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Capítulo 3
Intereses y compromisos internacionales desde lo local: la transformación de escenarios y perspectivas
Leonardo Díaz Abraham
El escenario abierto: los gobiernos locales
como actores estratégicos globales
En gran medida, el espíritu que ha animado las relaciones internacionales de los gobiernos locales está relacionado con procesos estructurales profundos que han determinado las condiciones y características para la integración de su marco de acción. Las grandes transformaciones estructurales mundiales que han dado lugar a la incursión de las entidades públicas subnacionales en los asuntos internacionales se han producido principalmente en razón de: a) los procesos generalizados de descentralización y reorganización de la gestión pública; b) la globalización y la liberalización del comercio, la inversión y los servicios; c) el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación; d) el intenso proceso mundial de urbanización; y e) la integración de agendas globales que requieren de la acción local. Estas corrientes son muy poderosas y a la vez han invitado, han empujado, a los gobiernos municipales y estatales a tomar una posición manifiesta frente a temas antes considerados como exclusivos de los gobiernos centrales de los Estados nacionales.
Este importante viraje que comenzó a darse hace más de treinta años en los pilares de la agenda de la reforma administrativa del Estado, se ocupó de varias dimensiones del quehacer público. Entonces, un escenario de crisis, endeudamiento y escaso desarrollo hizo cada vez más patente la necesidad de reestructuración genérica de la gestión de la administración pública. Las condiciones deficitarias del Estado de bienestar se venían manifestando cíclicamente en los dos modelos políticos y económicos hegemónicos hasta el final de la Guerra Fría.
La administración pública abandonó las formas jerárquicas y centralizadas que caracterizaron su funcionamiento desde la fundación de los primeros Estados nacionales en el siglo XIX, para adoptar mayoritariamente una gestión más descentralizada y con una fragmentación pragmática y funcional del quehacer público. Se echó mano de modelos gerenciales más austeros y controlados mediante enfoques de maximización de recursos, provenientes del sector empresarial. La nueva lógica de eficiencia en el gasto público empujó a la realización de recortes masivos de personal y reducciones en el gasto público, a la reorientación y estrechamiento de la política social, a la privatización de empresas públicas y la consecuente redistribución territorial e institucional del poder político del Estado.
La agenda de la reforma del Estado se abocó en primer lugar a diseñar instrumentos que desalentaran los ámbitos de intervención del Estado en los procesos económicos y financieros. Esta reducción debería de ser acompañada por reformas constitucionales y legales que sustentaran un cambio tan profundo como irreversible. Así comenzó el firme paso de desmantelamiento del Estado de bienestar hacia un Estado modesto y no interventor (Crozier, 1989).
Otro punto fue la reducción de fondos para la operación de programas y organismos públicos que no se consideraran estratégicos. Algunos fueron cancelados, otros redimensionados o bien trasladados al control de la iniciativa privada u organizaciones sin fines de lucro (Aguilar Villanueva, 2006: 143). En este punto, la apertura y la modificación de los marcos legales para la inversión extranjera directa (IED) se tornaron indispensables para asegurar la aplicación y el arraigo del nuevo modelo económico emergente (Babb, 2009). A este redimensionamiento y reorientación del aparato del Estado en general, se sumó la descentralización de las decisiones y la operación de la administración pública hacia unidades de gobierno subnacionales.
Estas condiciones compartidas por muchas otras entidades de gobierno subnacionales en el mundo, llevó a la activación de un tipo de relación que iba más allá de los hermanamientos tradicionales, promovidos durante la posguerra y la Guerra Fría. Los hermanamientos, como acción internacional, obedecían más a una lógica de reforzamiento de los vínculos entre países sin tomar en cuenta a los gobiernos locales y los intereses que representan legítimamente (Díaz Abraham, 2015: 38).
En este punto vale aclarar que en adelante, al referirnos a la acción internacional de los gobiernos locales se alude la labor pública en el terreno de las relaciones internacionales por parte de gobiernos no centrales, locales o subnacionales. En el caso particular de México se hace referencia a las autoridades de las entidades federativas o estados —gobiernos intermedios— y a los municipios como gobiernos locales de forma indistinta, pues la diferenciación de estos dos niveles de gobierno, si no es señalada de forma explícita, resulta irrelevante para el tema que nos ocupa ahora.
El periodo siguiente, caracterizado por el llamado nuevo liberalismo o neoliberalismo empezó a ganar terreno a partir de los años ochenta y noventa del siglo pasado. Entre sus características fundamentales están la apertura de fronteras, la formación de bloques comerciales, así como también la multiplicación de agentes en el medio internacional. De hecho, la corriente