1968: Historia de un acontecimiento. Álvaro Acevedo
mendocino entre 1971 y 1973126. El texto sostiene que el estudiantado es la primera fracción de un movimiento popular más amplio que se opone a la dictadura en un marco de auge de luchas anticapitalistas del llamado Mendozazo en abril de 1972. A partir de nociones del pensamiento marxista, especialmente de algunas obras de Mao Tse Tung y de Lenin, Cobos y su grupo de trabajo muestran un gran interés por relacionar las actuaciones de los estudiantes con la clase obrera mendocina. La narración de los hechos tiene como eje la presentación de las principales formas de confrontación empleadas en estos tres años, destacando las luchas callejeras y las discusiones de tipo organizativo, en particular el debate sobre el papel de los Centros de Estudiantes y los Cuerpos de Delegados. Al referirse a las motivaciones de las luchas, los autores señalan factores externos [precio del servicio de electricidad] e internos [injerencia de entidades internacionales en la vida universitaria], tamizados por un discurso radical de izquierdas con un fuerte componente antiimperialista y antidictatorial.
Como se puede apreciar, los trabajos sobre el movimiento estudiantil argentino de los años sesenta y setenta se interesan en realzar las acciones políticas de las diferentes instancias organizativas de resistencia a la dictadura y al capital. Este enfoque explica la inquietud por la radicalización de los estudiantes, tanto en los niveles discursivos como prácticos, y es la alianza con la clase obrera el ejemplo recurrente para mostrar la fuerza de la movilización popular. Esta tendencia general se puede comprobar con el trabajo sobre la militancia universitaria entre 1966 y 1976, de Judith Naidorf y Raúl Omar Ferrero127. De acuerdo con la enunciación discursiva de gran parte de las organizaciones políticas estudiantiles del momento, los autores insisten en la politización de esta época, cuya generación se define por ‘hacer la revolución’, al punto que se convierte en un foco de represión sistemática por el régimen. La ‘nueva izquierda’ que aglutina diferentes corrientes como la Teología de la Liberación y diversas tendencias ideológicas es el sedimento que da base a la creación de alianzas con obreros, campesinos e intelectuales.
Con un acervo documental mucho más amplio que los trabajos citados, la profesora Norma Dolores Riquelme estudia el caso de la Universidad de Córdoba a mediados del siglo XX128. El interés de Riquelme es dar cuenta del acceso de los estudiantes a espacios del gobierno universitario, lucha que se sintetiza en la demanda de cogobierno desde principios del siglo XX, pero que se materializa a mediados de esta centuria. La autora realiza un recorrido por la historia argentina, describiendo los golpes de Estado sucesivos y las luchas por la democracia. Los estudiantes desempeñan un papel importante en esta secuencia narrativa desde la defensa de los ideales liberales a inicios de siglo hasta la asunción de referentes ideológicos hacia la izquierda del espectro político. En el ámbito universitario, Riquelme destaca el trabajo desarrollado por instancias organizativas internas como las asambleas universitarias o los consejos académicos, espacios en donde se dan intensas luchas por conseguir cierta participación en los destinos de la institución. Esta demanda participativa va de la mano de la defensa de la autonomía universitaria en una institución más intervenida por el poder militar129.
En la última década han surgido nuevas investigaciones que tienen por objeto analizar no solo los movimientos estudiantiles, sino también el clima intelectual de izquierda, como es el caso del libro de Carlos Altamirano Peronismo y cultura de izquierda130. Para el autor, el peronismo sigue siendo un actor central durante los diez años siguientes a 1955, que genera divisiones entre dirigentes políticos, grupos y figuras de la élite cultural argentina. A lo largo de 1956 y 1957 surge una serie de duelos simbólicos entre intelectuales, por medio de ensayos polémicos, declaraciones y manifiestos, relativos al peronismo y al significado del movimiento que lo derroca, como el caso de Ernesto Sábato y Jorge Luis Borges. Aunque las fórmulas varían y pueden rivalizar entre sí, en cualquier caso las definiciones que empiezan a gravitar en el discurso revisionista identifican en el peronismo un acontecimiento progresista frente a la dominación oligárquico-imperialista. Después de 1955, la orientación que toma el conjunto de la cultura política de izquierda en Argentina es de ruptura con el legado ideológico del liberalismo y búsqueda de una fusión entre socialismo y nacionalismo que como consecuencia genera el decaimiento del Partido Socialista y el Partido Comunista.
