Avances en psicología del deporte. Alejo García-Naveira Vaamonde
fácil en el entorno deportivo, sobre todo cuando la relación psicólogo-entrenador es muy fluida.
No obstante, pueden existir algunas cuestiones que convenga poner en conocimiento del entrenador, médico o padres del deportista. En estos casos, el psicólogo puede explicar al deportista la necesidad de poner en conocimiento ciertos aspectos a quien sea oportuno. Si el deportista da su consentimiento, es preferible que sea él mismo, acompañado del psicólogo, quien exponga la información a la persona seleccionada. De esta forma, el psicólogo no transgrede la confidencialidad y puede ayudar al deportista en su exposición, dejándole siempre a este el protagonismo. En última instancia, si se tratase de un problema grave (anorexia nerviosa, depresión aguda, consumo de drogas, etc.) y el deportista se negase a plantearlo a las personas que debieran conocerlo, el psicólogo deberá advertirle de que se ve en la necesidad de hablar con quien proceda, invitando al deportista a estar presente en tal reunión.
Pero dentro de los problemas éticos también hay que enfatizar sobre la existencia y aplicación de técnicas de dudosa eficacia. Así, por ejemplo, en psicología del deporte se proponen algunas y, lo que es peor, se aceptan de manera incondicional, como el uso de la «rejilla» para favorecer la concentración. Si bien es cierto que para realizar esta tarea el deportista ha de estar concentrado en ella, no se puede asumir que la atención tenga un carácter estático y que, una vez «lograda», el deportista se concentrará igualmente durante un partido en los estímulos relevantes para su rendimiento. Así pues, en ocasiones los psicólogos aplicados tenemos que actualizar nuestros conocimientos de psicología básica.
En otros casos, se selecciona una técnica de eficacia contrastada pero que no es adecuada al problema que se plantea. Por ejemplo, recurrir a una técnica de relajación muscular antes de un partido de tenis puede dejar al jugador en un estado de activación excesivamente bajo para el desempeño que tiene que realizar, mientras que esa misma técnica sería muy adecuada para que la utilizase a la hora de dormir en el caso de que padeciese problemas para conciliar el sueño.
Más graves son los casos en los que, tanto por acción incorrecta como por omisión, se incurre en yatrogenia. La yatrogenia es un término que hace referencia a una alteración generada por el diagnóstico o la intervención incorrecta, incluyendo la minimización de la gravedad del problema. Un ejemplo especialmente grave es el de los trastornos en la conducta alimentaria, en los que minimizar su relevancia o considerar que el «asesoramiento» sobre conductas alimentarias saludables es suficiente para resolver un trastorno de conducta alimentaria no solo es un importante error, sino que puede comportar un agravamiento del problema, como han mostrado, entre otros, Villena y Castillo (2000).
Consideraciones adicionales en la intervención psicológica con deportistas
Una clave de la intervención psicológica con un deportista es maximizar los beneficios con el mínimo coste. Esto requiere que el psicólogo tome múltiples decisiones relevantes para seleccionar las técnicas y estrategias más eficaces con el fin de resolver el problema, en lugar de implicar al deportista en el aprendizaje y aplicación de un nutrido repertorio de habilidades psicológicas quizás innecesarias en ese caso concreto. En este sentido, se pueden utilizar algunos criterios de decisión como los que se presentan en la figura 1-4.
Una segunda cuestión hace referencia a la eficiencia de la intervención, que en el ámbito del deporte cobra especial importancia. En líneas generales, los deportistas suelen estar dispuestos a trabajar con un psicólogo siempre que el beneficio percibido sea superior al coste. Y precisamente dentro de los costes suelen incluir el tiempo que han de destinar a las tareas psicológicas. Si estas se ubican en los momentos dedicados a su descanso personal o si tienen que abandonar otras actividades para realizarlas, el coste percibido aumenta, por lo que es muy importante que el psicólogo considere el valor de lo que tienen que dejar y se asegure de escoger el momento menos inoportuno y reduzca el trabajo psicológico al imprescindible. Esto implica la necesidad de jerarquizar las tareas que van a desarrollarse en ese período, seleccionándolas con arreglo a diferentes criterios. Con este propósito, el psicólogo puede ayudarse de algún instrumento que le facilite la toma de decisiones oportuna. En la tabla 1-15 se propone un ejemplo de hoja de registro.
Figura 1-4 Diagrama de decisión respecto a la intervención psicológica en el deporte.
Adaptada de Ezquerro, 2006.
Tabla 1-15 Ejemplo de instrumento que puede utilizar el psicólogo deportivo para tomar una decisión sobre la prioridad de los objetivos de la intervención
Objetivos de la intervención | |
Técnicas / estrategias | |
Importancia / urgencia | |
Estimación de tiempo requerido | |
¿Facilita o interfiere con otros objetivos? | |
Coste estimado (tiempo-esfuerzo) | |
Probabilidad de lograr el objetivo en el tiempo disponible |
Adaptada de Ezquerro, 2002.
Con los datos que el psicólogo anote en esta hoja puede tomar decisiones y jerarquizar la prioridad de unas técnicas sobre otras. Así, por ejemplo, abordar inicialmente la reducción de la ansiedad somática y la detención de pensamientos intrusivos, cuyo coste es relativamente bajo, puede suponer un beneficio importante para el deportista a corto plazo. Si la detección del pensamiento va acompañada de autoinstrucciones dirigidas a la tarea, focalizando la atención sobre la ejecución, es muy probable que el rendimiento mejore. En cambio, plantearse una modificación cognitiva sobre creencias rígidamente arraigadas requiere un tiempo de intervención considerablemente mayor, por lo que sus beneficios sobre el rendimiento se verán postergados, pudiendo ocasionar el desánimo del deportista y la pérdida de confianza en las técnicas psicológicas. Además, la modificación de creencias y la modificación cognitiva en general requieren una cualificación específica del psicólogo, y no todos los psicólogos del deporte cuentan con la formación adecuada en este ámbito.
Finalmente, conviene señalar que, en numerosas situaciones, entrenadores y deportistas plantean al psicólogo problemas que surgen precisamente en momentos próximos a una competición importante. Así pues, el psicólogo se ve conminado a actuar como un servicio de urgencias, a pesar de ser consciente de que la probabilidad de éxito es reducida. En estos casos, tras llevar a cabo un imprescindible ajuste de expectativas, siempre puede utilizar alguna estrategia o técnica para minimizar el impacto de alguno de los componentes del problema y aumentar la percepción de control del deportista, tal como plantea Ezquerro (2002) en el desarrollo de un estudio de caso. Así, por ejemplo, con una gimnasta que se marea en los entrenamientos y que en los 17 días siguientes a la entrevista con el psicólogo tiene que afrontar un campeonato autonómico, las pruebas de selectividad y el campeonato nacional, sería fundamental no sobrecargarla con «sesiones para entrenar técnicas tradicionales en psicología del deporte»; en cambio, sería útil aprovechar algunas habilidades psicológicas que tenga la deportista y adaptarlas al problema actual en la medida de lo posible, e implementar solo una o dos técnicas directamente orientadas al problema principal, esto es, los mareos. En este caso en concreto, se aplicó la técnica de tensión aplicada de Öst (Öst, Sterner y Fellenius, 1989) para contrarrestar el síndrome vasovagal y la reasignación de dos habilidades psicológicas de la gimnasta (relajación y práctica en imaginación) a dos momentos concretos: la relajación para facilitar el sueño por la noche y la práctica en imaginación para «suplir» la reducción de horas de entrenamiento, que la gimnasta