Tras la puerta oculta. Germán Rodriguez
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TRAS LA PUERTA OCULTA. EL MISTERIO DEL CRONOVISOR - Germán Rodríguez
© Germán Rodríguez
© 2020, Ediciones Corona Borealis
Avda. Gregorio Prieto, 19 A
29010 Málaga
Tlf. 0034-951336282
www.coronaborealis.es
Maquetación editorial: Georgia Delena
Diseño de cubierta: Sara García
ISBN: 978-84-122508-6-2
Primera edición: enero 2021
Distribuidores: http://www.coronaborealis.es/?url=librerias.php
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Índice
IV. COSAS ESCONDIDAS DESDE TIEMPOS ANTIGUOS
XV. SANGRE EN LAS PAREDES, TRASTOS EN EL DESVÁN
XVII. UNA NOCHE EN EL CALVARIO
XXIII. EN EL HUERTO DE LOS GRANADOS
XXVI. UN PERSONAJE PASADO POR ALTO
XXIX. UNA LLAMADA DE AUXILIO DESESPERADA
I. TURÍN
El hombre, o lo que de él quedaba, yacía entre las flores. La imagen de su cuerpo desnudo mostraba las señales de una tortura cruel y despiadada. Bajo los golpes del flagelo, la piel se había roto en múltiples heridas —más de cien—, convirtiéndose en un mural de llagas y de sangre pintarrajeada. Las rodillas, desgarradas hasta el hueso, habían sufrido los impactos de sucesivas caídas sobre el terreno pedregoso, y el peso del madero había ido lentamente excoriando sus hombros. Impedido para servirse de las manos, no había podido evitar golpearse la cabeza contra el suelo, de modo que el yelmo de espinas que llevaba encasquetado había acabado por clavársele profundamente hasta alcanzar el cráneo. De su terrible final en la cruz hablaban los orificios de sus muñecas y pies, causados por gruesos clavos de hierro de quince centímetros de largo, y la lanzada en el costado derecho, que había atravesado la caja torácica hasta abrirle el corazón.
El más inhumano de los castigos. Mas ahora estaba a salvo.
Protegida en su relicario tras un cristal laminado a prueba de balas, su figura era claramente visible en el lienzo de lino sobre el cual la huella de sus rasgos había quedado impresa de manera milagrosa. Y ahora que al caer la noche la marea de peregrinos que cada día abarrotaba la catedral de Turín durante la ostensión de la Sábana Santa había desalojado el templo, parecía dormir finalmente en paz, con los párpados cerrados y el rostro sereno.
El relicario, rodeado de terciopelo púrpura y de exuberantes ramos de flores, ocupaba el lugar de honor en el altar barroco de la capilla del Santo Sudario. Sus medidas permitían contemplar la Sábana desplegada en toda su extensión de