Un lord enamorado. Noelle Cas
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UN LORD ENAMORADO
Noelle Cass
Primera edición en ebook: octubre, 2020
Título Original: Un lord enamorado
© Noelle Cass
© Editorial Romantic Ediciones
Diseño de portada: Olalla Pons – Oindiedesign
ISBN: 978-84-17474-86-7
Prohibida la reproducción total o parcial, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, en cualquier medio o procedimiento, bajo las sanciones establecidas por las leyes.
1
Londres 1843
DEVON St. Claire, se encontraba en la biblioteca de su mansión, acurrucado en su sofá favorito con una copa de whisky, mientras intentaba concentrarse en leer el periódico que Dawson le acababa de entregar. Pero era incapaz de concentrarse en las noticias, la tormenta que se había desatado hacía una hora en la calle, estaba arreciando y cada vez los relámpagos y los truenos caían sin descanso, mientras el viento y la lluvia azotaban con fiereza contra los amplios ventanales de la casa. Después de dar una rápida hojeada a las noticias que más le interesaban, lanzó distraído el periódico a la mesita auxiliar que tenía a su lado. La tormenta de esa noche era un fiel reflejo de su estado de ánimo, no había día que Devon estuviera de buen humor, pero los últimos días estaba de más malhumor que nunca. «Últimamente nada le salía a derechas», pensó, mientras daba un largo sorbo al líquido ambarino.
Su mente vagó hasta la causa de su continuo enfado y en su cabeza se conjuró la imagen de Eve Mcpherson. La había conocido en uno de los bailes que daba su amigo lord Preston. Tan pronto entró en el salón de baile, sus ojos marrones volaron inevitablemente a unos ojos azul cielo que lo miraban con curiosidad, mientras él se detenía a charlar con lord David. De vez en cuando echaba alguna mirada furtiva para observarla. Sus gestos no le revelaban nada, ella estaba refugiada detrás de un abanico de plumas y cuando Devon la miraba, ella intentaba disimular estar inmersa en una conversación con las chicas que la acompañaban. Pero él sabía perfectamente que Eve estaba intrigada por él. Su fama lo precedía, todo el mundo hablaba de Devon St Claire, lo apodaban el Lord Libertino, por todos los escándalos que circulaban sobre él por todo Londres. Las mujeres acudían en masa para ser la próxima en calentarle la cama y él no era nadie para negarles ese placer.
Pero Eve era una mujer fuera de lo corriente, todo en ella era la perfección hecha mujer, y Devon era un experto en mujeres. Más de unas doce mujeres habían calentado su cama en los últimos tiempos. Ninguna era como la mujer que en esos momentos invadía su mente. Un rostro ovalado, de facciones suaves pero bien definidas y en el que se podían apreciar alguna que otra pequeña peca. Su piel era blanca, y a simple vista, parecía suave y tersa. Su color de pelo era de un rojo vivo y a Devon lo volvía loco. Pero todavía se sentía más cautivado por su cuerpo. De estatura normal y delgada. A través de la ropa, él podía apreciar que sus pechos eran generosos y firmes. Las caderas de la joven eran anchas, pero en una justa medida.
Devon, por mucho que se esforzara, no era capaz de sacársela de la cabeza. Se sentía muy atraído hacia ella, pero la noche del baile no se atrevió a pedirle un baile, ya que estaba seguro de que ella lo rechazaría. Eso era uno de los inconvenientes que tenía su fama de libertino. Una mujer decente nunca se arriesgaría a poner su reputación en entredicho, bailando con un hombre como Devon St. Claire.
