A un milímetro de ti. Christina Hortet

A un milímetro de ti - Christina Hortet


Скачать книгу
lo que había dentro. Lo miré a los ojos. Su mirada era calmada, aunque sé que en su fuero interno estaba intentando que no me diera cuenta de que la historia le había sentado como un jarro de agua fría.

      —No entiendo cómo, después de todo eso, sigues teniendo las ganas de desafiar a la gente. Eres la primera chica que me ha opuesto resistencia y, mucho peor, la primera que veo que haya sido capaz de enfrentarse a Luther. Eres muy fuerte.

      Pude notar el dolor en sus palabras. En cierto modo, ni siquiera sabía qué quería decir. No estaba segura de haber sido la primera chica en haberles enfrentado. ¿De verdad serán todas unas lerdas pijas que solo buscan algo de atención? Puse el vaso sobre la mesilla cuando se sentó a mi lado. Miré sus ojos y supe que, por el momento, podía confiar en él.

      Sus ojos brillaban y podría jurar que los míos también, aunque debido a las lágrimas que seguía soltando. Cuando empiezo me cuesta mucho terminar.

      —¿Qué más ocurrió? —consiguió decir después de algunos minutos de silencio, mientras me estrechaba entre sus brazos fuertemente.

      —No tuve el valor suficiente para ir a testificar. La dueña de la casa lo denunció al encontrar el cuerpo de mi amigo, pero yo no tuve la suficiente valentía como para ir y contar todo lo que había pasado. Mi madre ni siquiera se enteró de lo que me había pasado. Sabía que estaba rara y que no salía de casa, pero ni siquiera se dio cuenta de que un malnacido había arruinado mi vida. Ella nunca ha pensado en mí. Y encima tiene la poca decencia de hacer que me internen en este sitio.

      Un silencio se creó en el ambiente. Lo miré a los ojos. Algo dentro de mí me hizo acurrucarme en él, sentir su calor.

      —Dos días después de lo sucedido comencé a recibir cartas con amenazas. Nunca supe por qué me las envió, porque en realidad yo no me hubiera atrevido en aquella época a decir nada. Unos días después me di cuenta de que algo no iba bien en mi interior: sentía náuseas que me hacían volver a casa antes de lo previsto y en una revisión me hicieron saber que dentro de mí alguien estaba empezando a vivir. —Llevé mis manos a mi tripa—. Iba a tener un bebé de la persona que me había violado.

      El mundo se me vino encima cuando me enteré de aquella noticia. No quería tenerlo. La realidad es que no quería tener nada que me recordara lo que pasó aquella noche, pero no puedo decir que no hubiera querido tenerlo. En realidad, yo jamás hubiera tenido las agallas para matar algo que habitaba en mi interior.

      —Y… ¿dónde está ese bebé? —Me miró. La verdad es que si no hubiera preguntado, jamás le hubiera contando lo que pasó después. Pero ya que había empezado, creo que debía saber toda la historia.

      —Él se enteró. Aún sigo preguntándome quién se lo contó. Ni siquiera me había atrevido a decírselo a nadie. Un día, al regresar del instituto, me encontré mi habitación revuelta. Su figura apareció y, con un empujón, me hizo perder el equilibrio y caer. Sus golpes no me dolían; solo tenía mis pensamientos en mi bebé, en lo que ese malnacido quería hacerle. Aún recuerdo sus palabras: «Lo único que te quedarán serán los moretones».

      Sentí cómo sus brazos me rodearon, me estrecharon más fuerte y me hicieron dejar todas mis defensas en el suelo. Sus labios recorrieron todo mi cabello, intentando que me tranquilizara. Y lo estaba consiguiendo.

      Después de contarle una parte de mi historia, estaba deseando poder juntar sus labios con los míos; quería probar cómo sabían los labios de la persona que estaba intentando que mi cuerpo se tranquilizara. Jamás le había contado la historia a nadie. Nunca he querido que nadie supiera mis debilidades.

      Ahora, la persona que se suponía que debería enseñarme a comportarme mejor sabía la forma en la que podría destruirme, sabría qué me dolería y lo que no. Pero no sabía ni siquiera un tercio de toda la historia, de lo que ha pasado después y de lo realmente dura que puedo llegar a ser. Nadie se merece saber ese porcentaje de mi vida.

      Me quedé bloqueada en el momento en el cual sentí que sus labios impactaron con los míos. Sensualmente, despacio. Sus labios se movían despacio, intentando descifrar mi código emocional.

