El poder. Ana Rocío Ramírez
quiero hacerte ver que estoy aquí y puedo proporcionarte toda la estabilidad que necesitas, sin agobios por temas económicos o familiares. —Raúl no acababa de comprenderla.
—Cariño, no es tu puto dinero lo que quiero de ti, sino a ti. Y… —En esta ocasión fue ella quien le cogió la mano.
—Y lo sé de sobra. —Le dedicó una caricia.
—Tu padre no para de repetirte que lo único que quiero de ti es vivir bien y tu dinero. ¿Y de verdad piensas que voy a actuar así? ¿Vivir bien y no conseguir absolutamente nada por mí misma? No me conoces si me dices eso.
—Te conozco y sé que, esté yo o estés sola, te comes el mundo si te da la gana. Solo pido estar a tu lado cuando lo hagas y sentir que te he ayudado a hacerlo, a conseguir tus sueños, como tú me ayudas con los míos. —Le hablaba con el corazón en la mano.
No respondió, pues sabía que esas palabras estaban llenas de sinceridad y bondad. Raúl no tenía ni un ápice de maldad; no era nada parecido a su padre, aunque sus anteriores palabras hubiesen sonado a él. Su única intención era hacerla feliz y ayudarla, pero el orgullo de la chica era demasiado potente y nunca se doblegaría a aceptar su ayuda, pues amaba a Raúl por él y por cómo le hacía sentir. Nunca fue por lo que poseía y no soportaba la idea de ser vista así.
Tras la comida se fueron a por un par de cafés. Ella tenía una clase por la tarde y debía estar bien despierta. Entre tanto, recibió una llamada de Alfonso:
—¿Dónde estás? Te he llamado para comer juntos. Tenemos clase ahora, a las cinco. —Se le notaba algo molesto por la ausencia de la chica.
—Estaba comiendo con Raúl. —De repente, se tapó la boca. Sintió que no debía haberlo dicho e intentó suavizar—. Estamos tomando café y ahora voy.
—¿Dónde estáis? Voy para allá.
—No hace falta, ya estamos acabando. Además, él tiene que trabajar ahora también.
—¿Qué pasa? ¿Tiene miedo de conocerme y de no obtener mi visto bueno? —soltó entre carcajadas y en un tono muy burlesco.
—Dile que vamos —comentó Raúl, que lo había oído y se sentía molesto.
—No digas tonterías. No tienes ningún visto bueno que darme. Ahora te veo en clase. —Y colgó.
—¿Ese tío es gilipollas? ¿Quién se cree que es? Es un viejo verde. Y Cristina lo conoce en persona y opina lo mismo, así que no andaré desencaminado. —Raúl no se mordía la lengua.
—Según él, te pones celoso. —La chica buscaba chincharlo un poco.
—¿Celoso? ¿De un viejo de cuánto? ¿Cincuenta o sesenta años? Además, que siempre te has referido a él como un segundo padre. El problema lo tiene y lo tendrá él si piensa de otra manera.
Muy tajante y molesto por el tema, Raúl cambió de conversación entendiendo como pérdida de tiempo hablar de Alfonso con su chica. Ella le tenía una estima paternal y no veía más allá, por mucho que su entorno le dijera lo contrario.
De nuevo en el parking de la facultad y frente a las puertas del aulario donde le correspondía a la chica dar su clase, aparcó Raúl en doble fila. Se despidieron con un beso hasta la noche.
A lo lejos, Úrsula observaba la escena algo sorprendida desde la ventana de su despacho. Estaba totalmente convencida de la soltería de la chica y verla tan enamorada descuadró todo su pensamiento sobre ella y el Señor, una información que consideró erróneamente valiosa para él, pues este ya la sabía desde hacía meses.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.