Otoño sobre la arena. Erina Alcalá

Otoño sobre la arena - Erina Alcalá


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rapidez y le apetecía volver a España una vez que se lo plantearon.

      En cada carpeta de los cuatro países donde la empresa Davisonn Enterprises, estaban las diferentes edificaciones a elegir y comprar. Debía Lucas, buscar oficinas, dejarlas listas y con el personal funcionando.

      Luego iría a Marbella y esa sería la última, donde se asentaría y el resto era supervisar e ir comprando, restaurando y vendiendo edificaciones.

      Todo cuanto se refería a la empresa era de lujo. Igual construían hospitales, hoteles, que bibliotecas, que adquirían inmuebles, que no se habían acabado de construir debido a la crisis y los modificaban y convertían en apartamentos o villas de lujo.

      Salió de la reunión pensando que había tomado una buena decisión.

      En los días siguientes, Lucas se puso en marcha; vendió sus propiedades, hizo las maletas y con todos los documentos firmados y revisados, se puso en marcha camino de Londres para empezar en su nuevo puesto. Después iría a París y luego a Roma. Finalmente llegaría a su destino final: Marbella. Luego tendría algunos días de descanso para instalarse, y volver con más energía. Ya que le tocaba supervisar el resto de países.

      Le costó casi tres meses situar la empresa en cada país, montar las oficinas y contratar un buen personal y dejar marchando Davisonn en Europa.

      Ya llevaba unos meses en Marbella, y seis en Europa. Se había comprado una villa de lujo con unas vistas maravillosas al mar y a la montaña porque le gustaban los grandes espacios y aunque su apartamento de Nueva York era grande, no se le podía comprara.

      Tenía unas oficinas increíbles con vistas al mar y a la avenida, llena de tiendas caras y estaba satisfecho del trabajo realizado.

      Habían sido unos meses intensivos, pero no se arrepentía ni por un momento.

      Era un proyecto ilusionante, y volver a España había sido la guinda del pastel ya que en Málaga estaba su familia.

      Sus padres estaban admirados de lo que había conseguido. Iba a verlos casi todas las semanas a Mijas, el pueblo donde vivían desde que su padre se jubiló de la Guardia Civil. Comía con ellos, se juntaba toda la familia y disfrutaba de su compañía por todos esos años que no había podido hacerlo.

      Cuando les invitó a su casa no podían estar más orgullosos. A sus padres se unieron su hermano y su cuñada que llegaron con sus sobrinos que vivían en otro pueblo cerno de Málaga. Su Hermano también era Guardia Civil como había sido su padre.

      —¡Qué bonita casa, hijo! —le decía su madre.

      —Vaya hermano, parece que hemos prosperado en Estados Unidos.

      —Ya sabes que puedes venir cuando quieras, así nos tomamos unas cervezas como ahora, y que los niños se bañen en la piscina.

      —No se lo digas dos veces que estos se apuntan a un bombardeo.

      Su padre, dio una vuelta por los jardines y miró la casa encantado. Siempre había querido que su hijo fuese guardia civil como él, y como su hermano, que estaba destinado en Benalmádena, un pueblo también de Málaga. Pero no le importaba, sus hijos eran ambos muy trabajadores y habían conseguido lo que tenían, con su esfuerzo personal, que era mucho y estaba muy orgulloso de ellos. Y sobre todo honradamente y con trabajo, como él le había enseñado,

      Y allí estaban, alrededor de la piscina todos comiendo en familia.

      Lucas quedó absorto en sus pensamientos por un instante.

      Y aquí... también estaba ella. En cualquier lugar de España. ¿Pero dónde? Esa es la incógnita que quería despejar.

      CAPÍTULO 1

      Un gran ventanal dominaba el estudio de arquitectura, situado en la última planta del edificio de oficinas OBAB de la empresa Davisonn Enterprises. Éste se encontraba en el paseo marítimo de Marbella, en una zona empresarial por excelencia. Apenas llevaba allí unos meses funcionando desde que Lucas se vino de Estados Unidos.

