Avances en psicología del deporte. Alejo García-Naveira Vaamonde
ante los demás
• Referencias constantes a éxitos pasados
• Evitación de situaciones comprometidas
• Excusas para justificar el bajo rendimiento
• Negación de los propios errores y debilidades
• Negación de toda evidencia que no gusta
• Mínima tolerancia a la frustración
• Tendencias a la evitación / escape
• Búsqueda permanente de reforzamiento externo
• Resistencia a analizar los problemas
Adaptada de Buceta, 1998.
Medidas psicofisiológicas
En el contexto deportivo se recurre a indicadores fisiológicos para determinar el estado de forma del deportista o para predecir su rendimiento; la composición corporal, el V˙O2 máx, la potencia anaeróbica aláctica y láctica, la tasa cardíaca, etc. ofrecen información relevante en relación con la carga correspondiente a una determinada tarea.
Desde el punto de vista del funcionamiento psicológico, también se pueden considerar algunos indicadores de carácter fisiológico vinculados a la actividad psicológica.
En situaciones de laboratorio, el polígrafo facilita datos sobre la actividad cognitiva, por ejemplo mediante el registro y el análisis de potenciales evocados, y la actividad electroencefalográfica en general. Asimismo, la respuesta eléctrica de la piel (conductancia y resistencia), la actividad cardíaca (tasa y variabilidad) o la actividad miográfica aportan información relacionada con los estados emocionales. Y los cambios en los marcadores hormonales (catecolaminas, cociente de testosterona / cortisol) manifiestan la actividad simpático-adrenal (Suay, Sanchís y Salvador, 1997).
Integración de los datos: análisis funcional de la conducta
El análisis funcional de la conducta es un procedimiento que permite organizar las relaciones que se producen entre las variables implicadas en la conducta y su interacción con el contexto en que se manifiesta. Desde las primeras propuestas de Skinner (1957), el acento del análisis conductual se puso en el papel que desempeñaba el entorno sobre la conducta del individuo. Skinner no estaba interesado en los trastornos clínicos, sino en la prevención de estos y en la optimización del funcionamiento humano. Y en este contexto surge el análisis conductual, que continuará desarrollándose progresivamente para incorporar procesos encubiertos a las conductas directamente observables.
En definitiva, las relaciones entre las características de la persona y las de la situación en la que esta se encuentra, en tanto que claves de la conducta, constituyen el foco del análisis funcional de la conducta. A partir del establecimiento de estas interacciones, se formulan las hipótesis explicativas correspondientes a la conducta observada. Y la comprobación de dichas hipótesis constituye el hilo conductor de la intervención.
Recordemos que dichas variables pueden ser directamente observables o inferidas a partir de ciertos indicadores. Para facilitar la compresión del análisis funcional, se ha propuesto un esquema en el que todas las variables están organizadas en tres estratos (figura 1-3).
Por ejemplo, los rectángulos ubicados sobre la primera línea horizontal hacen referencia a los datos directamente observables, externos (en gris), tanto antecedentes (A) como consecuentes (C), hasta la conducta manifiesta (B); bajo la primera línea horizontal se ubican los procesos encubiertos que se han activado en respuesta a los estímulos antecedentes (D y E) y que, a su vez, influyen en la conducta manifiesta (B). El rectángulo F supone la valoración e interpretación subjetiva de las consecuencias. Finalmente, bajo la segunda línea horizontal (G) se ubicarían las variables internas de carácter más estable, como la historia de aprendizaje del deportista, los rasgos de temperamento, las creencias, los valores y la experiencia, cuya modificación es más dificultosa que la de los procesos reflejados en D, E y F.
Figura 1-3 Esquema para organizar las relaciones entre variables en un análisis funcional de la conducta.
Conviene tener presente que la forma de presentar el análisis funcional de la figura 1-3 solo obedece a criterios didácticos y, por tanto, dicho análisis puede realizarse de otras maneras. Sin embargo, puesto que el propósito del análisis funcional es formular las hipótesis explicativas sobre la conducta con objeto de determinar los objetivos de la intervención, la forma de organizar las variables que se propone es más intuitiva y facilita la tarea.
Intervención psicológica en el ámbito del deporte
El procedimiento y las técnicas de modificación de conducta están especialmente indicados para la intervención psicológica en el ámbito deportivo, ya que el objetivo es el diseño y la aplicación de recursos de intervención psicológica que permitan el control de la conducta para aumentar el bienestar y la satisfacción del deportista, potenciando así su competencia personal (Cruzado, Labrador y Muñoz, 1996). Por tanto, esta perspectiva abarca desde la optimización de los recursos personales para mejorar el funcionamiento laboral, deportivo, académico o interpersonal, hasta el tratamiento de trastornos clínicos, incluidas las tareas preventivas.
El fundamento científico de la modificación de conducta afecta tanto al proceso de evaluación-intervención como a las técnicas correspondientes, excluyendo las procedentes del «folklore psicológico», es decir, la utilización de estrategias o técnicas popularizadas por su uso pero carentes de una base científica que las avale. Por otra parte, cabe recordar (Ezquerro, 2002, 2010) que la mayor parte de las técnicas de psicología del deporte proviene de la modificación de conducta: técnicas de relajación y solución de problemas, detención del pensamiento, práctica en imaginación, autoinstrucciones, etc. Pero precisamente la flexibilidad de la modificación de conducta permite adecuar las técnicas a las características de la persona, de sus objetivos personales, laborales, deportivos, etc. y del entorno en el que ha de desenvolverse. Y, puesto que su propósito es propiciar el desarrollo personal aprovechando al máximo las oportunidades que brinda el medio en que se desenvuelve la persona, la modificación de conducta constituye el marco idóneo para ser aplicada en el deporte.
Desde un punto de vista práctico, la modificación de conducta permite abordar desde el entrenamiento en habilidades psicológicas, el tratamiento de disfunciones leves que afectan al rendimiento deportivo, hasta trastornos clínicos, incluida la acción preventiva, incorporando las técnicas más adecuadas en cada caso.
Además, el principio de intervención mínima resulta especialmente indicado en el contexto deportivo, pues permite dotar al deportista de los recursos psicológicos imprescindibles para resolver el problema que se le plantea en ese momento, sin sobrecargarlo innecesariamente y con la ventaja adicional de que podrá utilizar tales habilidades en otras situaciones. Finalmente, la modificación de conducta implica la participación activa del individuo en su propio proceso de cambio, lo que favorece la autonomía y la percepción de control del deportista.
Estas consideraciones serán fácilmente asumibles por los psicólogos del deporte con formación clínica, pero tal vez planteen alguna dificultad a quienes provienen de otras especialidades psicológicas. Pero, puesto que la psicología del deporte ha incorporado técnicas de procedencia clínica, tal y como se ha mencionado con anterioridad, habrá que contemplar también el proceso de intervención adecuado a la implementación de dichas técnicas, con la correspondiente adaptación al contexto deportivo. Obviamente, quien carezca de formación clínica habrá de abstenerse de realizar cierto tipo de intervenciones y de aplicar algunas técnicas que requieren una cualificación específica (p. ej., técnicas de modificación cognitiva, tratamiento de trastornos de conducta alimentaria, fobias, ataques de pánico y otros trastornos de ansiedad, etc.), pero siempre podrá mejorar la eficacia de su trabajo con