Diplomacia y revolución. Manuel Alejandro Hernández Ponce
del centenario de la independencia de México” (Alburquerque Morning Journal, 2 de diciembre de 1910: 1). Este gesto presidencial se sumó a otros mensajes que desestimaron los peligros de la revolución.
Pero el giro en la postura hacia México llegó a un punto de exageración, pues algunas notas calificaron más peligroso el tren que la revolución. En un balance anual del Daily Capital Journal se señaló que el ferrocarril de California tenía “la lista de muertes mayor que la Revolución mexicana” (Daily Capital Journal, 14 de diciembre de 1910: 7), con 306 muertos y 2 175 heridos o mutilados. La amenaza revolucionaria se redujo a un conflicto localizado al que se le acababa el oxígeno y “del que se observa un pronto final” (The Washington Times, 31 de diciembre de 1910: 6).
Los reflectores de la prensa estadounidense apuntaron a las costas del Atlántico, donde se anunció un desembarco de las fuerzas navales estadounidenses; sin embargo, la nación intervenida no sería México sino Honduras. El crucero Tacoma, con su bandera de barras y estrellas, se reportó preparado en las costas de Puerto Cortés para desembarcar a toda su tripulación “con el fin de proteger los intereses americanos de ese lugar” (The New York Tribune, 31 de diciembre de 1910: 2). Se aclaró que la intervención no buscó atacar al gobierno hondureño, sino prevenir posibles daños ante la inminente entrada de tropas guatemaltecas que se disponían a invadir el territorio hondureño.
Para finales de 1910, el caso mexicano pareció seguir los mismos pasos que otras naciones latinoamericanas sobre las que intervino el Tío Sam: un grupo rebelde que se levantó sobre un régimen colonial o autoritario, batallas encarnizadas en las que la principal víctima fue la población, huida de la población extranjera, afectaciones a los intereses estadounidenses. La pregunta entonces es ¿qué hizo a la Revolución mexicana diferente a otros movimientos armados en Latinoamérica? En comparación con otros conflictos continentales, la doctrina Monroe miró hacia otro lado; el cuerpo diplomático estadounidense fue cuidadoso de no generar una guerra, pues era evidente la existencia de una interdependencia compleja entre México y Estados Unidos.25
En una caricatura de Los Ángeles Herald, se comparó a la revolución con una pelea de niños (uno “revolucionario” y otro a favor de la “facción de Díaz”), en la que la verdadera preocupación del Tío Sam no era que se lastimaran, sino que en medio de la pelea se afectaran las inversiones estadounidenses (véase imagen 2). Los reportes de extranjeros que partían del territorio mexicano fueron cada vez más frecuentes, principalmente viajeros y hombres de negocios que buscaron llegar a Estados Unidos para escapar de la violencia.
Se temió que los éxodos de refugiados pronto abarrotarían los pasos fronterizos, temores que se fundamentaron tras reportes de la detención de “una importante carga de contrabando humano” (Los Angeles Herald, 23 de noviembre de 1910: 1) hecha por la patrulla costera de San Francisco. Fueron detenidos 38 tripulantes chinos escondidos en contenedores: “acorde a los reportes […] la nave de contrabando procedía de Mazatlán, donde los chinos pagaron una ‘cuota de contrabando’ para ser puestos en costas americanas” (The Arizona Republic, 2 de diciembre de 1910: 1). Los inmigrantes fueron localizados cuando la embarcación cargaba combustible. No fue posible tomar la declaración de los detenidos, pues sólo hablaban chino, aunque se concluyó que estos indocumentados huían de la violencia.
Imagen 2. Caricatura de la prensa estadounidense.
Fuente: Los Ángeles Herald (23 de noviembre de 1910: 1).
Otro caso que llamó la atención fue el del cónsul estadounidense Luther T. Ellsworth de Ciudad Porfirio Díaz (Piedras Negras, Coahuila), quien mediante un telegrama “solicitó al Departamento de Estado, a través del embajador americano Henry Lane Wilson, en Ciudad de México, ser transferido a otra posición” (The Omaha Daily Bee, 3 de diciembre de 1910: 8). Señaló que su decisión fue consecuencia de “insinuaciones que lo acusaban como autor de informes sensacionalistas de la Revolución mexicana que, según reportes, han perjudicado el comercio con México” (The New York Tribune, 2 de diciembre de 1910: 1). Temiendo por su vida, Ellsworth advirtió que, de negarse su transferencia, solicitaría su inmediata renuncia. La seguridad y el buen trato a los extranjeros se desvaneció durante los primeros días de 1911, y ni siquiera la representación diplomática tuvo garantizada su seguridad; la intervención pareció la única salida.
