Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. Lilia Ana Bertoni

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se pronuncian abiertamente”.49

      El artículo de Lamas fue leído y discutido con interés y sus argumentos circularon entre quienes se preocupaban por los nuevos problemas de la sociedad; puntos centrales de la refutación de Lamas parecen haber contribuido a definir algunas de las líneas de acción emprendidas para enfrentarlos.

      Este clima de amenazas era simultáneo con la eclosión del problema inmigratorio, impulsado por la política de promoción de la inmigración seguida por Juárez Celman, que provocó esa sensación de inundación. No obstante, nadie dudaba de que la inmigración debía seguir siendo propiciada, pues de ello dependía el éxito del proceso emprendido. El mismo Quesada, al advertir sobre los riesgos del nuevo expansionismo norteamericano, observó que aquel país cerraba “sus puertas a la inmigración en general”, y que “el Río de la Plata, pues, fatalmente tendrá que ser el punto a donde se dirija la emigración europea, y apenas se establezca regularmente esa corriente, a la vuelta de pocos años, este país asombrará al mundo con sus progresos maravillosos!”. En Quesada aparece tempranamente una peculiar combinación de actitudes, que será característica de muchos otros políticos en torno al cambio de siglo: una posición alerta y defensiva de lo nacional, muy temerosa del avance extranjero –particularmente anglosajón–, combinada con una fe en la grandeza futura del país, más allá de todo correlato con la realidad. Quesada concluía aquellas observaciones con una rotunda manifestación de optimismo: “Este país está, pues, llamado a ser, dentro de poco, un gigante”.

      En su tierra, la única autoridad

      Aquellas advertencias se combinaron con la convicción de que era imperativo encontrar soluciones a problemas que tenderían a profundizarse. Hacia fines de la década de 1880 la elite dirigente ya había madurado algunas respuestas. Una de ellas consistió en afirmar internacionalmente el criterio de soberanía nacional y precisar y definir el ámbito de la autoridad jurisdiccional del Estado.

      Respecto de los derechos de soberanía del Estado sobre el territorio nacional, Bernardo de Irigoyen había sentado las bases de la postura, más firme, de la República Argentina. En la denominada Nota de Colombia –la Carta-Declaración que envió a la reunión de Panamá, en diciembre de 1880, en la que repudiaba las expansiones territoriales realizadas por la fuerza– estableció los principios de la política continental. En ese texto se sostuvo que los territorios de cada una de las nuevas repúblicas americanas habían quedado establecidos por el uti possidetis de 1810. Se afirmó además que no existían en la América independiente territorios que pudieran ser considerados res nullius y, en consecuencia, susceptibles de ser conquistados por otras naciones. Este fue desde entonces un punto fundamental de la argumentación argentina, frecuentemente usado frente a las pretensiones externas, tanto de los Estados limítrofes como de los europeos.

      Sáenz Peña planteaba así una cuestión atinente a la soberanía


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