Los potenciales psicologicos en la espiritualidad. Ramón Rosal Cortés

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he tenido presente las aportaciones del físico F. Capra (1984 y 1994), entre otros científicos actuales de vanguardia que se vienen interesando por el hecho de la mística, como también ocurrió anteriormente con Heisenberg, Schrödinger, Einstein, Jeans, Planck, Pauli y Eddington, según se desprende de la recopilación de textos presentada por Ken Wilber (1987), y que subtitula: Escritos místicos de los físicos más famosos del mundo.

      1 Abraham Maslow (1972, 1975), uno de los iniciadores del Movimiento de la denominada “Psicología Humanista”, defendió la conveniencia de no centrar tanto la atención en los trastornos psicopatológicos, y no reducir como meta para una vida psicológicamente sana el logro de un estado con ausencia de tales trastornos. De hecho, como ha afirmado Dürckheim (1992), lo que se entiende generalmente como una persona “normal” viene a consistir en un sujeto que padece una patología, tal vez leve, que está aceptada como sana por la sociedad o cultura en la que se encuentra integrado.Maslow invitó a ocuparse de estudiar estados de conciencia extraordinarios que pueden darse en las personas con un alto grado de autorrealización personal. Se detuvo en el estudio de las que denominó “experiencias cumbre”, entre las cuales se incluyen –en el marco de un abordaje psicológico– las experiencias místicas.

      2 Igualmente, el mismo Maslow (1975) acuñó los conceptos de “metamotivaciones” y “metapatologías”. Los trastornos a los que se refería con estas últimas pueden presentar características aparentemente equivalentes a algunos síndromes psicopatológicos de los descritos en el DSM por la psiquiatría convencional. Sin embargo, cuando se trata de estados de crisis derivados de las dificultades o bloqueos respecto a las metamotivaciones, entre ellas las que se refieren a la experiencia religiosa, un diagnóstico convencional sería un típico error reduccionista.

      3 El psicólogo transpersonal Ken Wilber (1991), actualizando y ampliando la teoría del filósofo medieval Buenaventura, el denominado “Doctor Seráfico”, sobre los tres “ojos del conocimiento” ha presentado aportaciones que demuestran que las epistemologías empíricas (para el conocimiento de los objetos observables a partir de los sentidos, o sensibilia) y fenomenológicas o filosóficas (para el conocimiento de dimensiones de la realidad no observables sensorialmente o intelligibilia), no son las adecuadas o, al menos son insuficientes para facilitar el conocimiento y comprensión de las experiencias místicas (o spiritualia).Para facilitar una comprensión satisfactoria de esta clase de hechos se requiere una tercera clase de epistemología que no se reduce ni a observaciones o experimentos científicos ni a reflexiones lógicas filosóficas, sino que implica principalmente una actividad experiencial por parte del investigador, como también un pensamiento intuitivo potente. Es decir, que entran en acción, para este proceso cognitivo de lo místico, potenciales que hoy se sabe, como he indicado antes, que se relacionan principalmente con el hemisferio cerebral derecho (o “femenino”), mientras que en las otras dos epistemologías se activan prioritariamente –o incluso exclusivamente– los potenciales psicológicos más relacionados con el hemisferio cerebral izquierdo (o “masculino”).

      4 Coincidiendo en buena parte con Ken Wilber, Karlfried Graf Dürkheim afirma lo siguiente:Tanto la teología como las ciencias religiosas –si es que éstas aún tienen algo que ver con el estudio de un hecho religioso vivo– exigen una teoría del conocimiento totalmente específica, que debería empezar por considerar seriamente el “saber” surgido de las experiencias y contactos del Ser esencial. Esta teoría tendría que tener en cuenta que el progreso posible en este conocimiento no depende únicamente del desarrollo de un saber intelectual, sino también de una maduración humana cuyo nivel varía de un hombre a otro, según el “bagaje original” recibido (Dürkheim, 1994, p. 23).

      5 De forma análoga a lo que ocurre con las investigaciones científicas o empíricas y con las filosóficas (cuando éstas no se tratan de meras elucubraciones, o especulaciones, o ideologías), los conocimientos adquiridos a través del “tercer ojo del conocimiento” deben poder ser validados o invalidados. Ken Wilber ha elaborado unos procedimientos que permiten comprobar cuándo unas pretendidas experiencias místicas son auténticamente tales o son falsificaciones (Wilber, Ibidem).

