Los potenciales psicologicos en la espiritualidad. Ramón Rosal Cortés

Los potenciales psicologicos en la espiritualidad - Ramón Rosal Cortés


Скачать книгу
las de constituir un hecho extraordinario en la vida del sujeto, el cual les atribuye con gran convicción un elevado nivel de realidad, y cuya descripción del contenido desborda las posibilidades expresivas del protagonista.

      2.2.2. Precauciones a tener en cuenta al abordar un

       estudio psicológico de la experiencia mística

      A la hora de abordar un estudio de aspectos psicológicos de la experiencia mística, veo conveniente tener en cuenta las precauciones o recomendaciones siguientes:

      a) Evitar el peligro de un enfoque psicologista, en el que se sobrevalore el lado subjetivo de la experiencia mística que, al menos en las místicas cristianas, hay que considerar como secundario, en comparación con la relevancia del objeto de la contemplación mística o misterio. En el caso del cristianismo podemos formularlo como la contemplación del misterio de Dios Padre por el Hijo en el Espíritu.

      b) Ser consciente de que para abordar una investigación psicológica de la experiencia mística normalmente son incompetentes los autores que parten –explícita o implícitamente– de presupuestos reduccionistas que, por otra parte, generalmente no se han tomado la molestia de justificar con pruebas científicas o argumentos filosóficos que nos permitan pensar que no se trate de meros prejuicios ideológicos.

      Por consiguiente, considero incompetentes para esta clase de estudio psicológico a los autores vinculados a teorías o modelos que pretenden explicar toda o casi toda la conducta humana –y por tanto también las experiencias místicas– a partir de:

       determinados impulsos psicofisiológicos (por ejemplo, Freud)

       los procesos denominados condicionamientos clásicos o condicionamientos operantes producidos a causa de determinados estímulos ambientales (por ejemplo Skinner y, en general, los autores fieles al conductismo de Watson)

       pensamientos racionales que siempre han de ser comunicables a través del lenguaje (por ejemplo, cognitivismo racionalista).

       derivaciones de procesos fisiológicos, y por consiguiente cuyos trastornos sólo merecen ser tratados con la aplicación de productos químicos o farmacológicos (por ejemplo, la gran mayoría de los psiquiatras formados según un modelo médico no holista que se adhiere, al menos implícitamente, al dualismo antropológico cartesiano).

      Se podría objetar que, a pesar de sus enfoques reduccionistas, estas corrientes psicológicas, en el área de la psicología clínica, ofrecen aportaciones de interés para nuestro estudio sobre diferentes tipos de psicopatología, lo que facilitará una ayuda para diferenciar las experiencias místicas genuinas y sanas de las pseudomísticas y patológicas. Sin embargo tales aportaciones tendrían muy escasa utilidad o relevancia, ya que pueden darse –como ha sido comprobado– experiencias místicas genuinas acompañadas de conductas patológicas. De forma análoga se constatan en la historia aportaciones valiosas artísticas, científicas y filosóficas ofrecidas por autores que padecían trastornos psicopatológicos a veces relevantes. Por supuesto que habrá que analizar hasta qué punto tales pretendidas experiencias místicas sean meras derivaciones de aquellos trastornos y, por la misma razón, es conveniente indagar si determinadas teorías de autores como Nietzsche, Kant, o el mismo Freud, puedan ser meros frutos de sus patologías. Hay criterios para realizar tales comprobaciones.

      Además hay que tener presente, como han demostrado autores de la Psicología Transpersonal, que en los procesos experimentados por sujetos con experiencias místicas o con otros tipos de las denominadas “experiencias cumbre” se producen fases en las que se manifiestan conductas que aparentemente equivalen a síndromes psicopatológicos de estilo esquizofrénico, cuando en realidad son crisis de crecimiento que facilitan el acceso a estados superiores de conciencia. Para diagnosticar a un sujeto que se encuentra en esta situación está clara la incompetencia de cualquier enfoque reduccionista.

