Teología en movimiento. Arianne van Andel

Teología en movimiento - Arianne van Andel


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para las personas con quienes dialogamos. Muchas veces se encuentran experiencias de vida profundas abajo de nuestras convicciones más arraigadas.

      Nos topamos con los límites del encuentro ecuménico alrededor de la Biblia, cuando hay personas que no quieren escuchar, ni preguntar nada. Estas personas se cierran al dialogo, con o sin la Biblia en sus manos, y nunca se hubieran parado en el pozo, como Jesús, para atreverse a abrir una conversación con una mujer de otra tradición y otra cultura. Estas personas, lamentablemente, se privan a sí mismas las experiencias del verdadero encuentro, en que surgen aguas vivas y se producen cambios que contienen una “buena nueva” para el mundo.

      REFERENCIAS

      Sacks, Jonathan. 2002. The Dignity of Difference, How to Avoid the Clash of Civilizations. London: Continuum.

      1 Este artículo fue publicado como: Arianne van Andel. “La Biblia como lugar de encuentro ecuménico”. Testimonio 226 (marzo-abril 2008), 87-92.

      2 El discurso de Benedicto XVI se puede leer en: http://www.vatican.va/gpII/documents/homily-pro-eligendo-pontifice_20050418_sp.html

      3 Jonathan Sacks, The Dignity of Difference, How to Avoid the Clash of Civilizations, (London: Continuum, 2002). Traducción en castellano: Sacks, La dignidad de la diferencia: cómo evitar el choque de civilizaciones, (Madrid: Nagrela Editores, 2013).

      4 Sacks, The Dignity of Difference, 10.

      5 Sacks, The Dignity of Difference, 19.

      6 Sacks, The Dignity of Difference, 50-52.

      LAS VERDADES SE DEFINEN EN EL CAMINO DE LA VIDA

      “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6). Pocos versículos de los evangelios han sido tan usados como este para transmitir la idea de la verdad absoluta de la tradición cristiana. A partir de estas palabras, según la interpretación dominante del texto, Jesús se presenta como la única manera de llegar a Dios. El acento del texto se ha puesto en la palabra “verdad”, expandiendo su alcance a toda la tradición cristiana, en forma universal y absoluta.

      Sin embargo, reflexionando el tema de la diversidad y del pluralismo religioso en un mundo globalizado este versículo me invita a una relectura. ¿Cómo se relacionan el camino y la vida con la verdad? ¿Podría ser que la verdad, flanqueada por estas otras dos palabras, no es tan absoluta, sino más bien se define caminando, en la vida misma? En este artículo quiero atreverme a leer el versículo al revés, para mostrar que, en un mundo globalizado, diverso, y amenazado, necesitamos abrazar la vida antes de la verdad, recuperando así nuestra apertura a la diversidad con el fin de salvarnos de fundamentalismos que al final significan muerte en vez de vida.

      La valorización de lo distinto presupone poder relativizar nuestras propias verdades sobre cómo es o debería ser la vida, y abrirnos a la incertidumbre de “lo otro”. En la tradición occidental del cristianismo ese poder ha sido débil. Históricamente ha sido más fuerte el énfasis en la búsqueda de la Verdad, y desde las jerarquías frecuentemente se ha clausurado esta Verdad en doctrinas exclusivistas. Con una definición tradicional de misión, entendida como convencer a otros que nuestro camino de fe es el único, o por lo menos el mejor, el cristianismo ha dejado muchas huellas violentas, sobre todo en Latinoamérica.

      A pesar de estas reflexiones teológicas, en que la religión cristiana deja de ser “la verdad absoluta”, mi experiencia es que en el discurso y la práctica de muchas iglesias cristianas la evangelización de “nuestra verdad” todavía tiene un rol importante. Parece que está casi en nuestros genes absolutizar nuestra propia verdad, y convencer a otras personas de nuestra razón. Se nota lo mismo en el significado que personas en mis grupos de trabajo a veces dan a la palabra “ecumenismo”: como el deseo que “las otras iglesias vuelvan a creer lo mismo que nosotros”. Mi impresión es que esta tendencia universalizante no sólo se encuentra en las creencias religiosas, sino en toda la cultura occidental, en la cual el cristianismo se desarrolló.

      La verdad homogenizante en contexto de globalización

      La relación entre la tradición cristiana y la cosmovisión occidental moderna es discutida. Varios cientistas han declarado que el cristianismo nació desde y dentro de esta cosmovisión, la ha legitimado (Max Weber) o hasta le ha prestado sus fundamentos. Otros justamente encuentran en la tradición cristiana una crítica a esta cosmovisión. Sin abarcar en esta discusión compleja y multifacética, acá consta que la cosmovisión occidental y gran parte de la tradición cristiana, junto con corrientes de otras religiones, comparten el mismo concepto de “la verdad”, como una realidad universal y atemporal, a la cual es bueno conformar el mundo. En este sentido el modelo económico se comporta como una religión más, opuesta a o legitimada por la tradición cristiana. La connotación que lleva esta cultura de la verdad es que la “uniformidad” es positiva, y directamente asociada con “unidad”. Tener las mismas costumbres, el mismo estilo de vida, las mismas creencias nos haría sentir unidos. Relacionado con esta idea encontramos un concepto de igualdad superficial, que se expresa en un sistema de leyes iguales para todos, impuesto desde los países más poderosos, lo que en la práctica niega las diferencias entre pueblos y contextos, y así muchas veces refuerza desigualdades ya existentes.

      El espíritu de Platón y la cosmología mecánica


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