Reconocía que le encantaban las mujeres, sí, de ello no había duda alguna, heredó de su difunto abuelo coleccionar amantes, ya que lord Lucas St. Claire, había sido también un mujeriego en sus mejores tiempos, todavía sus amoríos seguían en boca de la gente, en la actualidad. Apenas lo conoció, su abuelo falleció cuando él acababa de cumplir los tres años, y no tenía muchos recuerdos de él. Pero en el despacho podía ver un retrato de su abuelo; había sido un hombre muy atractivo, ya que Devon se veía reflejado así mismo en ese cuadro. Su padre, lord Edward St. Claire, mandó restaurar el cuadro de su difunto padre, para colgarlo de recuerdo en el despacho, ya que lord Edward había querido a su padre con mucho cariño y se sintió desolado cuando este falleció, largos años después de estar encamado debido a una terrible enfermedad, menos en el color de pelo, su abuelo tenía el pelo de color negro azabache. Su padre tenía gran parecido físico con su abuelo, pero era rubio, como el pelo de su abuela, la esposa de Lucas, lady Verónica St. Claire. El pelo de Devon era trigueño. Pero hasta ahí llegaban las comparaciones entre su abuelo y su padre, ya que Edward adoraba a su esposa, lady Anette St. Claire, la mujer de la que su padre se enamoró desde el primer momento que la conoció. Y Devon daba gracias a Dios por la fidelidad de ambos, y que le constaba que su madre también estaba muy enamorada de su esposo. Para él sería muy duro ver sufrir a su madre si se enteraba de que su marido le era infiel. Y sus dos hermanos, lord Charlie y lord Anthony, ya se habían casado y estaban muy felices con sus respectivas esposas, lady Amber, que era la esposa de Anthony, y lady Gabriela, la mujer de Charlie; todavía las parejas no tenían hijos. Gabriela y Charlie vivían en Éxeter, Amber y Anthony en Devonshire. Pero dos veces al mes viajaban a Londres y celebraban una comida familiar. A sus padres le encantaba ver a la familia reunida.
Tres cuartos de hora más tarde, volvió a llamar a Dawson para que le rellenara de nuevo la copa de whisky, poco después, le dijo que podía retirarse a descansar, ya que por esa noche no iba a necesitar más sus servicios. El mayordomo asintió y después de darle las buenas noches, salió de la estancia haciendo una reverencia y cerrando la puerta, dejando a solas a Devon sumido en sus pensamientos.
Eve Mcpherson se encontraba sentada en la butaca de su dormitorio intentando concentrarse en la lectura del libro que tenía entre manos, pero le estaba resultando difícil, por no decir que sus esfuerzos por la palabra escrita eran inútiles. Su mente no dejaba de pensar en lord Devon St. Claire, aunque para Eve, ese hombre no tenía nada que ver con el título nobiliario que ostentaba. Ese hombre era todo lo contrario a un caballero noble, era uno de los mayores libertinos que conocía, ya que fuera a donde fuera, siempre escuchaba comentarios jocosos y malintencionados de la gente, sobre todo de la mala lengua de lady Aurora Malone. Eve no tenía ni idea de qué hacía esa mujer para estar al día de todo lo que pasaba en la ciudad, cuando ella ni siquiera tenía tiempo para dirigir su propia vida. Su padre, lord John Mcpherson, y su hermana lady Edi Mcpherson, no dejaban de atosigarla diciéndole que ya era hora de que fuera buscando un buen partido para casarse, ya que estaba a punto de cumplir veintidós años. Eve sabía que lo hacían con la mejor de las intenciones, porque su familia la adoraba y, por supuesto, ella los quería con locura. Hacía tres años que su madre había fallecido de tuberculosis; gracias a Dios, ellos no se habían contagiado, el médico que la atendía había tomado las precauciones pertinentes, pero, aun así, cada día se lamentaba por la pérdida de la buena mujer.
Rápidamente, Eve sacó esos pensamientos de la cabeza; si pensaba en los recuerdos de su madre, acabaría llorando. Pero tenía muy claro que nunca iba a ser capaz de quitarse el dolor de esa gran pérdida. Sacudió levemente la cabeza mientras se decía que se estaba yendo por las ramas, era mucho más alegre pensar en cierto lord demasiado atractivo que le robaba cada noche el sueño. Su cara era perfecta, parecía estar esculpida por uno de los mejores creadores de arte del Universo. Mandíbula cuadrada y prominente, facciones muy bien delineadas y muy masculinas. Era un hombre muy alto, Eve calculaba que mediría cerca de dos metros. Delgado, pero musculoso y hombros anchos, sin ningún gramo de grasa, todo en ese hombre era pura fibra. A ella solo le hacía falta pensar en él, para que la temperatura de su cuerpo subiera unos grados y empezar a abanicarse con la mano. La tenía loca desde que lo había conocido en casa de lord Devlin Preston. En cuanto él hizo acto de presencia en el salón de baile, todos los presentes se giraron para mirarlo, la presencia de Devon se hacía notar en cuanto él entraba, ya que era un hombre que nunca pasaba desapercibido,