Un lord enamorado. Noelle Cas

Un lord enamorado - Noelle Cas


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      Poco después, sacó una bolsa de terciopelo del bolsillo del pantalón y guardó el dinero que había ganado jugando. Luego se disculpó con los demás caballeros diciéndoles que se marchaba, acto seguido empujó la silla hacia atrás, se levantó y salió del local. El resto de los hombres se quedaron mirando para él y viendo cómo todo el dinero que habían apostado se desvanecía delante de ellos.

      Devon subió al carruaje que lo estaba esperando en la entrada del club. El cochero bajó del pescante para abrirle la portezuela, en cuanto lo vio aparecer en la entrada. Poco después, el hombre subió nuevamente al pescante y emprendía la marcha del carruaje. Mientras, Devon separaba la cortinilla de la ventanilla y observaba distraído cómo el paisaje iba pasando. La noche era oscura, pero no llovía. Oscuras nubes ocultaban la luna y eso hacía que la noche fuera más negra, a no ser por las farolas de gas que iluminaban parte de la ciudad. Tres cuartos de hora más tarde, el cochero paraba el carruaje delante de su casa. El mayordomo abrió la puerta mientras él se apeaba y caminaba hasta la puerta, entró en la casa, Dawson lo ayudó a quitarse la levita y poco después se encerraba en la biblioteca, después de pedir al mayordomo que le sirviera un vaso de whisky. Ya en la estancia, se acercó a su sillón favorito y se dejó caer pesadamente sobre el mueble. Ese día, no había trabajado mucho, pero la mala noche que había pasado, estaba haciendo mella en él. A los cinco minutos, Dawson entró en la biblioteca con el vaso de whisky, poco después, Devon le dijo que ya podía retirarse a descansar, el hombre asintió y tras hacer una reverencia salió de la estancia cerrando la puerta. Mientras Devon se sumía en sus propios pensamientos.

      Eve y Edi se encontraban en el dormitorio de la primera, seguían hablando de lady Martha y de lo bien que había resultado la comida. Las dos hermanas esperaban que las demás patrocinadoras del club, las aceptaran. No tenían duda alguna de que podrían acceder al club sin problema alguno. Entrar al recinto y poder relacionarse con la gente más importante de Londres era muy bueno para las dos.

      Lo que menos le atraía a Eve de la reunión con la mujer, era que estaba empeñada en buscarles un marido adecuado a las dos. Eve no estaba por la labor de querer casarse. A Edi, la idea tampoco la convencía mucho, su hermana se había presentado en sociedad la Temporada pasada, todavía era debutante y muy joven, tenía mucho tiempo por delante antes de atarse para toda la vida a un hombre. Pero la idea, poco a poco, se iba cuajando en la mente de su hermana, y en esos momentos, no paraba de insistir que era muy buena idea que lady Martha las ayudara a buscar un buen marido. Eve intentó por todos los medios que su hermana la dejara tranquila, y que se fuera con sus ideas a otra parte. Pero su hermana seguía sin darse por aludida y continuaba enumerando las ventajas que tenían si las dos se casaban. Eve adoraba a su hermana pequeña, eso lo tenía muy claro, pero había días como en esos momentos, que deseaba estrangularla con sus propias manos para que se callara. Edi era terrible cuando una idea se le ponía entre ceja y ceja.

      Después de una larga hora, que a Eve le pareció eterna, por fin su hermana le dio un beso de buenas noches, y poco después salía de su dormitorio para ir acostarse. Eve suspiró aliviada, mientras Ángela, la ayudaba a quitarse el vestido y a ponerse el camisón; poco después, se sentó frente al tocador y la doncella le fue deshaciendo el peinado. Largo rato después, con Eve ya acostada, la doncella apagaba la vela y tras darle las buenas noches, salió del dormitorio. Eve cerró los ojos e intentó dormir.