En esta misma línea se ubica el trabajo de Claudio Suasnábar Universidad e intelectuales131, quese interesa también por indagar las transformaciones producidas en el espacio intelectual argentino frente al fenómeno del peronismo, analizando esta vez sus repercusiones en el campo universitario. El autor analiza las distintas posiciones académicas, ideológicas y pedagógicas que se ponen en juego a lo largo del periodo, realizando una interesante comparación de la repercusión del fenómeno en las Universidades de Buenos Aires y La Plata. El autor afirma que el desarrollismo como horizonte ideológico impregna un clima de optimismo que si en los sesenta adopta la forma de un gradualismo reformista, en los setenta deviene en la radicalizada crítica dependentista. La acelerada institucionalización de las ciencias sociales refuerza este optimismo que se expresa en la fascinación por las nuevas tecnologías de intervención social. En estos años dorados de la universidad en Argentina ven la luz nuevas carreras de mucha influencia en el futuro como sociología, psicología y ciencias de la educación. La consolidación de estas nuevas carreras se da en el marco de profundos debates sobre el papel de la universidad y los intelectuales en la construcción del desarrollo pendiente del país después de diez años de peronismo en el poder.
La acelerada peronización de los universitarios y la radicalización de los católicos, además de constituir un capítulo relevante en el proceso de politización de los setenta, también revela otro conjunto de experiencias que, acotado a ciertos recorridos personales o institucionales, plantea diferentes formas de intervención, hasta llegar al borde de la disolución del intelectual y su subsunción en lo político, planteadas por las pedagogías del nacionalismo popular revolucionario. Es interesante señalar que para el autor el nivel de confrontación que caracteriza la cultura política de los setenta, sumado a la fuerte fragmentación de posiciones político-pedagógicas, constituye las principales razones de la débil estructuración del espacio pedagógico, hecho que se manifiesta en una progresiva disolución de las fronteras entre las prácticas académicas y las prácticas político-sociales.
Óscar Terán132 aborda el estudio de la formación de la nueva izquierda intelectual en Argentina entre 1956 y 1966. El trabajo describe una serie de núcleos ideológicos, formados en el campo cultural argentino en el periodo 1956-1966, que son apropiados por un conjunto de intelectuales a los que el autor denomina ‘contestatarios’, ‘críticos’ y ‘denuncialistas’, y en torno los cuales se asiste a la formación de una nueva izquierda intelectual. En Argentina, una preocupación surge en una franja crítica de la cultura nacional de intelectuales, atraídos por las cuestiones sociales y políticas y que toman los desarrollos franceses –la generación de Sartre– como referentes para procesar su propia comprensión de la realidad. Bajo estos parámetros ideológicos nace una franja ‘denuncialista’ decidida a asimilar el contorno que junto con otros sectores del campo intelectual, provenientes de tradiciones diversas, conforman el fenómeno de una cultura crítica. Cabe resaltar que estas novedades no involucran solo a la élite intelectual, sino que se dilatan hasta poder asegurar que se constituye un nuevo público. En este proceso juegan un papel central los aparatos culturales tales como las nuevas editoriales, especialmente Eudeba, la editorial de la Universidad de Buenos Aires.
Claudia Gilman, en su libro Entre la pluma y el fusil133, analiza cómo la pertenencia a la izquierda, a lo largo de los años sesenta y setenta, se convierte en un elemento crucial de legitimidad de la práctica intelectual. En este recorrido por las revistas político-culturales, la crítica y los debates programáticos sobre la función del arte y los intelectuales en la sociedad, la autora hace referencia a la importancia de estudiar la literatura latinoamericana del sesenta, su institucionalización y su emergencia como literatura continental y su consagración en el ámbito mundial. Es precisamente en este periodo cuando esa literatura alcanza su pico máximo de visibilidad y contribuye a rearmar una nueva tradición literaria latinoamericana. Los análisis sobre revistas del periodo expresan el hecho de que la revista político-cultural es un soporte imprescindible para la constitución del escritor en intelectual, puesto que supone la difusión de su palabra en una dimensión pública más amplia.