Sobre la Universidad. Ignacio Ellacuría Beascoechea S J
ser activistas, pero sí exigimos para nosotros aquella autonomía en el pensamiento y en la comunicación, que nos permita acceso a toda fuente de verdad, que nos permita comunicarla, que nos permita aquella forma sublime de acción que es el pensamiento, que en la justicia construye la libertad.
He ahí el concepto en el que culmina el desarrollo integral, el concepto de libertad. No aquella libertad negativa de «dejar hacer», sino aquella plenitud de libertad positiva sin la que la persona humana no alcanza a ser lo que es. Una libertad que en la situación actual de nuestros pueblos debe entenderse inicialmente como liberación, es decir, como aquel proceso que haga desaparecer todo lo que haya de oprimente en lo biológico, en lo social y en lo económico, en lo político y en lo cultural. Trabajar un concepto autónomo de liberación, libre de clichés y de análisis ajenos a nuestra realidad, es misión de una universidad que busca modestamente la creación de un hombre nuevo, en el que la libertad no sea un tributo político, sino una esencia vivida.
El Concilio Vaticano II decía: «las instituciones humanas, privadas o públicas, esfuércense por ponerse al servicio de la dignidad y el fin del hombre. Luchen con energía contra cualquier esclavitud social o política...» (GS 29 (2) ). Y Pablo VI: «todo crecimiento es ambivalente. Necesario para permitir que el hombre sea más hombre, lo encierra en una prisión, desde el momento que se convierte en el bien supremo, que impide mirar más allá» (PP 19). «No hay que arriesgarse a aumentar todavía más riqueza de los ricos y la potencia de los fuertes, confirmando así la miseria de los pobres y añadiéndola a la servidumbre de los oprimidos» (PP 33). Todo programa de mayor producción debe ser dirigido a «reducir las desigualdades, combatir las discriminaciones, librar al hombre de la esclavitud, hacerle capaz de ser por sí mismo agente responsable de su mejora material, de su progreso moral y de su desarrollo espiritual» (PP 34).
Solo en la confluencia de justicia y de verdad puede hablarse de plena libertad. La historia nos ha probado una y otra vez que no cualquier desarrollo es sin más agente de liberación o promotor de libertad para todos, ni siquiera para los que sacan mayor utilidad del desarrollo. No hay libertad sin justicia y no hay libertad sin verdad. La verdad, a su vez, no es total hasta que muestre su capacidad operativa, su capacidad de hacer justicia. Y la hace cuando por el desarrollo construye posibilidades para que cada uno tenga lo que es debido para ser él mismo. Mucha verdad y conocimiento, es decir, mucha acción universitaria se requiere para este propósito. Pero para saber qué desarrollo promover y para quién, para saber cómo el desarrollo debe ser subordinado a la liberación y a la libertad, hace falta una visión nueva y un coraje sin precedentes en la ordenación de la tarea universitaria. Por ello, la universidad no deberá retirar nunca de su conciencia y de su afán las preguntas que constituyen la gravísima y última cuestión: ¿qué es el hombre centroamericano? ¿A qué libertad está llamado? ¿Cómo conseguirá esa libertad que ya no puede aguardar más?
La universidad, por lo tanto, trabajará tan solo por aquel desarrollo que ayude al hombre centroamericano a hallar su propia identidad y su propia libertad. Posibilitación real de un desarrollo real, pero con la conciencia alerta para que, bajo ningún pretexto, el desarrollo se convierta en forma de dominación. Los profesionales que la universidad forma deberán ser a la par agentes del desarrollo y del cambio social; los trabajos de investigación que realice la universidad buscarán lo que lleve más a la libertad plena del hombre centroamericano.
3. La Universidad Centroamericana «José Simeón Cañas» sintetiza en su nombre su misión
Esta Universidad Centroamericana lleva el nombre de José Simeón Cañas. José Simeón Cañas fue un sacerdote salvadoreño que, tanto desde su verdad cristiana como desde su verdad secular, entendió que su misión última era la libertad. Denunció la situación injusta de aquella forma histórica de opresión que era la esclavitud, y logró con su esfuerzo un cambio fundamental en la estructura legal, social y política de Centroamérica, consiguiendo, antes que Lincoln, que desapareciese esa lacra de nuestros pueblos. Fue también un universitario centroamericano con clara vocación de unidad centroamericana; abierto a las corrientes culturales, que movieran a la Revolución francesa, estuvo al servicio de centros universitarios guatemaltecos y al servicio de la causa política centroamericana, que era entonces una causa común
y unitaria.