      2

      Eve fue cayendo en un profundo sueño en el transcurso de la noche. En sus sueños, se conjuró la imagen de Devon St. Claire. Eve soñó que Devon la besaba apasionadamente. Sus besos no tenían nada que ver con los de Morton. Su exprometido, había sido el único hombre que la besó. Pero el beso de Devon estaba haciendo que por sus venas corriera un fuego candente, en vez de sangre. Mientras, todo el cuerpo le temblaba de placer, menos mal que él la sostenía entre sus brazos, Eve tenía miedo de que en cualquier momento las piernas le fallaran y acabara cayéndose al suelo. Él continuó besándola al tiempo que incitaba a Eve a profundizar el beso. Pero, en esos instantes, Eve se despertó envuelta en sudor y respirando agitada. Por unos minutos, le costó recordar que se encontraba en su dormitorio y en su cama. Pero el sueño había sido tan real, que Eve llegó a desear que su sueño se hiciera realidad algún día. Ahora se estaba empezando a dar cuenta de que nunca había estado enamorada de Morton, como ella creía estarlo. No era verdadero amor lo que sentía por su exprometido, sino un gran cariño. Ya que no sentía nada especial cuando él la besaba. Pero el beso de Devon... aunque fuera en sueños, la hacía temblar de pies a cabeza. Se regañó diciéndose que tenía que dejar de pensar en ese hombre que tanto la obsesionaba.

      Dos horas después de despertarse, todavía seguía sin pegar ojo. Cansada de estar acostada, separó las mantas de la cama y se levantó. Se puso la bata de casa por encima del camisón, y poco después se puso a dar vueltas por el dormitorio. En voz alta, maldijo a Devon St. Claire. Ese hombre se estaba adueñando de su mente y de sus pensamientos. Eve ni siquiera quería pensar qué pasaría si él se atrevía a hablarle y pedirle un baile, estaba segura de que se desmayaría de la impresión. Sacudió levemente la cabeza para sacarse esa idea de la mente, estaba divagando, pensando en algo que nunca iba a suceder. Una mujer decente y respetable como ella, no debía permitir que un hombre de su fama se relacionara con ella. Si se encontraba con Devon nuevamente en un baile, que estaba segura de que sería frecuente, ya que la Temporada social estaba empezando. Lo único que tenía que hacer Eve, era evitarlo a como diera lugar. En teoría era muy sencillo, se dijo, pero en la práctica... estaba segura que no le iba a resultar sencillo. Eve se había dado cuenta que despertaba curiosidad en el lord. No sabía exactamente qué edad tenía, pero Eve calculaba que andaría por la treintena. No, no, no... se dijo rotundamente sacudiendo la cabeza, tenía que sacarse de la mente a ese hombre ya.

      Cansada de dar vueltas, encendió la vela y minutos después salió del dormitorio. Caminó en silencio por el pasillo y luego bajó a la planta inferior. El reloj de la entrada marcaban las cinco y media de la mañana. Eve se disponía a ir a la biblioteca, cuando vio luz por debajo de la puerta del despacho de su padre, le parecía imposible que su padre estuviera trabajando tan pronto. Se acercó a la puerta y llamó con suavidad, poco después, entró en la estancia y comprobó que su padre estaba en bata de casa, sentado y concentrado en unos papeles que tenía entre manos.

      ―Buenas noches, papá ―dijo Eve acercándose a lord John y le daba un beso en la mejilla―. ¿Qué haces tan temprano levantado?

      ―Hola, cariño, como no podía dormir bajé al despacho a repasar unos documentos que me hacen falta para hoy ―respondió él dejando los papeles sobre el escritorio―. ¿Y tú qué haces despierta tan temprano?

      ―Me desperté y como no podía dormir, iba a la biblioteca a por un libro y vi luz en el despacho.

      ―¿Y Edi?

      ―Imagino que profundamente dormida, tiene el sueño tan profundo que ni un terremoto sería capaz de despertarla.

      ―Edi me recuerda tanto a tu madre… ―dijo su padre con una nota de tristeza en la voz.

      ―¿Todavía la sigues extrañando, verdad? ―preguntó Eve abrazándolo.

      ―Cada día, pequeña, después de tanto tiempo, sigo acordándome de ella. Todavía no me he resignado a perder a la mujer que tanto he amado ―mientras la voz se le empezaba a romper por la emoción.

      ―Nosotras también echamos mucho de menos a mamá, pero tenemos que ser fuertes e ir superándolo, ya han pasado tres largos años desde que murió.

      ―Lo sé, Eve, pero mi vida entera y mis recuerdos se han ido con ella. Fue la única mujer que conocí y a la que amé.

      Se quedaron largo tiempo abrazados, dándose consuelo mutuo. La muerte de lady Alice Mcpherson había dejado rota a toda la familia. Nadie se esperaba que muriera tan joven.

      ―Eve, vuelve a la cama e intenta descansar, todavía es muy temprano para que estés levantada ―dijo su padre.

      ―Voy a acostarme un rato más, ¿quieres que te traiga algo de desayunar?

      ―No,


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