1968: Historia de un acontecimiento. Álvaro Acevedo
en el caso de la UIS permite realizar aseveraciones con la tranquilidad que ofrece alcanzar cierta erudición documental; no obstante, la carencia de trabajos sobre otros casos limita una comprensión nacional del fenómeno. A esto se suma que no hay suficientes estudios locales y nacionales sobre la historia de la izquierda colombiana y la caracterización de los grupos políticos allegados al mundo universitario de la izquierda se ciñe a los escritos y las fuentes de carácter general que existen.
Estas limitaciones de la propia historiografía conducen a una reflexión de punta de lanza sobre este tema investigativo, a la vez que permiten avizorar las posibilidades que ofrece el movimiento estudiantil como tema de estudio en construcción. Muestra de ello es la exploración que se viene realizando pacientemente en los últimos años, relacionada con la formación cultural-discursiva de los protagonistas de las protestas universitarias, inscrita en procesos globales de análisis y entendida como parte de una revolución cultural planetaria con incidencia en este convulsivo presente. Este ejercicio de revisión queda incompleto si no se intenta mencionar las voces y los esfuerzos de investigadores del continente, con resultados que desde hace varios años escrutan el acontecer de los movimientos estudiantiles en América Latina. Aproximarse a otras formas de hacer historiografía no puede más que enriquecer un campo de estudio que apenas se está conformando.
Marchistas llegan a su destino. Bogotá, Colombia. Fotografía de Gustavo González. 1964.
Apuestas y limitaciones por una historiografía continental sobre los movimientos estudiantiles
Antes de entrar en materia es necesario hacer algunas salvedades sobre los alcances de este apartado. En primer lugar, no se pretende realizar un seguimiento pormenorizado de la historiografía continental que se conoce sobre los movimientos estudiantiles; tal labor sobrepasa los propósitos de esta investigación, al tiempo que hace innecesariamente dispendioso el texto. En segunda instancia, las referencias empleadas no cubren toda la geografía continental, solamente algunos casos representativos que dialogan con este balance sobre la protesta universitaria al finalizar la década del sesenta e inicios de los años setenta. En tercer lugar, los trabajos revisados tienen como arco temporal los decenios de los años sesenta y setenta, una demarcación trazada por la propia temática acontecimental de estudio en esta investigación entre los años 1968 y 197296.
Los casos seleccionados son los de México, Argentina y Brasil, países que presentan importantes expresiones de organización estudiantil, entre las que se cuenta el movimiento estudiantil de Córdoba de 1918 o la masacre de la Plaza de las Tres Culturas en México. A diferencia de lo realizado para el caso colombiano, el propósito de este recorrido es propiciar un diálogo valorativo con la historiografía nacional sobre los movimientos estudiantiles. Así mismo, se pretende extrapolar las propuestas metodológicas y conceptuales novedosas al ámbito nacional. En tal sentido, el siguiente apartado recurre a una escritura de síntesis, y no propiamente descriptiva, reconociendo obviamente que no se tiene la última palabra sobre la producción investigativa en este campo y que día a día aparecen nuevas investigaciones. El presupuesto es atender a la pertinencia de este tipo de ejercicios para renovar la indagación colombiana y local y para pensar en las posibilidades de alentar diálogos e iniciativas conjuntas en el ámbito continental.
México: muchas representaciones, diversas memorias
No cabe duda de que México es uno de los países más importantes en lo que concierne a los estudios sobre los movimientos estudiantiles, dada la centralidad que tiene la Universidad Nacional Autónoma de México [Unam] en la vida cultural y política del continente. Los sucesos del 2 de octubre de 1968 en la plaza de Tlatelolco tienen una importancia medular en la historiografía del movimiento estudiantil. Precisamente, un trágico suceso que enluta a México en “el año que cambia al mundo”. La vasta producción de representaciones sobre esos sucesos y la conformación de los movimientos estudiantiles contrasta con la escasa producción que hay en Colombia, donde la disciplina histórica y la memoria social no se detienen a reflexionar sobre la importancia de la movilización y la protesta estudiantiles en la modernización cultural y educativa del país.