Esta universidad tiene, así, en José Simeón Cañas una incitación permanente a ser centroamericana y a ser universitariamente liberadora. Cree que la verdad intelectualmente buscada y activamente ejecutada lleva a la justicia, y por la justicia a la libertad. Piensa a su vez que es la libertad la que posibilitará más y más la búsqueda y el encuentro de la verdad. Sobre el clásico pensamiento cristiano, que afirma ser la verdad lo que hace a los hombres libres, pensamos complementariamente que la libertad nos hará verdaderos, es decir, buscadores honestos de la verdad y comunicadores libres de su hallazgo.
Que el BID con este contrato nos ofrezca la posibilidad de una nueva libertad para buscar y comunicar la verdad, la posibilidad de trabajar sin compromisos por el verdadero desarrollo de todo el pueblo, es algo que merece todo nuestro agradecimiento y el del país, a cuyo servicio se ha comprometido públicamente esta universidad.
1 Los documentos del magisterio de la Iglesia católica suelen citarse colocando la primera letra de las dos palabras del título que originalmente es escrito en latín. Al citar la Encíclica de Su Santidad Pablo VI sobre el progreso de los pueblos, publicada en el Vaticano, el 26 de marzo de 1967, conocida como Populorum progressio, se hará de la siguiente manera (PP 30). [Nota del editor].
2 Al citar la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual del Concilio Vaticano II, publicada en el Vaticano el 7 de diciembre de 1965, se hará de la siguiente manera (GS 29). [Nota del editor].
La Ley Orgánica de la Universidad de El Salvador
Este artículo constituye un análisis crítico de la Ley Orgánica de la Universidad de El Salvador, presentado al Ministerio de Educación por la llamada Comisión Normalizadora de la Universidad, el 15 de septiembre de 1972. Fue publicado en ECA 290 (1972), 749-761. Se han añadido algunos subtítulos entre corchetes para facilitar su lectura.
1. Reflexiones críticas en busca de una universidad latinoamericana
El día 19 del último julio [1972], el Gobierno intervenía militarmente la Universidad de El Salvador. No lo hacía para resolver un problema coyuntural, sino para dar vuelco político a la estructura y a la marcha de la universidad. Ya ECA enjuició editorialmente la intervención. (3) Poco después, se establecía la Comisión Normalizadora de la Universidad, entre cuyas funciones estaba la de preparar un Anteproyecto de Ley Orgánica. El 15 de septiembre, era presentado al Ministerio de Educación (4) y ya para el 5 de octubre, la Asamblea Legislativa la sancionaba con algunas correcciones. (5)
Estos breves datos muestran el carácter político de la nueva ley. Pero nuestro propósito no es, en este artículo, un enjuiciamiento político, ni siquiera una comparación histórica con la ley anterior o con otras leyes similares. Se ha escrito hace poco con frase feliz que todo en el hombre es político, aunque la política no es el todo del hombre, ni lo es todo en el hombre. Esto nos permite soslayar lo que de directamente político hay en la ley, para detenernos en lo que en ella hay de meta-político. Concretamente, el intento y el método del artículo se ceñirán, como el epígrafe inicial lo señala, a determinar qué idea de universidad se esconde tras la ley –lo que ella misma llama «la filosofía que informa la presente ley» (art. 6) y en qué coherencia está esa idea con lo que pudiera verse como ideal de la universidad latinoamericana–.
La universidad no es concepto unívoco, ni es una realidad idéntica, ni en la historia ni en la geografía. No hay una universidad para siempre y para todo lugar. Hay que buscarla y hay que hacerla dentro del marco general, que implica a la par y estructuralmente su misión y su configuración, en vistas al cumplimiento de la misión general que le es atribuible. Así, en nuestro análisis, intentaremos descubrir el enfoque general que se desprende de la estructura dada a la universidad y que la condiciona intrínsecamente.