Cadena de mentiras. Rowan du Louvre

Cadena de mentiras - Rowan du Louvre


Скачать книгу
misteriosa existencia. Cuestiones cómo por qué habían intentado matarle removían mi curiosidad ahora mismo. ¿Sería algo casual? ¿Un ajuste de cuentas? Aparentemente, no tenía el perfil de una persona con ese tipo de problemas, pero en algunas ocasiones, las apariencias engañan…

      La ambulancia que transportaba a Derek hizo su aparición por la entrada de vehículos de emergencia del hospital, precedida por mí. Mientras detenía mi vehículo de cualquier manera frente al túnel de urgencias, pude distinguir con claridad las siluetas de Mae y Lorraine, dos enfermeras a las que además consideraba mis mejores amigas, aunque en realidad éramos prácticamente como hermanas. Ambas esperaban junto a Ethan, que era el médico especializado en cardiología, y a quien al parecer le había tocado estar de guardia.

      Imaginé que no se trataba de ninguna comitiva de bienvenida, sino que los tres debían estar al corriente del incidente ocurrido en la barriada Saint Cyprien y que esperaban la llegada del paciente.

      Abandoné mi coche y me acerqué a la ambulancia a tiempo de presenciar como los sanitarios extraían la camilla del interior de la misma.

      —¡Dios santo! —Me abordó inesperadamente Lorraine, alarmada por la cantidad de sangre que manchaba mi ropa—. ¿Estás bien? ¿Qué ha pasado? ¿Qué hacías en Saint Cyprien? ¿No tenías que almorzar con tu padre?

      —No lo sé aún. Le han asaltado en mitad de la calle. Tomar un cappuccino. Y lo he suspendido tras una agitada charla con él —respondí a todas las preguntas que me había hecho de golpe, en el mismo orden que me las había formulado, sin prestarle demasiada atención.

      Evité dar explicaciones acerca del tema del almuerzo con Andru. Bastante trágico resultaba ya haber sido testigo presencial de un tiroteo, que podía perfectamente haberme costado la vida, como para perder también el tiempo rememorando la famosa discusión que incentivó que yo acabase sola en le Pièce Café en lugar de en un lujoso restaurante de Toulouse.

      —Deberías ir a cambiarte —me aconsejó Mae, igual de preocupada que Lorraine—. Ha debido de ser muy duro para ti estar allí mientras sucedía y… Bueno… Podrían haberte herido, o mucho peor…

      —¡Mae! —la interrumpió Lorraine a modo de reprimenda.

      —Estoy bien —me apresuré a contestarles a ambas.

      A fin de cuentas, quien precisaba ayuda en estos instantes era Derek y no yo. De nada servía dramatizar pensando en lo que podría haber sido, y menos teniendo en cuenta que yo había salido ilesa de aquel peligroso altercado.

      —Ve a lavarte e intenta relajarte un poco —me aconsejó Lorraine, que no parecía creer que realmente estuviese bien—. Nosotras nos ocuparemos de todo.

      Aquellas palabras de mi amiga, sí lograron captar toda mi atención. No estaba dispuesta a dejar a Derek, si era lo que estaba tratando de insinuar.

      —Estoy bien —insistí, cambiando de estrategia para que no me denegasen la posibilidad de hacerme cargo del paciente—. No ha sido para tanto. Puedo ocuparme de él.

      Mae comenzó a mirarme como si dudase de mí y Lorraine lo corroboró, totalmente convencida de que yo no estaba en total posesión de mi capacidad mental para atender a un paciente. Ambas debían pensar que, por presenciar un tiroteo, me había quedado ida o algo peor, por lo que traté de obviarlas sin levantar sospechas.

      —Por tercera vez, chicas, estoy mejor que bien —enfaticé tratando de parecer natural—. De todas maneras, tenía que venir al hospital. Poco antes de los hechos sonó mi busca y…

      —¡Lo sabemos! —se apresuró a responder Lorraine, con un tono de voz que por alguna razón me hizo sospechar lo peor.

      —¿Qué sucede? —inquirí movida por la curiosidad.