      A un lado, una gran mesa de despacho, impoluta, de madera clara, cargada de informes, un ordenador portátil, con todo lo necesario para el trabajo. Detrás de la mesa, una pared de armarios y estanterías, repleta de archivadores. El despacho comunicaba con un baño personal y un vestidor con sofá cama con todo lo necesario para pasar las noches, en el caso que debiera quedarse a trabajar. Lo que más le gustaba a Luca, no era el mini-bar y los sofás de su area de descanso, sino la mesa de dibujo de grandes dimensiones frente al ventanal, con vistas al mar y al tránsito de la calle.

      El despacho no podía ser más grande y espacioso, pero de colores claros, que le daban calidez y luz en su trabajo, como a Lucas, le gustaba. Para reuniones más grandes, o cursos, la empresa, tenía una sala preparada al uso en el mismo edificio.

      Desde el amplio ventanal de su despacho, se divisaban a ambos lados, la parte nueva de la ciudad costera y turística. Al frente una magnífica vista de la calle y a lo lejos, de la playa y del mar en calma esa mañana.

      Con un brazo apoyado en el ventanal, Lucas simplemente contemplaba el mar completamente ajeno, perdido en sus pensamientos miraba la lejanía sin ver nada. Descansando la vista.

      Había algo oscuro y del pasado que a veces lo despertaba sudando en mitad de la noche y no lo dejaba vivir.

      Esa había sido una de esas noches.

      Descansaba poco cuando eso ocurría. Lo había llevado como el peso de una mochila a sus espaldas, toda la vida. Y lo seguiría llevando, pues solo le quedaba acostumbrarse a lidiar con ello el resto de su vida.

      En su defensa, diría que él no era culpable del todo. Pero ese pensamiento no lo hacía sentir mejor ya que él había formado parte de lo ocurrido aquella noche oscura y terrible. Una noche terrible para él y para ella. Pero sobre todo para ella.

      Lucas, tenía casi treinta y tres años y aquello había ocurrido hacía dieciocho años atrás, cuando él tenía apenas quince años, pero le había perseguido durante toda la vida como un fantasma negro que lo acechaba por las noches.

      Y aunque había puesto tierra, agua y continente de por medio, jamás había logrado zafarse de tal pesadilla. Y olvidarla… nunca.

      Cuando todo pasó, apenas era un adolescente y era un crio ingenuo e inocente, como todo el grupo de chicos de su edad, como todos sus amigos de la escuela. Era un adolescente que nada pudo hacer ante tal adversidad que le tocó vivir.

      Al poco tiempo de aquella noche oscura y terrible, debía irse de aquél pueblo pequeño de Jaén, perdido de la mano de Dios.

      Su padre era Cabo de la Guardia Civil. Había sido destinado dos años atrás a Higuera de Calatrava, en Jaén, y lo trasladaban al País Vasco. Y allí, en San Sebastián, permaneció hasta los dieciocho años. Fue entonces cuando recibió una beca y su padre lo mandó a estudiar arquitectura a Estados Unidos, tras acabar el instituto. Estaba orgulloso, pues no fue él único en solicitarla, muchos compañeros se quedaron sin ella. Los más afortunados fueron los que mejor nota tenían en el instituto.

      Lucas había sido uno de ellos. Se sintió como un niño con zapatos nuevos. Iba al otro lado del charco.

      Pero de eso hacía ya tantos años… Y ahora que había vuelto de Nueva York, tras todos esos años viviendo y trabajando allí, estaba más vivo que nunca.

      Era cierto que había vuelto algún verano a ver a su familia en vacaciones, pero nunca había sabido nada de ella, ni había querido ponerse en contacto con ella, con su familia o con alguna de sus amigas o chicos del colegio. Y podía haberlo hecho, pero no quiso o no pudo emocionalmente.

      Habían pasado demasiados años y a veces pensaba que era mejor no desenterrar el pasado. Y cada vez que había vuelto: pensaba en ella. Y cada vez que se iba de nuevo a Estados Unidos: pensaba en ella. Y cada día de su vida: pensaba en ella.

      Y ahora, estaba pensando en ella.

      Suspiró.

      No había nada que decir. Ni tampoco había hecho por


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