La ruptura de relaciones entre México y Estados Unidos
El mensaje enviado por la Casa Blanca a todos los involucrados en el conflicto en México fue de neutralidad, lo cual fue celebrado en México. No obstante, a pesar de que el presidente Taft se comprometió a investigar personalmente el linchamiento de Antonio Rodríguez, las manifestaciones antiestadounidenses continuaron en la capital. En ningún momento la administración estadounidense contempló interrumpir sus relaciones con México, aunque había rumores sobre la renuncia de Díaz (El País, 2 de diciembre de 1910: 1). En el interés de investigar la situación mexicana a fondo, se retiró al cónsul Ellswhorth de Ciudad Porfirio Díaz para que personalmente informara lo sucedido en su distrito, pues “se cree que generalmente que las noticias que ha dado sobre el movimiento sedicioso de los anti releccionistas mejicanos [sic] son demasiado exageradas” (El País, 4 de diciembre de 1910: 1).
Para la prensa estadounidense, era evidente que la revolución se salía de control al producirse un sentimiento antiextranjero y “particularmente antiamericano […] los americanos son menos populares que los ingleses y alemanes porque parecemos más emprendedores y porque somos menos diplomáticos” (The World’s Work, 14 de febrero de 1911: 13). Se temió que la violencia revolucionaria atacara los intereses estadounidenses que durante décadas coadyuvaron al crecimiento de la economía mexicana.
Sin embargo, otros sectores de la prensa de Estados Unidos rechazaron la viabilidad de una intervención, pues los estadounidenses no podían quejarse por los perjuicios resultantes de la revolución porque era un peligro latente en cualquier país. Se afirmó que nadie “tiene el derecho de reclamar, mientras el gobierno no pueda proteger sus personas y propiedades en contra de una agresión armada y pagar los daños causados” (The Evening Post, 8 de marzo de 1911: 1).
En México, el secretario de Relaciones Exteriores, Enrique Creel, en respuesta a los rumores sobre una posible intervención declaró que el movimiento de tropas estadounidenses no causó inquietud al gobierno mexicano “porque no existe temor de que ocurra conflicto alguno con los Estados Unidos. […] La situación completa, aunque algo desagradable, no es en modo alguno peligrosa” (El Diario, 10 de marzo de 1911: 1). Se especuló que el movimiento de tropas estadounidense en la frontera era una presión psicológica contra Madero. Algunos diarios extranjeros llegaron a asegurar que el líder revolucionario estaba preocupado, por lo que estaba dispuesto a rendirse para evitar la entrada de tropas estadounidenses (El Diario, 10 de marzo de 1911: 1). Como es evidente, la neutralidad anunciada no convenció a todos los sectores de la población en México, por lo que se acusó a la Casa Blanca de buscar cualquier pretexto para intervenir.
La prensa mexicana desmintió muchas de las noticias que publicaron algunos medios estadounidenses, calificándolos de especuladores. Muestra de ello fue la nota del diario mexicano El País, que en marzo de 1911 felicitó a The Times por desmentir la noticia respecto a que “una multitud enfurecida apedreó al Palacio Nacional de Méjico [sic]” (El País, 21 de marzo de 1911: 2), la cual días antes publicó en primera plana. Ello demostró que los corresponsales estadounidenses en México no siempre tenían pruebas de sus informes.
De manera opuesta, los diarios mexicanos también fueron rechazados entre algunos círculos políticos estadounidenses. Un ejemplo de ello fue la protesta pública hecha por el embajador Wilson respecto a una publicación del periódico El Diario el 28 de abril de 1911. En primera plana se presentaron las declaraciones del vicepresidente Ramón Corral, quien aseguró que “los americanos fomentan la rebelión para provocar la intervención norteamericana en Méjico [sic]” (El Diario, 28 de abril de 1911: 1). Por ello, Wilson solicitó al gobierno mexicano que aclarara su postura al respecto, al no creer la autenticidad de la noticia “pues Méjico y sus funcionarios saben muy bien cuántos han sido los esfuerzos de la Casa