Guerra de nervios. Mónica Gallego
a una persona afectada de epilepsia o de haber sido compañero o compañera de Jorge en el colegio o en el trabajo. A lo largo de mi vida no he valido para callar las injusticias percibidas. Quizás sea esa la razón que explique mi signo zodiacal, libra. He protegido a quien he pensado que necesitaba un chillido de «¡Qué coño haces!», en el sentido de seguir un juego que de gracioso nada tenía, solo por su sumisión interna como persona frágil. He chillado a aquella persona que ha tratado indebidamente a otra porque, como todos, en mi piel he sufrido injusticias. He podido ver cómo la gente ha pasado de largo sin ayudar a quien necesitaba que le echaran una mano, por el motivo que fuera, sin entender aún hoy en día, a la edad adulta, cómo pudieron dormir a pierna suelta sin removérseles la conciencia. Antes de marcharme doy un abrazo muy fuerte a Jorge quien sé que lo necesita, susurrándole que siga luchando, que no se derrumbe; la vida merece ser vivida. Sigue siendo él, con mayor o menor grado de memoria. Muchos somos los que daríamos lo que fuera por poder leer nuestro libro favorito como cuando abrimos este por primera vez sin saber lo que va a acontecer en su interior. O incluso poder ver nuestra película favorita o serie sin recordar quién es el asesino o dónde está escondido el tesoro sagrado. Cuestiones estas que Jorge puede hacer día a día al verse afectada su memoria cercana, si bien es duro, muy duro, no lo lleva bien, y todo ello lo paga con su mujer. Se llega a ver a sí mismo, a mi entender, como un inútil, más si cabe al enterarse hace años que su lenguaje es el de un niño de ocho o diez años en lugar del de una persona adulta, hecha y derecha. No dudo de que es duro; no lo pongo en tela de juicio en ningún momento, pero quiero que vea que la vida continúa. Que sigue siendo Jorge, con mayor o menor memoria, con mayor o menor número de palabras memorizadas. Que puede hacer muchas cosas. Que si tiene que leer una receta un día sí y otro también pues que lo haga. Si tiene que leer las instrucciones de un aparato eléctrico para saber cómo se usa, qué más da. Eso es lo de menos. Tiene que disfrutar de la vida igual que la disfruta el resto de personas que conviven en el planeta Tierra y no dejar que la epilepsia ni la sociedad que le rodea le arruine su felicidad y la de su mujer que, también, indirectamente, sufre por cada cosa que a él le salpica.
Nadie deja de ser persona por el hecho de padecer una enfermedad. Nadie debe ser discriminado por el hecho de sufrir, epilepsia en el caso de Jorge, y otras muchas personas, diabetes, una cojera, ir en silla de ruedas, etcétera, porque la vida sigue en el grado en que cada uno la queramos seguir viviendo. No estamos muertos, para eso ya habrá tiempo, cuando seamos ancianos, con ochenta o noventa y pico años. Mientras tanto, vivamos y dejemos vivir. Ayudemos a quien nos necesita. No discriminemos. No hagamos daño. Con lo bonito que es dar y recibir un abrazo de una persona que nos lleva en el corazón, que empatiza con nosotros al escuchar la dureza de la historia de nuestra vida. Eso es lo realmente bello, querer y ser querido, amar y ser amado. Ya hay suficientes malas hierbas que crecen en jardines hermosos ocultando la belleza de lo sembrado. De lo fastuoso y bello que crece a su alrededor. Nosotros, personas humanas, sembremos valores que nuestros hijos aprendan cada día. Que gracias a nosotros, sus padres, su familia más cercana, se conviertan en personas de gran corazón, bondadosas y buenas. Dejemos atrás el sufrimiento, el acoso, el vacío, el insulto, el maltrato… Que los psicólogos y psiquiatras traten a pacientes felices y sonrientes. Que quede atrás el abatimiento, el estar tirado por el suelo, por el daño que el exterior provoca en todos ellos. Si me encontrara la lámpara de Aladino no pediría dinero como principal y único deseo. Solicitaría que se cambiara la visión del mundo, lo que llevo años deseando, respecto no solo de la epilepsia sino de otras muchas enfermedades que amargan la vida de las personas que las padecen y de sus familiares más allegados. Algo que yo, como escritora, con mis libros de autoayuda, percibo o veo en el día a día en el metro, autobús o paseando con mis perros. ¿Lo conseguiré? Lo desconozco. Todo depende del apoyo que los lectores den a mi proyecto.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.