografía argentina han estado marcadas por los horrores de la dictadura y la militancia. En los últimos cinco años ha surgido una serie de reflexiones que cuestionan la influencia de la memoria en los estudios historiográficos sobre los movimientos de izquierda en Argentina. Claudia Hilb realiza una importante reflexión en Los usos del pasado: ¿qué hacemos hoy con los setenta?134, donde cuestiona la carga que deben asumir aquellos que participan en los movimientos de izquierda bajo la acción de las Fuerzas Armadas durante la represión en la dictadura del proceso de reorganización nacional en Argentina, puesto que, para estas víctimas, la violencia política se considera una práctica admisible. La autora sostiene que muchas de las víctimas de la acción criminal de las Fuerzas Armadas son militantes de organizaciones armadas ilegalizadas antes de 1976, buscados no solo por su adhesión a estas organizaciones, sino por sus acciones criminales: crímenes, robos, asaltos, tomas de cuarteles, etc. Para estos grupos, la violencia armada es un medio idóneo para la persecución de un ideal político, sobre todo en las luchas antidictatoriales como El Cordobazo y El Rosariazo, en donde la violencia se cristaliza en la opinión como justa o reparadora. Hilb señala que el horror de la dictadura en Argentina borra la posibilidad de una reflexión crítica sobre lo sucedido, razón por la cual se da un carácter conmemorativo y nostálgico cuando se evoca la experiencia traumática de los años setenta.
Hugo Vezzetti135, por su parte, habla de usos y abusos de la reconciliación, pues señala que el deber de memoria se pone a prueba cuando son solo los afectados los que se apropian de la denuncia y el reclamo por las ofensas sufridas. Todo el peso de la experiencia del pasado en Argentina está congelado en la revelación del horror, en las escenas terribles de la tortura y la muerte, el descubrimiento de restos y los testimonios de los campos. Vezzetti aclara que una memoria solo afincada en el protagonismo de los afectados se revela como un límite en la medida en que descarga a la sociedad de sus propias responsabilidades por el pasado. En Argentina, los crímenes de las guerrillas se olvidan para alcanzar un consenso de memoria en torno a la figura del desaparecido.
Este acercamiento a la producción histórica argentina permite apreciar cómo la experiencia de los gobiernos militares marca al mundo académico en defensa de la universidad, aun cuando existan intentos de reflexión, cuya mejor expresión es la valoración positiva de las luchas estudiantiles de todo el siglo XX. Los intereses temáticos predominantes son aquellos relacionados con las luchas políticas libradas por el movimiento estudiantil en cada universidad y los esfuerzos por constituir organizaciones en su interior136. La historiografía argentina considera útil pensar la dinámica de la protesta universitaria bajo el lente de la concepción de clase, sin que esto signifique un abuso de las nociones marxistas. Esto tampoco niega la valoración de asuntos como la pertenencia generacional o la perspectiva de análisis sociocultural, aunque sí se echa de menos un acercamiento a propuestas sociológicas cercanas al análisis de los movimientos sociales. Por último, y a diferencia de lo que sucede en Colombia o en el mismo México, es importante acotar la pasión y compromiso con que se escribe la historia del movimiento estudiantil en Argentina, afectaciones que otorgan un tono más militante y explícitamente ideológico a los trabajos, sin negar su calidad y rigor.
Brasil: entre el desconocimiento y la cercanía
La distancia que tiene la historiografía nacional respecto de Brasil se ha venido superando en los últimos años. Sin embargo, para el caso del movimiento estudiantil no se puede encontrar una obra de largo aliento que ofrezca una mirada profunda sobre el movimiento estudiantil brasileño, ya sea en los ámbitos nacional o regional. En este apartado se procura señalar algunas de las principales formas de aproximarse al movimiento estudiantil de finales de los años sesenta e inicios de los setenta en Brasil, a partir de artículos difundidos en revistas y eventos colombianos, así como en tres textos que, si bien no abordan directamente el movimiento, sí elaboran interesantes referencias. De esta manera, se cierra el balance historiográfico sobre la historia de los movimientos estudiantiles en América Latina, ejercicio que busca promover, por ahora, un diálogo en una agenda mucho más vasta de investigaciones sobre este campo de estudio no solo para Colombia, sino para el continente.
En el año 2008 la revista Historia de la Educación Latinoamericana publica dos artículos de autores brasileños: Silene De Moraes y José Eustáquio Romão. Estos trabajos tienen como eje el año de 1968, interpretado como el año del cambio general en el mundo y la efervescencia política sobre la intervención norteamerciana en Vietnam, las luchas por los derechos civiles en Estados Unidos y los movimientos juveniles en Praga, México y Francia. Tomando como referente la agitada vida política y social mundial, De Moraes procede a reconstruir la historia de las luchas estudiantiles del 68 en el marco de la resistencia a la dictadura. La autora resalta las alianzas que establece la Unión Nacional de Estudiantes [UNE] con los obreros y la Iglesia católica para constituirse como una tríada opositora al régimen militar. Las luchas estudiantiles se fundan en reivindicaciones de carácter gremial y en demandas que trascienden los muros universitarios para criticar la política educativa de la dictadura y las prácticas represivas.
En su trabajo, la profesora De Moraes realiza un abordaje muy amplio del movimiento estudiantil brasileño, referenciando la participación de los estudiantes en contra de la dictadura y sus luchas por la redemocratización. La mirada al acontecer reciente lleva a la autora a sugerir que desde la década del setenta el estudiantado pierde protagonismo en la escena social, lo que da paso a los llamados movimientos de base tanto laicos como religiosos. La tesis central recuerda el planteamiento de Francisco Leal Buitrago para Colombia, referente a la confrontación entre gremialismo y militancia política: luego de protagonizar importantes movilizaciones, los estudiantes brasileños y sus demandas caen bajo los discursos de izquierda, de modo que la agenda universitaria se supedita a la política, situación que mantiene en reflujo al movimiento hasta la actualidad. Ya en tiempos neoliberales la participación del movimiento estudiantil en Brasil es casi nula, incluso en un contexto de privatización de la educación, de allí que la autora considere que el movimiento brasileño es simplemente “flor de un día”137.
El artículo de José Eustáquio Romão expresa una interesante entrada al mundo de 1968138. Una de las virtudes de este texto es que logra articular el contexto global en lo socioeconómico y lo político con el mundo de la cultura, específicamente lo relacionado con la ‘geopolítica del conocimiento’ y la educación superior en Brasil. Este tema es desarrollado a partir de un enfoque deudor de las tesis de Walter Mignolo y los estudios culturales: reflexionar sobre los lugares de enunciación científica a partir de los que se construye el mundo social. La investigación gira en torno a las relaciones, los conflictos y las tensiones entre diferentes racionalidades que esconden