      6 Autores diversos de los movimientos de Psicología Humanista y Transpersonal han abordado el estudio de la dimensión afectiva de la persona –es decir las emociones y sentimientos– no sólo para identificar sus posibles trastornos patológicos, como ha ocurrido mayoritariamente en la psiquiatría convencional occidental que casi sólo se ha ocupado de lo emocional para referirse a los “problemas o conflictos emocionales”, el “descontrol emocional”, los “trastornos de los estados de ánimo”, los “trastornos de ansiedad”, etcétera. La Psicología Humanista ha puesto especial énfasis en la importancia de disponer de técnicas o procedimientos que faciliten el contacto profundo con los sentimientos, las formas sanas de emociones, incluidas las del miedo y la rabia, y el desarrollo de sentimientos positivos.La psicoterapia convencional occidental dispone de excelentes técnicas para eliminar las emociones negativas pero adolece de métodos que favorezcan el desarrollo de las emociones positivas (Walsh, 1994, p. 93).Una Psicología que desatienda profundizar en este tema es incompetente para comprender vivencias profundas –en ocasiones con carácter de experiencia mística– en las que estén presentes sentimientos como la compasión budista, el amor del bhakti y el ágape cristiano.

      7 La Psicología Transpersonal ha identificado, principalmente a partir de las descripciones psicológicas que se contienen en escritos o transmisiones orales de tradiciones religiosas orientales, una gran variedad de estados de conciencia extraordinaria que, desde una actitud etnocentrista de gran mayoría de psiquiatras y psicoanalistas occidentales, acostumbran a ser calificados como síndromes psicopatológicos. En realidad,las variedades de estados alterados de conciencia que han sido identificados en las prácticas meditativas y yóguicas hindúes son muy diversas e incluyen estados de elevada concentración, como los samadhis yóguicos o los jhanas budistas; estados de conciencia testigo en los que la ecuanimidad es tan intensa que los estímulos externos tienen poco o ningún efecto sobre el observador; y estados en los cuales la atención se focaliza en estímulos internos extraordinariamente sutiles, como ocurre en el shabd yoga. Hay prácticas que conducen a estados unitivos en los que se disuelve toda sensación de separación entre el self y los objetos, como ocurre en algunos satoris zen; hay otros estados en los que llegan incluso a desaparecer los objetos y los fenómenos, como ocurre en el nirvana budista o en el nirvikalpa samadhi vedántico; y aún otros en los que todos los fenómenos son percibidos como expresiones o modificaciones de la conciencia, como ocurre en el sahaj samadhi […]la valoración académica de los estados de conciencia inducidos por las disciplinas yóguicas y meditativas ha ido experimentando un cambio radical. Así, mientras que la mayor parte de las conclusiones preliminares afirmaban que tales estados eran patológicos, en la actualidad existe ya una gran cantidad de estudios que atestiguan su potencial beneficio. No debemos olvidar que, desde un punto de vista histórico, su principal objetivo, la unión mística, ha sido tradicionalmente considerado como el summum bonum, el mayor bien y la aspiración más elevada de la existencia humana (Walsh, 1994, pp. 39s.)

      8 Diferentes autores de las corrientes psicológicas citadas llegan a la conclusión de que la ausencia total de experiencias transpersonales –entre las cuales se sitúan las místicas–, debido en parte a los obstáculos psicológicos que bloquean o reprimen la posibilidad de su manifestación, pueden constituir una parte de las causas de conductas patológicas, de la vida individual y social. Entiendo que no se pretende que para evitar tales patologías, en especial las sociales, se requiera que todos los individuos vivencien algunas de tales experiencias místicas, sino que es preciso que en todo colectivo humano estén presentes algunos sujetos con capacidad mística, que influirán con su sola presencia en el colectivo al que pertenecen.

      9 Análogamente a como los acontecimientos de cambios creativos en el proceso de una psicoterapia acostumbran a desencadenarse a partir de vivencias emocionales profundas y experiencias de pensamiento intuitivo, es comprensible que en los testimonios escritos sobre experiencias místicas se compruebe el poder de los sentimientos y las intuiciones que acompañan frecuentemente a las experiencias místicas para dar lugar a cambios espirituales profundos.

      10 Nos encontramos en una fase de redescubrimiento del poder de métodos o procedimientos muy antiguos en


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