      Sin embargo, ella no soltó prenda y, para colmo, Mae la imitó. Pocas eran las veces en que ambas habían logrado llegar a ponerse de acuerdo, pero en esta ocasión, por paradójico que sonase, habían congeniado de maravilla. De ello deduje que como punto en común tenían la pasión por aletargar mi agonía.

      Ethan, por su parte, se había acercado directamente a la camilla para valorar la gravedad de las lesiones del paciente. Le escuché de fondo hablando con los paramédicos, mientras estos lo introducían por el túnel de urgencias de camino a un box para ser reconocido. Preguntó por los antecedentes y uno de ellos le relató el parte detalladamente. De todo lo que argumentó aquel hombre, tan solo me quedé con la parte que más impactó, que eran las complicaciones que relataba. Al parecer, durante el traslado en ambulancia había entrado de nuevo en parada cardiorrespiratoria. Habían procedido a reanimarle mediante descargas eléctricas con el desfibrilador de a bordo y la dopamina que yo había pautado.

      Fingí que prestaba atención a los ruegos de Mae y Lorraine, mientras lo que hacía realmente era ponerme al corriente y mantenerme informada del estado del herido. Creo que se podía decir que había representado mi papel a la perfección, hasta que un hilillo de voz me obligó a dejar de actuar de golpe.

      —¿Dónde… estoy…?

      Se trataba indiscutiblemente de él, aunque más que hablar a duras penas susurró.

      —¡Está despierto! —exclamé emocionada.

      Automáticamente dejé de lado a mis amigas y me volví bruscamente hacia Derek. Debía acudir a su lado. Llevaba un buen rato deseando poder valorar su estado y por el único motivo que me contenía era para que mis amigas no sospechasen el interés que yo tenía por aquella persona, aunque posiblemente, después de mi último comentario, sería improbable volver a convencerlas de que no estaba ligada con el paciente.

      —Estás en un hospital —comenzó a explicarle Ethan, mientras me acercaba a ellos—. Te han disparado. ¿Recuerdas algo?

      —Había… alguien… una…

      —¿Había alguien contigo? —se apresuró a preguntarle Ethan, estudiando si hablaba con coherencia o si sus palabras eran fruto de algún delirio provocado por la pérdida de sangre, el shock de la agresión o incluso de lesiones en el cerebro de los minutos que estuvo privado de oxígeno.

      Antes de que volviese a hablar, irrumpí en su camino visual. Lo vi bastante deteriorado, aparte de desorientado. Era normal tras el brutal ataque que había recibido. Pese a los calmantes que se le estaban subministrando, le noté dolorido. Asimismo, me percaté de que, aunque estaba justo frente a él, no me había visto. Parecía intranquilo y buscaba algo con la mirada. Probablemente tan solo trataba de ubicarse. Sus ojos verdes se movieron de un lado para otro, hasta que lograron topar con lo que estaba buscando, o quizá sencillamente con lo único que tenía enfrente que reconoció. Entonces sonrió levemente y dijo simplemente, antes de volver a perder el conocimiento:

      —Hechizos…

      —Está desvariando —diagnosticó en aquel momento Ethan.

      Pero no. No era así. Derek no estaba delirando ni mucho menos. Para mí sí había superado la prueba y lo había hecho con creces. Él estaba cuerdo y sabía muy bien de qué hablaba. Ahora estaba completamente segura de que lo hacía de mí, puesto que incluso había sonreído en cuanto sus ojos se encontraron con los míos, y había hecho referencia al pseudónimo que él mismo me había puesto, demostrándome que recordaba perfectamente nuestro primer y accidental encuentro.

      Mientras trasladaban a Derek al quirófano, que había reservado para él, Ethan les dio instrucciones a Mae y Lorraine y las derivó con el paciente. Ellas, sin embargo, antes de abandonar el box para prepararse, me observaron durante unos instantes, bastante preocupadas. Por razones que no lograba comprender, parecían empeñadas en que no entrase con él.

      —La intervención se demorará varias horas —comenzó a hablar nuevamente Mae—. Deberías intentar no implicarte y dejar que otro neurocirujano se ocupe de todo.

      —No hay ningún otro neurólogo ahora mismo en urgencias —le respondí con firmeza—. Lo estoy viendo en la pizarra que hay justo detrás de ti.

      —En


Скачать книгу