Una de las primeras evidencias del interés de la intelectualidad mexicana por esta temática se puede apreciar en la publicación de la serie Movimientos estudiantiles en la historia de América Latina, coordinada por la profesora Renate Marsiske durante la última década y editada por la Unam. Con la pretensión de proponer nuevas formas de hacer historia y alejada de las tendencias estructuralistas y con el apoyo de estrategias investigativas de la sociología de la acción, esta iniciativa transdisciplinaria se convierte en referente para los investigadores de los movimientos estudiantiles. Curiosamente los trabajos incluidos en estos volúmenes, elaborados por historiadores del continente, se dedican a periodos y problemas que en su mayoría no tratan directamente las movilizaciones y protestas estudiantiles entre 1968 y 197297.
El primer plano del movimiento estudiantil mexicano de 1968 es expresado en muchas páginas por escritores, periodistas, testigos directos, literatos, ensayistas, académicos y público en general. Esto demuestra el significado que la sociedad mexicana da no solo al evento luctuoso de la masacre, sino a la participación de los jóvenes universitarios en la construcción de una sociedad diferente. Es cierto que una sola voz no alcanza para dar cuenta de la situación que se vive en Ciudad de México durante el año de 1968, y en particular el 2 de octubre, según refiere la presentación del clásico y muy consultado texto de Elena Poniatowska, La noche de Tlatelolco98, con 11 reimpresiones y varias ediciones corregidas. Pero no menos cierto es que la cifra de 300 muertos referenciada por esta autora, y otros escritores, crea un relato legendario. La producción testimonial sobre la masacre es muy amplia y también el imaginario sobre el número de muertos aquel día. A la fecha no hay una cifra exacta de los muertos de Tlatelolco, tampoco una lista de fallecidos con nombre y apellido. Es posible que sean treinta y ocho los muertos, un poco más o un poco menos. Todavía en el año 2014 es posible escuchar, de un guía turístico, que en los hechos de Tlatelolco murieron más de dos mil personas, y si se le intenta replicar que aunque sin duda aquel día ha sido muy trágico para México, probablemente esta no sea la cifra exacta de muertos, dirá que una cifra menor será la oficial pero no la real. Tlatelololco es hoy un acontecimiento vivo en la memoria social de México. Las evocaciones van desde los relatos testimoniales y los recordatorios hasta las escrituras académicas y periodísticas que muestran un nuevo dato, un nuevo documento. Es interesante referir aquí el diálogo que sostienen Javier Barros Sierra, exrector de la Unam en 1968, y Gastón García Cantú. El propósito de este documento histórico no es otro que pasar revista de la gestión de Barros al frente de la Unam entre 1966 y 1970, centrándose en los sucesos de 196899. Desde ese momento, y en relatos como este, Tlatelolco es y será un referente para la sociedad mexicana.
Pero aquello a lo que se le puede llamar literatura testimonial sobre el 68 mexicano no se agota allí. Además de la mirada de un testigo de excepción como es Barros Sierra, líderes sobrevivientes también se dan a la tarea de reflexionar y evocar este suceso. Uno de ellos es el estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras y miembro del Consejo Nacional de Huelga, Luis González de Alba. Este relato testimonial, escrito poco después de los hechos, tuvo un gran éxito editorial, según lo corroboran sus múltiples ediciones: 5 entre febrero y agosto de 1971100. El trabajo de Juan Miguel de Mora también se puede incluir en este grupo de obras testimoniales. Con un marcado acento crítico con el régimen mexicano y con su intelectualidad, especialmente la de izquierda, el autor compila una serie de relatos orales y escritos, provenientes de varias fuentes, para demostrar la responsabilidad del Gobierno mexicano en las muertes de Tlatelolco. A pesar del formato un tanto confuso, este libro alcanza en 1998 su trigésima edición, una muestra más del significativo interés de lectura que ha tenido el tema por parte del público mexicano101.
Editada en dos tomos, la obra de Ramón Ramírez hace un análisis sobre los acontecimientos y anexa una recopilación documental proveniente del testimonio oral y de las noticias de prensa. El autor incluye también una detallada cronología de los sucesos de la segunda mitad de 1968, organizada de tal manera que construye un relato histórico y no solo un listado de datos dispersos. La