Avances en psicología del deporte. Alejo García-Naveira Vaamonde
motivo de la sanción.
La intervención propiamente dicha se organizó en tres etapas: en la primera, el objetivo era facilitar la toma de conciencia del jugador de los motivos reales de las sanciones mediante reestructuración cognitiva, identificando las conductas del jugador, por tanto, controlables, que acarreaban tales sanciones; en una segunda fase se llevó a cabo un trabajo grupal en el que se realizaron diversas acciones: charlas informativas, entrenamiento de técnicas de control de la activación, detención del pensamiento, etc.; y finalmente, se pusieron en práctica los recursos aprendidos en situaciones reales de entrenamiento y competición. Otros ejemplos de intervención psicológica en el deporte pueden encontrarse en Gimeno y Ezquerro (2006), en un caso de trastorno fóbico, o en el trabajo de Gimeno, Saenz, Ariño y Aznar (2007), referente a la prevención de la violencia en el fútbol.
Cuando el psicólogo forma parte del equipo técnico, puede estar de servicio de forma casi permanente, unas veces asesorando al entrenador o a otros técnicos, y otras trabajando directamente con el deportista; o puede estar presente en algunos entrenamientos y competiciones, y desempeñar su cometido solo en estos contextos, eligiendo el momento más adecuado para ello y procurando siempre de no interferir con las funciones del entrenador. Pero también, cuando el contenido de la intervención o el propio deportista lo requiere, el psicólogo puede necesitar un espacio físico aislado que proporcione intimidad y tranquilidad al deportista para poder centrarse en el trabajo psicológico.
Ninguna de estas alternativas es preferible a las restantes per se, y en muchos casos habrá que recurrir alternativamente a cada una de ellas. En general, parece aconsejable que las intervenciones vinculadas directamente con las habilidades técnicas o tácticas tengan lugar durante los entrenamientos, siempre intentando no interferir en las tareas del entrenador.
Cuando se trata de implementar en el deportista alguna habilidad psicológica como la identificación del nivel óptimo de activación, la detección del pensamiento, el seguimiento de un itinerario atencional o el aprendizaje de alguna técnica para bajar o subir la activación fisiológica, la primera fase conviene realizarla en un lugar tranquilo y aislado de posibles interferencias, pero una vez que el deportista domina la técnica en cuestión habrá de aplicarla en situaciones reales, comenzando por los entrenamientos y continuando por competiciones de menor relevancia, hasta llegar a las de máximo nivel. Algunas cuestiones de índole más personal, como son los conflictos con otros miembros del equipo o algún técnico, los trastornos del estado de ánimo o las respuestas de estrés originadas por la necesidad de tomar decisiones importantes, requieren un entorno que garantice la confidencialidad del deportista y la ausencia de interferencias con el trabajo psicológico.
Tipos de intervención psicológica en el deporte
La intervención en psicología del deporte puede adoptar diferentes modalidades en función de los objetivos que se persigan.
Tradicionalmente se suelen proponer dos alternativas (Buceta, 1995):
■ Intervención directa: cuando el psicólogo trabaja con el deportista o los jugadores de un equipo implementando determinadas técnicas o recurriendo a algunas estrategias para producir los cambios en la dirección deseada.
■ Intervención indirecta: cuando dichos cambios se inducen a través de otras personas, especialmente del entrenador. En este caso, el psicólogo asesora o modifica la conducta del entrenador respecto al deportista en cuestión con objeto de que en su interacción se generen los beneficios deseados.
En realidad, lo que se suele denominar «intervención indirecta» se corresponde con lo que en modificación de conducta se conoce como «modificación ambiental», que consiste en introducir cambios en los estímulos antecedentes o en las consecuencias de la conducta del jugador. Y estos cambios pueden referirse al entorno físico (lugar, horario de entrenamiento, tarea, etc.) o al entorno social (conducta del entrenador, de los padres, etc.). Ejemplos: simular una situación de competición incrementando el estrés ambiental, generar un ambiente de trabajo estresante o relajante, variar la forma de dar las instrucciones, incrementar la frecuencia del reforzamiento, administrar un castigo contingente a la emisión de ciertas conductas, permitir, o no, una mayor participación en las decisiones del equipo, etc.
