1968: Historia de un acontecimiento. Álvaro Acevedo
gobierno, como de fotógrafos intrépidos– para entender la manera como se construye todo un imaginario cultural en torno a los sucesos del 68. La prensa traza un relato más o menos homogéneo de los hechos ocurridos en esta época, califica las actuaciones de los estudiantes de vandálicas y justifica la represión. Los estudiantes, por su parte, toman este episodio como uno de los acontecimientos fundadores que justifican la existencia del movimiento, incorpora las fotografías del episodio en sus carteles y reinterpretando sus significados. El horror de la matanza define el recuerdo y la memoria colectiva del movimiento estudiantil durante las siguientes décadas y desplaza la mirada de los logros obtenidos por los estudiantes durante los meses de agosto y septiembre. La izquierda convierte en fetiche este acontecimiento desvinculándolo del propio proceso que lo conforma y desplazando las aportaciones registradas en las etapas anteriores del movimiento.
En los meses siguientes a los hechos de Tlatelolco el Gobierno desaparece de la memoria histórica las revueltas estudiantiles en las décadas siguientes. Habrán de suceder grandes cambios –no todos positivos– en la política mexicana para que los antiguos “alborotadores” y “terroristas” pasen a ser próceres y mártires de la democracia en México. Muchas de estas fotografías que tienen, en un momento, gran impacto en la opinión pública, se convierten en íconos paradigmáticos del movimiento estudiantil. El autor hace un llamado al análisis de estas y otras fuentes diferentes a las tradicionales que den cuenta de un imaginario tan complejo como el del movimiento estudiantil de 1968. No todo, concluye Del Castillo, está dicho sobre el movimiento estudiantil de 1968 en conjunto.
La selección realizada sobre la producción mexicana respecto a los hechos de Tlatelolco muestra que esta nación lleva a cuestas una memoria densa. Permanentemente se produce un texto nuevo, por lo que hacer un balance crítico y de cercanía a un punto final es una labor imposible. Los acontecimientos de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas influyen en varias generaciones de intelectuales y creadores mexicanos. Testimonios y análisis intentan también preguntarse por la influencia de las protestas y movilizaciones estudiantiles en los cambios experimentados por el sistema político y la sociedad mexicana en su conjunto. Pensar el movimiento estudiantil más allá de la primera página de los periódicos, aproximándolo a cuestiones más profundas y complejas de la vida política, social y cultural de la nación, puede ser la principal enseñanza de estos trabajos117.
Lo cierto es que la década del sesenta cambia al panorama mexicano y mundial en la forma de protestar. Esto es lo que muestra Sergio Arturo Sánchez no solo en la capital mexicana, sino en otros lugares muy apartados del eje político y económico del país118. Si a principios del siglo XX quienes toman el espacio público son las clases obreras y campesinas, a partir de la década del sesenta la principal característica de los diversos movimientos es su fuerte connotación clasista y partidaria. Las formas de sociabilidad también cambian, e igualmente las demandas reivindicatorias se trasladan a aspectos de la vida privada como el aborto, el género o la sexualidad. La política es revalorizada119. Y es precisamente en esa época cuando los estudiantes sinaloenses se hacen sentir otra vez.
Para el autor, las causas del malestar estudiantil se encuentran en el agotamiento del modelo de desarrollo de la posguerra y la crisis de la universidad. La protesta surge en México cuando aparecen los signos de debilitamiento del modelo de desarrollo estabilizador, pues las desigualdades sociales se han profundizado. Aparecen pues novedosas formas de sociabilidad promovidas, en parte, por los estudiantes, de las cuales las más notorias son las asociaciones. En la capital sinaloense se destacan tres: el Ateneo Sinaloa, Grupo Magistral 18 de Abril y el Ateneo Estudiantil Universitario.
En el verano de 1968 en el Distrito Federal se sucede el movimiento más importante de México, en el que, mediante el uso del espacio público, se busca un diálogo con las autoridades, además de la modificación del autoritarismo y la democratización plena del sistema político. “El movimiento del 68 crea su propio imaginario, símbolos, normas organizativas, formas discursivas y expresiones culturales [festivales], mediante los que canalizó y divulgó sus críticas a la conducción del país por parte del presidente de la República”120.