      Una última precaución o recomendación, a la hora de abordar un estudio psicológico de la experiencia mística, considero que es la de conceder preferencia a aportaciones de corrientes que, además de no compartir un enfoque reduccionista –como las anteriormente citadas–, se caractericen por:

      1 no depender de los presupuestos filosóficos del positivismo lógico

      2 haber demostrado –en algunos de sus autores– una capacidad para observar e investigar sin prejuiciosno sólo los estados de conciencia atendidos por la psicología convencional occidental, a saber: el estado de vigilia del joven y adulto típicos, las experiencias oníricas, y los estados de conciencia experimentados por efecto de la drogadicción, y otros estados de conciencia patológicos.sino también otras formas de estados extraordinarios de conciencia sanos –aunque a veces puedan parecer patológicos– implicados en las “experiencias cumbre”, y entre éstas, en las místicas.

      3 no dejarse influir por una sobrevaloración de los potenciales psicológicos relacionados principalmente con el hemisferio cerebral izquierdo, por ejemplo el pensamiento analítico y el pensamiento racional lógico; y una minusvaloración de los potenciales relacionados principalmente con el hemisferio cerebral derecho, por ejemplo la dimensión emocional (en especial los sentimientos), el pensamiento intuitivo y la actividad imaginaria. Conviene aquí tener presentes las aportaciones, entre otros, de Sperry (1974) –premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1981– especialmente valoradas entre nosotros por Laín Entralgo (1989).

      Tal tipo de aportaciones aparecen sobre todo en autores de la Psicología Humanista y la Psicología Transpersonal.

      Se da actualmente un resurgimiento del interés por la experiencia mística en las sociedades occidentales del primer mundo. Podemos pensar que este interés se relaciona con otros aspectos que están siendo revalorizados en la actualidad en dichas sociedades, y están también muy presentes en la Psicología Humanista y la Psicología Transpersonal, a saber:

       interés prioritario por lo “experiencial”

       revalorización de los potenciales psicológicos más relacionados con el hemisferio cerebral derecho

       mayor interés por las religiones místicas oriundas de la India

      Las características psicológicas que los expertos acostumbran a atribuir a las experiencias místicas –por ejemplo Martín Velasco (1993b), Guerra (1992)–, implican que los potenciales o procesos psicológicos que en ellas aparecen principalmente activados son: el pensamiento intuitivo, determinados tipos de sentimientos o estados emocionales (por ejemplo fascinación, anonadamiento, sobrecogimiento) y la sensación o percepción de sentirse fundido con la realidad sobrenatural, es decir –como ya he indicado– procesos más relacionados con el hemisferio cerebral derecho o “femenino”.

      Ahora bien, quiero dejar subrayado que el reconocimiento de la relevancia de los sentimientos, en la experiencia mística, no me impide estar de acuerdo con Tresmontant (1980), cuando afirma que

      […] la teología mística también es una ciencia. Es un conocimiento intelectual, fundado en una experiencia de algo que existe. No pertenece a lo irracional ni a lo prelógico (Tresmontant, 1980, p. 10).

      En las descripciones (o más bien intentos de descripción) de tales experiencias, no acostumbran a manifestarse, al menos en primer plano, el pensamiento racional lógico, ni el pensamiento analítico, actividades relacionadas principalmente con el hemisferio cerebral izquierdo (o “masculino”). A partir de este hecho, es comprensible que la experiencia mística haya sido mayoritariamente protagonizada por mujeres, dado que generalmente disponen con mayor fluidez del ejercicio de los potenciales psicológicos implicados en tal tipo de experiencias.

      2.2.3. Algunas conclusiones a partir de la Psicología

       Humanista y, en especial, la Psicología Transpersonal

      Para la selección de aportaciones que ofrezco esquemáticamente a continuación, y de conclusiones personales a partir de ellas, he tenido presentes, aparte de los filósofos William James en su obra The varieties of religious experience: a study of human nature (1902), y Henri Bergson en Les deux sources de la morale et de la religion (1932), los siguientes:


Скачать книгу