      Me separé bruscamente de él y lo miré a los ojos, intentando saber qué es lo que quería hacer conmigo, qué narices se le había pasado por la cabeza para pensar que podría besarme de esa forma. Ni siquiera creí que se atrevería a besarme, pero ¿se ha aprovechado de mi debilidad?

      —¿Qué se supone que estás haciendo? ¿Por qué me has besado? —Me levanté de la cama y me quedé mirándolo. Quería respuestas y las quería ya. No podía creer que se hubiera aprovechado de mí. No era el momento para ese beso, por mucho que él lo quisiera.

      —Besarte. Lo deseo y tú también lo deseas, Aria. No me digas que no es cierto. —Su mirada estaba serena, tranquila, tanto que hizo que me tranquilizara. Respiré hondo mientras él se levantaba para acercarse a mí.

      Pude notar como su tranquilidad inundaba toda la habitación. Todo era armonía. Todo en él irradiaba sosiego, tanto que no me doy cuenta de que sus pasos le han hecho estar justo frente a mi cuerpo.

      Retrocedo buscando un sitio donde esconderme. No quiero volver a tener la tentación de tenerlo tan cerca. Mi espalda choca con la pared que tengo detrás de mí. Sus ojos claros hacen que quiera que me bese; quiero sentirlo otra vez y lo peor es que, por mucho que intente convencerme de que esto no está bien, lo necesito.

      Necesito saber que todo irá bien, que él no dejará que ese capullo vuelva a hacerme daño. Algo dentro de él me dice que no es igual a Luther, que no es una mala persona. No puedo creer que intentara hacerme daño, que intentara pegarme. Parecía un demonio con esa navaja y ahora parece un ángel.

      Un ángel caído, llegado a mi vida para salvarme del destino, de lo mal que podría haber acabado si sigo en ese bar. Nunca nadie se ha atrevido a retarme desde que entré a ese lugar, desde que me hice la dueña de todo aquello.

      Miro sus ojos; parece tranquilo. Lamo mis labios.

      —¿Has vuelto a tener otras relaciones? —Su voz parece confundida. Quizá no crea que, con mi forma de ser, haya estado tanto tiempo sin estar con un hombre.

      Digamos que me costó algún tiempo despojarme de toda la rabia que sentía por mí y por mi cuerpo. Intenté que todo acabara más de una vez y no me da miedo decirlo. Pero tenía que volver a ser una chica normal. Quizá no todo lo normal que desearía haber sido, pero intentaría ser lo mejor que pudiera. No me convertí en la chica buena otra vez; al revés, acabé siendo una manipuladora. No estoy orgullosa, pero cada uno tiene un fin en este mundo. El mío era intentar que nunca nadie más causara tal dolor en mí que me hiciera querer quitarme de en medio otra vez, y por ahora lo he ido consiguiendo. No de la mejor manera posible, pero todo lo que he hecho ha sido para salvarme. Para intentar vivir una vida.

      —Sí, Alex. He vuelto a tener relaciones, pero eso no te interesa. Me costó muchísimo, pero eso no tiene nada que ver con… —Sus labios se juntaron con los míos en un nuevo beso. Pero este, a su vez, era totalmente distinto. Mucho más salvaje. Sexi. Lento pero, aun así, deseable. Sus labios se movían contra los míos y mi instinto más primario salió de mi interior. No dudé ni un segundo en devolverle el beso. Lo llevé hacia mí y enredé mis manos en su pelo.

      Sabe tan sumamente bien que no podría rechazarlo; nunca podría hacer que esos labios se fueran lejos de los míos. Es tan sensual que mi cuerpo se acelera por momentos. Mi respiración está demasiado agitada; tanto que creo que voy a dejar de respirar en unos minutos. Dios, se siente tan bien al besarlo sin descanso que creo que podría morir así. No es nada especial. Simplemente me atrae.

      Quiero que me haga olvidar todo lo que ese malnacido me hizo, que intente descubrirme cosas nuevas. Necesito a alguien que me haga recobrar las ganas de vivir sin límites.

      Capítulo 5

      Mi cuerpo se encuentra tumbado en la cama, de lado; su cuerpo está justo detrás de mí. Sus dedos acarician mis brazos una y otra vez. Creo que, después de ese beso, mi cuerpo se ha elevado al mismísimo cielo.


Скачать книгу