Algunos autores (Gardner y Moore, 2006) establecen una distinción entre intervención multicomponente y monocomponente. Como puede inferirse, en el primer caso se trata de un programa en el que se abordan diversos objetivos, con sus correspondientes técnicas (p. ej., entrenamiento en habilidades psicológicas que suele integrar, técnicas para el control de la activación y la atención, establecimiento de objetivos, autoinstrucciones, etc.). Y entre las intervenciones monocomponentes se encontrarían aquellas que se limitan a la aplicación de una única técnica (p. ej., práctica en imaginación, relajación, etc.). En la revisión de Gardner y Moore (2006) sobre la eficacia de ambos tipos de intervención, los autores concluyen que los programas multicomponentes son más eficaces que los que presentan una única técnica. No obstante, cabe plantearse algunas cuestiones.
Si un deportista solo necesita poder dormir la víspera de una competición, ¿sería correcto entrenarle en habilidades sociales, de autoconfianza, establecimiento de objetivos, motivación o concentración? o ¿sería más adecuado enseñarle solo a relajarse para poder conciliar el sueño, o al menos para descansar?
¿Todos los deportistas necesitan entrenar «todas» las habilidades psicológicas?, ¿cuál es la relación coste / beneficio de este planteamiento?, ¿podríamos estar sobrecargando a los deportistas con técnicas sin asegurarnos de que las necesitan, saben aplicarlas, las emplean en los momentos oportunos y obtienen un beneficio en su rendimiento?
El principio de «intervención mínima» exige analizar profundamente cada caso y planificar la intervención más sencilla posible, siempre que cumpla con los objetivos que se pretenden alcanzar.
Personas relevantes para el deportista que pueden colaborar con el psicólogo deportivo
Desde la perspectiva de la modificación de conducta, cualquier intervención tiene presente cómo interactúan las variables ambientales con las variables psicológicas y del organismo del sujeto, con el fin de esclarecer los elementos implicados en el problema y la forma en que influyen en este, bien como desencadenantes, bien como elementos que refuerzan y consolidan su presencia, e incluso por las dos vías simultáneamente.
La modificación de estas variables ambientales, entre las que pueden incluirse las conductas de personas relevantes, suele suponer un aspecto clave en el proceso de intervención en el ámbito deportivo.
En este sentido, el entrenador, los padres (cuando se trata de un deportista joven), los amigos, los compañeros de equipo, etc., son una pieza fundamental por su influencia (tanto beneficiosa, como perjudicial) sobre el deportista, y también porque pueden prestar una ayuda inestimable al psicólogo.
En general, todos ellos suelen tener en común el interés por contribuir en el éxito del deportista, aunque sus buenas intenciones no se vean reflejadas en las consecuencias reales. Por este motivo, una vez analizada la forma y el grado de influencia de estas personas, es aconsejable que el psicólogo defina cuál sería la conducta más apropiada para favorecer al deportista y lleve a cabo las acciones necesarias para aumentar la probabilidad de que los interesados asuman el papel que se les indica y lo ejecuten adecuadamente.
Confidencialidad y otros aspectos éticos
El psicólogo del deporte, como cualquier profesional de la psicología, ha de actuar de forma responsable y dentro de los criterios éticos que atañen a su ámbito profesional (Ojea y Calo, 2005). De forma muy breve, en este apartado se comentarán algunas cuestiones relevantes, como la confidencialidad, la aplicación de técnicas de evaluación o intervención con escaso respaldo científico o la actuación yatrogénica.
Mantener la confidencialidad de la información que el deportista facilita al psicólogo no es solo un requisito ético, sino que, además, constituye un elemento crucial para que los deportistas confíen en el psicólogo. Si estos perciben que sus manifestaciones son comentadas a otros compañeros o miembros del equipo técnico, es muy probable