Casi simultáneamente, y en particular entre 1970 y 1972, el espacio público es intervenido por la protesta estudiantil. En este lapso hay dos etapas en el movimiento estudiantil sinaloense. En la primera, durante la confrontación con el rector Gonzalo Armienta, la movilización está encaminada a exigir viejas demandas como la democracia y la autonomía. En una segunda etapa de radicalismo, con el caso de la protesta de los denominados ‘enfermos’, no hay posibilidades para el discurso de reforma universitaria. De manera que la movilización estudiantil busca convertir a la universidad y a la lucha popular en bastiones contra el Estado para alcanzar la transformación radical de la sociedad.
Los factores que propician la aparición en el espacio público del fenómeno de la enfermedad son de orden estructural. La estrategia de desarrollo económico impulsada por el Estado, llamada ‘desarrollo estabilizador’, tiene repercusiones en la sociedad mexicana. Los resultados son la desigualdad social y el agotamiento del modelo, traducido en un sinnúmero de movimientos sociales. Igualmente, en el ámbito internacional el clima político [Revolución cubana, Guerra Fría, China] propicia una serie de discursos proclives a la violencia que influyen en estos sectores movilizados, especialmente en el estudiantil.
El radicalismo se expresa de manera simbólica y física, originado también por las sociabilidades que los ‘enfermos’ crean en los espacios universitarios. “La promoción del debate, la redacción y la distribución de todo tipo de literatura radical, generados al calor de las dinámicas relacionales, determinaron las modalidades y los contenidos de las formas de intervención-apropiación de un espacio público que sirvió de medio para la promoción de un proyecto transformador de la sociedad”121.
La injerencia de la Liga Comunista 23 de Septiembre [LC23S] es el resultado de la fusión del Frente Estudiantil Revolucionario de Guadalajara, el Movimiento Estudiantil Profesional [estudiantes cristianos] de Monterrey, los Enfermos de Sinaloa [estudiantes de la Feus], el Comando Lacandones [estudiantes del IPN y de la Unam], Los Guajiros, Los Macías y el grupo Oaxaca. En Sinaloa tiene su clímax en la primavera de 1973 y al final de esta un año después. El autor califica este periodo como “los meses maravillosos”, ya que la organización clandestina es capaz de realizar las principales acciones de agitación y propaganda armada que una guerrilla urbana, hasta ese momento, haya llevado a cabo en el país. Los orígenes de la organización revolucionaria se remontan a finales de los años sesenta, cuando activistas estudiantiles de diversas partes del país inician el debate alrededor de la situación política mexicana del 68 y las posibilidades de crear un partido armado en México, de acuerdo con la revolución de octubre. De esta manera, La Liga es conformada en Sinaloa por jóvenes de extracción universitaria en su mayoría, el 15 de marzo de 1973. La Liga se caracteriza por desarrollar actividades militares, recuperar armas, matar jefes prominentes de la Policía y el Ejército, expropiar recursos materiales y desarrollar actividades para liberar presos políticos.
De 1974 a 1977 empieza el periodo gris de La Liga, pues dicho interregno se caracteriza por la caída de sus principales dirigentes y por la discusión en la Tercera Reunión Nacional sobre la viabilidad de la lucha armada, y los Enfermos son expulsados de la Universidad Autónoma de Sinaloa por sus actos expropiatorios, lo que deriva en una caótica situación. La desaparición de la Liga Comunista 23 de Septiembre en Sinaloa obedece a factores tanto internos como externos, principalmente a las estrategias del Estado para liquidar la insurgencia, la pérdida de dirigentes, las escisiones internas y el abandono de la lucha armada.
En una de sus últimas publicaciones, Sánchez analiza a través de la prensa los efectos que ocasiona la aparición de guerrillas urbanas y rurales en ciertas regiones del territorio mexicano hacia 1972122. El Sol de Sinaloa toma nota del clima de agitación política y al mismo tiempo intenta minimizar y negar la existencia de grupos radicales en el país, no sin incrementar significativamente el debate noticioso en torno a la violencia política. Organizaciones políticas y militares, como la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria [Acnr] y la Brigada de Ajusticiamiento del Partido de los Pobres [Bapdlp], y grupos radicales urbanos, como el Movimiento de Acción Revolucionaria [MAR], el Frente Urbano Zapatista